Silvia Fernández
Silvia Fernández
Soy una mujer de 43 años, que me gusta mucho viajar y tuve la oportunidad de vivir sola, entre los 19 y 22 años en otros países europeos, donde estudiaba y por periodos cortos de tiempo, también trabajaba al mismo tiempo.
A la vuelta a mi hogar familiar, después de mi estancia en Maastricht, donde me especialicé como enfermera en Educación y Promoción para la Salud, me resultó muy difícil la adaptación a las costumbres culturales y familiares de mi entorno, así como experimentar la vivencia de un miedo enorme a finalizar mis estudios. Se trataba del proyecto fin de carrera en inglés y, hasta entonces, poca idea tenía yo sobre temas de investigación. Así pues, tuve que enfrentarme para la finalización de mi proyecto con nuevos aprendizajes, que me estresaban y causaban múltiples dudas e incertidumbre. Y, cuando estaba por apenas el principio del mismo, sufrí mi primera crisis de euforia.
Debido probablemente a mi inadaptación a las normas de mi entorno y a mis dificultades para llevar a cabo la investigación que daría fin a mis estudios. A esto, he de añadir que justo antes de volver a España sufrí mi primera depresión, ligeramente profunda aunque corta, no diagnosticada ni tratada. Esta depresión sobrevino debido principalmente a las dificultades que tuve para superar la asignatura de estadísticas. Me invadían pensamientos negativos acerca de que nunca iba a superarla, y de que todos mis esfuerzos y salir de mi zona de confort para especializarme en lo que realmente me gustaría dedicarme en un futuro, no habían merecido la pena.
A partir de mi primera crisis de euforia, mi primera y única limitación fue aceptar el diagnóstico de trastorno bipolar. Y digo única limitación porque una vez has aceptado esta circunstancia, se trata de llevar día a día una serie de cuidados, que previenen las crisis o desequilibrios emocionales. Estos cuidados, al menos para mí, básicamente consisten en:
Cumplir con el tratamiento farmacológico prescrito y con las revisiones tanto de psiquiatría como de terapia psicológica.
Cuidar el descanso y el sueño (como suelo desear a mis seres queridos: dulces sueños y feliz despertar!!). La actitud que tomas cuando te despiertas también va a influir notablemente en como percibes que discurre tu día, más o menos agradable y satisfactoriamente.
No beber alcohol (ocasionalmente un vino, cerveza o vasito de sidra) ni consumir otras drogas.
Hacer ejercicio físico. Mover tu cuerpo te ancla a la tierra, muy importante para todas las personas y en especial para las que adolecemos de trastorno bipolar.
Cuidar la alimentación. La medicación engorda y, en mi caso además, en etapas de más bajo estado anímico tengo que tener más precaución, pues tengo sensación cada poco tiempo de hambre, pudiendo comer más y coger por tanto peso fácilmente.
Cuidar las relaciones familiares, sociales y laborales.
Valorarme, quererme y mimarme.
Trabajar pues la seguridad en mí misma y la autoestima.
Mi primer diagnóstico me supuso un sentimiento de negación. Cuando pasé de la euforia a la fase de depresión profunda, aunque seguía en la etapa de negación, me invadió también un sentimiento de tristeza profunda por haber pasado de repente de ser considerada como una persona “positiva y normal”, a ser etiquetada con la dolencia de “psicosis maníaco depresiva”.
A los dos años del primer diagnóstico aproximadamente, fue cuando supe que otra forma de nombrar la psicosis maníaco depresiva (forma más drástica del trastorno bipolar, la cual es más frecuente sufrirla solo en épocas de desequilibrio emocional grave) era el trastorno bipolar. Y puedo asegurar que, esta otra manera de percibirme a mí misma con esta "otra nomenclatura de mi diagnóstico", suavizó mi visión negativa hacia el mismo y poco a poco me llevó a la aceptación de vivir y sentirme bien con trastorno bipolar.
Para mantenerme emocionalmente estable, tengo la suerte de contar con un apoyo familiar y social estupendo, un trabajo fijo estable, el cual me satisface mucho y haber aprendido a cuidarme diariamente, trabajando los cuidados que he descrito.
Considero que mi testimonio más emocional es el haber sufrido etapas de depresión profunda, sintiendo verdaderas ganas de morirme por periodos de tiempo de unos 6 meses. Sabiendo siempre no obstante que gracias a mi apoyo familiar nunca atentaría contra mi vida.
No creo que los consejos como tales funcionen. Considero que cada persona debe buscar lo que le funciona, y sobre todo trabajar la motivación para llevar a cabo sus propósitos, solicitando para ello toda la ayuda que precise. En mi caso, palabras alentadoras de ciertas personas importantes para mí me ayudaron, tales como: Todo pasa,
Ten calma; Déjate estar; No te tomes nada personalmente; No busques la perfección, no existe; etc...
Por supuesto, todos los cuidados que he descrito me ayudan y, cuando descuido alguno de ellos, me siento peor. También me mantiene emocionalmente estable practicar yoga, relajaciones y meditaciones. Realizar los deportes que más me gustan: caminar, pilates, bici, natación, bailar y cuidar el jardín y la huerta. Mi estado de ánimo baja empicado cuando abandono la mayoría de todos estos deportes a la vez. Y, al menos en mi caso, cuando dejo de bailar aunque sea en mi casa.
Me siento actualmente estable, por lo tanto bien. Afronto el día a día agradeciendo y sintiendo esperanza por seguir así, lo cual es sencillo si mantengo mis cuidados. Quiero seguir sintiéndome bien, para mí misma y para dar lo mejor de mí a quienes me rodean.
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