Ruth Crespo
Ruth Crespo
Soy Ruth, vivo en un pueblo costero de Almería llamado Garrucha y de profesión aspiro a ser una guerrera de Dios en la escuela de la vida. A los dos años posteriores de dar a luz a mi hija Lucía, este año en el mes de Febrero me diagnosticaron un Linfoma de Hodgkin.
Todo comenzó cuando me percaté de que algo en mí no estaba bien y empecé a ser consciente de que mi cansancio y mi fatiga no eran normales, poco a poco comencé a notar que mi cuerpo empezaba a cambiar, perdía las ganas de comer, cada vez estaba mucho más delgada, enfermaba con fiebres muy altas, sudores fríos en la noche, también notaba que ciertas partes de mi cuerpo se inflamaba.
Recuerdo ese horrible 11 de Febrero cuando después de realizarme un chequeo médico me dieron la noticia de que padecía un Linfoma de Hodgkin, esta noticia hizo que mi mundo se venga abajo.
En ese momento solo podía negarlo y decir que no, que no era posible y no podía ser cierto que esto me esté pasando a mí cuando acabo de cumplir mi gran deseo de ser madre y mi niña tiene toda una vida por delante. ¿Qué va a ser de mí? ¿Y de mí hija? Me preguntaba una y otra vez sin obtener respuesta alguna.
Me enfadé mucho con la vida, con mi entorno, no quería ver a nadie, no quería que nadie me viese, solo quería morirme cada vez que pensaba en esas palabras que el doctor me dijo en aquella consulta, solo tenia ansiedad, ataque de pánico y miedo… mucho miedo, llegué a verlo como un castigo, me sentí culpable, me aislé de todas las personas que quería y me brindaban su apoyo.
Gracias a mi esposo que nunca me dejó sola y a mi familia. Tras pasar un estadio de depresión en el que necesité ayuda psicológica hoy estoy en la fase de lucha.
Tengo muchas ganas de vencer, de vivir, intento disfrutar más que nunca cada segundo que puedo con mi hija, la cuál es el motor de mi vida.
Intento no enfadarme tanto, perdonar, olvidar… Ya que aquí estamos de paso y no me olvido de agradecer por cada minuto que consigo estar viva y deseo con todas mis fuerzas estar mejor y curarme.
Cada día me pongo metas cortas que pueda conseguirlas y, entre ellas, ver crecer a mi hija. Estoy convencida ciegamente de que lo voy a lograr sin importar lo que digan las estadísticas, los médicos e incluso lo que puedan decir los resultados de mis pruebas. Porque mi vida está en manos de Dios y en sus manos nada se pierde.
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