Txema Serrano Oñate
Txema Serrano Oñate
En el año 2004 fui diagnosticado de VIH, no me pilló por sorpresa, porque sabía que con mi última pareja se habían dado las circunstancias para que esto pasara, sin embargo, uno nunca está suficientemente preparado para encajar una noticia así de entrada. Tenía información sobre el tema, porque había estudiado educación social y, dentro de la carrera, había trabajado sobre el VIH y el sida, que era la fase a la que casi todo el mundo infectado de VIH llegaba en la época que yo estudiaba. Sentí vergüenza y culpa de mostrarme como una persona que tenía suficiente información y sin embargo había acabado adquiriendo el virus.
Años después aprendí a perdonarme y me dí cuenta de que en realidad nadie está exento de actuar de una determinada manera en algunas circunstancias. Cuando me dieron el diagnóstico salí pensando en contarlo para no guardarme algo así, sin embargo, la reacción de la primera persona a la que se lo dije me hizo pensar que quizá haría mucho daño a la gente que me quería si lo contaba. Así fue como estuve más de 10 años sin decir nada salvo a mis parejas estables y a alguna ocasional. Durante este tiempo mi estado de salud fue bueno, mis defensas se mantenían muy altas y mi carga viral muy baja, por lo que los médicos no veían la necesidad de medicarme. En aquella época aún se hacía así. Yo empecé a confiar mucho en la medicina alternativa, dejé mucho dinero y sobre todo esperanzas en estas terapias siempre confiando que mantendrían mi situación, pero el tiempo pasó y mi salud empeoró, de forma que mis defensas empezaron a bajar y la carga viral a subir, esto hizo que desarrollara algunas enfermedades asociadas. Había llegado el momento de medicarme, empecé a sentir miedo, seguía confiando en tratamientos alternativos y seguía sin querer que nadie se enterase.
Por fin me decidí y acudí a COGAM, ya les conocía desde muy joven, en esta ocasión directamente fui a terapia psicológica con un psicólogo voluntario que me acompañó en el camino a mi nueva vida; con él me atreví a acudir al grupo de autoapoyo y comencé a perder el miedo a hablar de lo que tenía, el miedo a la medicación y, sobre todo, el miedo a decir fuera lo que me pasaba. Y esto último fue lo mejor, pude hablar con mi familia, con mis mejores amistades y con las personas que consideré que me hacía bien que lo supieran; primero me informé adecuadamente de todo lo relacionado con el VIH y mi futuro y así pude contestar a todas sus preguntas, sus miedos y temores y fue cuando descubrí que el VIH me había dado la OPORTUNIDAD de descubrir que tenía una familia y unas amistades maravillosas, que tenía la gran suerte de tener un trabajo donde me apoyaban y valoraban que lo hubiera contado y tuve la oportunidad de empezar amistades con personas que habían pasado por mi situación y descubrir que nos podíamos apoyar y no estábamos solos. Cuanta más gente lo sabía más desaparecían mis miedos y ansiedades. Cuando vives una experiencia que te marca, necesitas compartirlo con otras personas en la misma situación porque solo ellas van a saber exactamente por lo que has pasado.
Mi consejo para las personas que tengan esta o cualquier otra dolencia es que busquen apoyo en otras personas que puedan entender cómo se sienten, es cierto que el primer contacto puede no ser todo lo bueno que esperamos, pero puede que no sea más que nuestro rechazo a asumir lo que tenemos. También es muy importante confiar en la medicina, sigo creyendo que la medicina alternativa es buena para algunas cosas, pero hay situaciones a las que no llega y solo nos queda la medicina científicamente probada.
Mi consejo para las personas que tengan esta o cualquier otra dolencia es que busquen apoyo en otras personas que puedan entender cómo se sienten, es cierto que el primer contacto puede no ser todo lo bueno que esperamos, pero puede que no sea más que nuestro rechazo a asumir lo que tenemos. También es muy importante confiar en la medicina, sigo creyendo que la medicina alternativa es buena para algunas cosas, pero hay situaciones a las que no llega y solo nos queda la medicina científicamente probada.
Hoy en día hace casi 14 años que sé que tengo la infección, sé que llevo con ella unos 16 años y gracias a la medicación inyectada que me ponen cada 2 meses, al apoyo de la familia, de las amistades y de las personas que conocí en COGAM, especialmente Kike Poveda y Álvaro Urias, no solo vivo con total normalidad, sino que dedico todo el tiempo que puedo a atender personas en mi misma situación además de luchar cada día contra el estigma. Sin duda, tener VIH y sobre todo empezar a contar que lo tengo ha sido una gran oportunidad en mi vida, me ha trasformado, me ha enseñado a valorar todo lo que tengo y a darme cuenta de todo lo que puedo llegar a conseguir. Sin embargo, siento que el VIH hoy en día es ante todo una enfermedad social; a nivel médico está muy controlada, al menos en los países en los que hay acceso a tratamientos eficaces, pero a nivel social hay tanta desinformación que es muy doloroso ver que aún hay tanta gente que no se atreve a contar ni siquiera a su familia o a sus mejores amistades lo que les pasa. El miedo al rechazo y al sufrimiento de estas personas puede más que la capacidad de explicar lo que nos pasa, cuando ya ni morimos ni trasmitimos el virus si estamos bien tratados; solo nos falta que los juicios y prejuicios tampoco se puedan trasmitir para que las personas afectadas por VIH podamos salir a la calle sin miedo a que la gente lo sepa. Creo que más que el miedo a la infección en sí es el miedo al rechazo porque el VIH y el sida se ha asociado siempre a comportamientos o actitudes rechazadas. No pasa nada porque una persona tenga VIH por haber sido toxicómano, o por haber ejercido la prostitución, nadie puede juzgar las circunstancias que llevaron a cada persona a hacer lo que hizo en su pasado o presente; pero tampoco pasa nada porque cualquier otra persona que tiene una vida “socialmente aceptada” diga que tiene VIH. Si todo el mundo supiera que el VIH está en todos los estratos y profesiones podríamos ir erradicando un poco más el estigma.
Por eso, mi consejo es que toda la persona informada informe a los demás y que toda la persona que tenga VIH y pueda decirlo a su alrededor, lo haga para ayudar a ir evitando tanto sufrimiento psicológico-social en tantas personas. Y, por supuesto, que siempre se mantenga una relación de confianza con el/la doctor/a, pues nos va a acompañar muuuuuchos años.
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