Amanda Beltrán
Amanda Beltrán
Hola, mi nombre es Amanda Elizabeth Beltrán Uriel, tengo 41 años y esta es la primera vez que voy a dar mi testimonio y recordar todo lo que viví ya que fueron momentos muy duros en los cuales pensé que ya todo estaba acabado, pero Dios obró en mí y me dio la oportunidad de volver a la vida y hoy podré compartirles mi historia gracias al gran milagro. Durante el tiempo en que tuve la obstrucción esofágica hubo muchas personas que me decían que ya todo estaba acabado, pero también muchos que me decían que tenía que seguir luchando para tener otra oportunidad de vida.
Aquí empieza mi historia: Hace 11 años tuve una obstrucción esofágica la cual me impedía alimentarme, tragar saliva o tomar agua. Poco a poco fui perdiendo peso y acudí al hospital en el cual me practicaron varios exámenes, endoscopías que fueron negadas porque mi esófago no permitía el paso de absolutamente nada. Luego de varios exámenes los médicos decidieron practicarme una ostomía para poder alimentarme a través de una sonda, por lo que pasé hospitalizada aproximadamente 3 meses. Una de las dificultades fue que tenía que escupir toda la saliva debido a que no podía tragar nada y cada día iba empeorando ya que mi esófago estaba muy obstruido. Finalmente, decidieron darme de alta, en ese entonces pesaba 29 kilos, pero tenía que seguir alimentando a través de sondas para poder sobrevivir. Fue muy duro, día a día tuve que sacar fuerzas y ánimos para poder lograrlo porque en ese entonces mi primer hijo tenía 10 años y el segundo 5 años, a ellos les rompía el corazón verme así y para mí era difícil no poder darles la atención que ellos necesitaban porque yo no podía ni mantenerme de pie.
Continué con esa lucha, pero poco a poco me iba apagando hasta que llegué a quedar en estado vegetativo por casi dos meses porque mi cuerpo ya no tenía potasio, tenía que usar pañales y mis manos no podían sostener nada. Lo único que podían hacer por mí en ese entonces era darme una alimentación parenteral para poder permanecer en pie.
Los doctores me dijeron que no había nada más que hacer, yo salí del consultorio completamente destrozada. Mi familia me estaba esperando, pero no sabía cómo decirles porque no tenía el valor para contarles que nunca volvería a ser la mujer que un día fui. Recuerdo que iba bajando lentamente por el pasillo del hospital, estaba pensando mucho sobre todo el proceso, los sueños que tenía, de repente vi una luz acercarse a mí, el primer médico que me recibió en el hospital. Se acercó y me preguntó ¿Qué te dijeron? a lo que yo respondí -Ya todo está acabado, ya no tengo ninguna solución. Él me dijo "Tú no puedes quedarte así, tú estás demasiado joven para rendirte, tienes que seguir luchando. Es mentira que tu caso ya no tiene ninguna solución, tú puedes salir adelante. Hay una cirugía que te pueden practicar, no te rindas." En ese momento respiré y tome fuerza, oré y le dije a Dios "Si tú le pusiste a él en mi camino fue para que me dé este mensaje, no me voy a dar por vencida, no esperaré a que llegue la muerte."
Al día siguiente fui al lugar donde el doctor me dijo que vaya. Les conté mi caso y enseguida me ayudaron. Me acerqué al especialista y me dijo “SI, nosotros nos hacemos cargo, pero solo podemos darte el 50% de oportunidad de vida porque es una cirugía muy compleja.” Yo le dije "Me pongo en sus manos Doctor, porque otros médicos me han dicho que no tengo oportunidad de vivir, pero usted me dice que existe un 50%" .
Ingresé al hospital y pasé un mes de estudios, mini cirugías. Un día antes citaron a toda mi familia para despedirse por si no salía ya que solo me dieron el 50% de probabilidad. Llegó el día, yo tenía fe y esperanza de que todo saldría bien. Ingresé al quirófano a las 8am, la cirugía duro alrededor de 12 horas. El doctor me contó que todo iba mal durante la cirugía, pero él no se dio por vencido conmigo. Terminó la cirugía y me mandaron a terapia intensiva, una doctora se acercó a orar por mi cada día hasta que una mañana que entró a mi cuarto y se puso a orar, yo empecé a despertar escuchando su dulce voz. Sin duda ella fue un instrumento de Dios para que yo vuelva a la vida porque desperté. Fue un milagro, los médicos no lo podían creer y hasta el día de hoy se asombran de verme recuperada, feliz con mi familia. Finalmente, llegó el día que tanto esperaba, el día que pude volver a comer, volver a sentir el agua pasar por mi garganta, sentir el sabor de los alimentos. Mi doctor llamó al cuarto y me dijo “¿Amanda, ves esa bandeja de comida? Estás lista para degustarla.” En ese momento me puse a llorar de la alegría que sentía. Al comer fue maravilloso, sin duda ese fue uno de los días más felices de mi vida. Al darme de alta el doctor me dijo, “Ya estás lista para volver a casa, para empezar de cero y volver a nacer”.
Actualmente he vuelto a vivir, tengo la dicha de ser abuela y de contar con una hermosa familia.
Esta experiencia me hizo entender que debemos valorar cada minuto de vida y hasta el más pequeño arroz que nos metemos a la boca porque el poder comer, degustar, sentir es un regalo.
Actualmente me percibo como una mujer luchadora y emprendedora que a pesar de las dificultades siempre se ha mantenido firme en la esperanza.
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