Carmen Mari Morales
(Persona que cuida)
Carmen Mari Morales
Hace 17 meses fui madre por segunda vez y al nacer me enteré que mi niño tenía síndrome de Down. En mi entorno no hay nadie con discapacidad, por lo que desconocía de lo que podían ser capaces las personas con esta trisomía.
Después del recibir la noticia, el segundo día más feliz de mi vida se convirtió en una verdadera pesadilla. Los miedos se apoderaron de mí y mi marido. Aquella habitación de hospital se convirtió en un verdadero velatorio. Por mi cabeza se pasaban a la vez miles de preguntas y pensamientos negativos , ¿Por qué a mí?, ¿Qué malo había hecho?, ¿Por qué había insistido quedarme embarazada otra vez?, que todo era culpa mía, que ya no volvería a ser feliz, y lo más duro de todo era pensar que en vez de darle un hermanito a mi otro hijo le había destrozado la vida, qué sería de él cuando nosotros no estemos en este mundo, busqué en internet y solo aparecía las enfermedades que podría padecer mi niño.
Cuando me dieron el alta salí de allí llorando y llegué a mi casa de igual modo. No aceptaba a aquel bebé que llevaba en mis brazos, no era lo que habíamos planeado, no sabía como tenía que tratarlo. Me puse de inmediato en contacto con la asociación de Almería y vinieron a mi casa dos papás y una excelente trabajadora de allí. Fueron los primeros en hacerme ver que había luz en mi nueva vida. Días después hablé con muchas madres que habían pasado por mí misma situación, y de todos ellos me quedé con lo más importante, que eran felices con sus hijos. He llorado mucho, y creo que necesario para superar el duelo por aquel niño que no nació.
He de decir que he recibido mucho apoyo de mi familia,amigos y en sus sesiones de atención temprana he aprovechado para desahogarme y para preguntar todas mis dudas, y así poco a poco mi cabeza empezó a reprogramarse y pensando que podría pasarme la vida llorando y desperdiciando mi vida por aquel niño que esperaba tener o empezaba a dejarme llevar y a aceptar a ese bebé que me miraba tiernamente y que no se diferenciaba en nada a los cuidados que necesitó el otro. Y opté por esta segunda opción. Llegaron las primeras sonrisas, carcajadas, coger objetos, gateo, balbuceos, imitaciones... Logros impensables que los celebro como si me me tocase la lotería.
He aprendido a aceptarlo y respetar su ritmo sin prisas. Mi vida no ha cambiado en nada, sigo trabajando, quedando con amigas, saliendo en familia, igual que hacen los demás. Es cierto que recibe mucha atención para estimularlo, jugamos mucho con él, aprovechamos cualquier entorno para que experimente, algo que de lo que no estábamos pendientes con su hermano. Lo adoro y a diario me saca mil sonrisas. Vivo el presente, algo que no creía poder hacer.
Puedo decir que he vuelto a sonreír, a ser feliz. Mis hijos se adoran, siempre estarán unidos pero cada uno tendrá su vida. Sé que para conseguir esto lucharemos para potenciar al máximo sus capacidades y llegue a ser una persona independiente en todos los sentidos y respetado.
Me encantaría llegar a todas las personas que van a pasar por lo mismo que yo y poder decirle que lo acepten, que no le podemos quitar ese cromosoma extra. Necesita sentirse querido como cualquier niño o niña y necesita hacer lo mismo que hacen las personas conforme van creciendo.
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