Constantino Machado
Constantino Machado
Me llamo Constantino Machado Blanco, nací hace 64 años en Noceda de Rengos, un pueblecito de Cangas Narcea, Asturias, que de aquellas no tenía agua corriente ni luz eléctrica. Entré a trabajar en la mina de carbón Antracitas de Guillón a los dieciocho años, como artillero y ayudante minero, allí estuve trabajando durante 21 años. Cuando estaba a punto de prejubilarme ocurrió el caso que ahora os voy a comentar.
Corría el año 1991, fuimos mi mujer y yo, a la feria del puerto de Somiedo a pasar el fin de semana en tienda de campaña pero no pudimos estar más de una mañana ya que me sobrevino un ataque de gota. Al día siguiente fui a ver al médico y me recomendó hacer deporte y caminar. Lo primero que hice fue ir a Oviedo y comprarme un equipo de ciclista y una bicicleta.
Volví a Cangas con mi bici nueva y empecé a recorrer los alrededores, en poco tiempo ya podía con trayectos bastante largos.
Un día, a la altura de la localidad de Las Mestas en dirección al puerto de Leitariegos, un coche me lleva por delante, el conductor se dio a la fuga.
Desde aquel día hasta dos años después no me acuerdo de nada de lo que pasó. Lo que os cuento ahora es lo que me contaron a mí.
Un vecino de las Mestas me bajó en su coche al Hospital de Cangas y de ahí al Hospital Universitario de Oviedo. Estuve quince días en coma, y dos meses hospitalizado, hasta que mi mujer, Carmen junto con mis dos hijos decidieron llevarme para casa. Los médicos en principio eran reticentes, ya que mi comportamiento en el hospital era caprichoso y rebelde, pero ante la insistencia de mi familia cedieron.
Cuando llegué a casa el comportamiento anómalo desapareció por completo.
A partir de ahí Carmen, me sacaba a pasear todos los días, yo iba como un niño pequeño, cogido a ella, ya que si no perdía el equilibrio y me caía.
Durante dos años no supe donde vivía ni donde estaba mi casa, hasta que un buen día, en un acto reflejo, al llegar al portal eche mano al bolsillo donde guardaba las llaves. Desde ese día empecé a darme cuenta de las cosas, pregunté entre otras cosas, por qué estaba en casa y no iba a trabajar. Ella me lo contó todo, tuve un traumatismo craneoencefálico muy grave que me hizo perder la memoria y me impide caminar con normalidad. Gracias a mi carácter tranquilo me lo tomé bastante bien. No tenía dolores, no me encontraba mal, el único problema que tenía era la memoria y que no podía caminar sin ayuda, en cuanto dejaba de mirar para adelante me desequilibraba y me caía.
En ese periodo, la gente me decía que estaba mejor, pero yo no notaba nada.
Aproximadamente cuando pasaron esos dos años, en la temporada de la canícula, en septiembre, empecé a mejorar; según los más viejos del lugar, es en ese tiempo es cuando los que se sienten mal mejoran.
A la vez seguí a con la rehabilitación en el hospital, allí recuerdo que entrenaba en la bicicleta estática y yo, que soy de ponerme colorado enseguida, lo daba todo encima de aquel artilugio , hasta que la enfermera, asustada por el color de mi tez, me aconsejaba parar, yo seguía todo lo que podía..
Uno de mis logros más importantes de mi vida, desde el accidente, me refiero, fue cuando logré parar bajando cuestas cuando yo quería, es decir, cuando conseguí que mi cerebro mandara órdenes a mis piernas para que parasen bajando una cuesta cuando yo quisiera. Me costó mucho trabajo y muchas riñas de Carmen, que veía como me aceleraba y no paraba, yéndome de un lado para otro como una persona borracha.
En el año 2001 fui a vivir a Oviedo coincidiendo con el inicio de los estudios universitarios de mis hijos. Carmen tuvo que quedar en Cangas debido a su trabajo.
Seguía saliendo a caminar pero no podía ir más allá de la manzana donde estaba nuestro piso por miedo a perderme. Poco a poco fui caminando un poco más, me fui encontrando a gusto en Oviedo y decidí quedarme a vivir aquí. Mis hijos volvieron a Cangas y ahora vivo solo, bueno, solo no, vivo con Mateo un perro de raza Pug o Carlino, que me hace compañía aunque es algo vago y bastante glotón.
Se me olvidaba comentar que tengo diabetes, pero lo tengo muy controlado. Como 5 veces al día y ahora, la verdad, es que me encuentro muy bien , no paro, salgo todos los días a las 8 de la mañana a pasear con Mateo, hago la compra, como el pincho en casa y vuelvo a salir hasta la hora de comer. Por la tarde, salgo otra vez a pasear por Oviedo desde las cinco hasta las ocho aproximadamente y salgo otro rato con Mateo.
Me gusta caminar por la ciudad. No soy de los que se paran en un banco a descansar. Desde que estoy en Oviedo solo cogí el autobús de línea una vez.
Estoy muy contento con mi vida. Lo único que puedo decir es que hay que tener fuerza de voluntad y hacer las cosas lo mejor que uno pueda.
La vida es muy bonita, luego nos damos cuenta, pero puede ser ya tarde. Como le decía una vez a una señora que encontré en la calle bastante enfada... si vivimos dos días y uno estamos amargados, solo vivimos uno.
Ahora eso sí, salvo ocasiones muy especiales, cruzo siempre mirando para ambos lados de la carretera, siempre por pasos de cebra y espero a que el semáforo se ponga en verde.
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