Virginia Pérez
Virginia Pérez
Mi nombre es Virginia, tengo 29 años y llevo en silla de ruedas desde los 24. Una caída desde una terraza me provocó una lesión medular a nivel dorsal (D10 - ASIA B) y, desde ese entonces, perdí la movilidad de cintura para abajo, así como gran parte de la sensibilidad, tengo vejiga e intestino neurógenos, espasticidad (rigidez muscular) y dolor neuropático.
Me formé en dirección de fotografía y mi sueño era crear imágenes en movimiento para transmitir a través de la luz y del objetivo de una cámara la esencia de la narración de las historias. A partir del accidente mi vida cambió de rodar películas a rodar en una silla de ruedas.
Recuerdo como si fuera ayer la sensación inmediata al caer al suelo y ser consciente de la situación: «Me he quedado parapléjica.» Sentí un miedo que jamás había sentido. Un terror indescriptible. La vida me había cambiado en 1 segundo. ¿Cómo iba a ser capaz de vivir así? Pues bien... la vida me cambió, sí, pero en los 5 años que llevo en silla de ruedas una cosa tengo muy clara: Soy capaz de vivir en silla de ruedas y de ser feliz. Qué suerte la mía de que existan las sillas de ruedas y me permitan moverme por el mundo. Qué suerte la mía de que vivamos en estos años en los que la medicina me ayuda a tener una buena calidad de vida. Qué suerte la mía de estar viva y de disfrutar de ella.
Puedo decir todo esto después de afrontar los momentos más difíciles, que son los de asimilar lo que de verdad te pasa y de aprender de nuevo a hacer las cosas por mí misma. Parte de ello lo logras en el hospital. Viví 6 meses en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo que, aunque a priori no suena muy bien, la verdad es que lo recuerdo con muchísimo cariño. Conoces a gente en tus mismas circunstancias, cada uno tiene su historia, cada uno su lesión. Haces amigos, aprendes sobre discapacidad, aprendes con los mejores y te diviertes... ¡y mucho! ¿Divertirse en un hospital? Claro que sí. Es tu hogar y conoces a una nueva familia rodante con la que compartes un nuevo camino. Como cuando te pierdes por la carretera y tienes que poner el GPS para saber cómo llegar de nuevo a casa y por el camino vas encontrando cosas alucinantes que nunca hubieras descubierto. A veces un mal camino te descubre un mundo único. ¿Que a veces estás triste? Claro que sí. Y lloras. Y te desesperas. Porque insisto, es difícil, y tienes tus bajones (aún hoy se me permite tener algún día nostálgico). Pero ahí están ellos para sacarte una sonrisa, allí está el personal y tu familia para darte un abrazo, secarte las lágrimas y decirte que todo va a ir bien. La vida también consiste en eso. Ser feliz, estar triste, volver a sonreír y a seguir adelante. En silla de ruedas o sin ella. De allí no me llevo el recuerdo de haberme quedado en silla o de momentos amargos, de allí me llevo el recuerdo de muchas risas, de gente maravillosa y de un aprendizaje único.
La salida del hospital también es dura, sobre todo porque ahora no depende de ti todo, sino que es la sociedad la que tiene que poner de su parte para hacerte las cosas más fáciles y no siempre es así. Te das cuenta de que hay mucho papeleo, ayudas, medicinas... Pero aquí no tienes que quedarte encerrado en casa lamentándote. Aquí tienes que coger el toro por los cuernos y hacer cosas, porque la mejor terapia es volver a hacer tu vida, con más dificultades y con muchísima más paciencia, pero hacer lo que te gusta. Derribar muros es cuestión de actitud. Si te quedas en casa llorando nadie se va a dar cuenta de que hay que ir suprimiendo barreras. ¿Te gusta viajar? ¡Viaja!, ¿Quieres trabajar? ¡Adelante!, ¿Te apasiona el deporte? ¡Ve a por ello! Al principio los amigos, tu pareja y tu familia es imprescindible para ayudarte a salir por esta jungla y buscar el camino, pero luego salir por ti mismo será una necesidad, lo harás y te sentirás genial. Ser lesionado medular es difícil, pero no hay que perder la ilusión por la vida, porque la ilusión es lo que mueve a las personas a conseguir sus sueños.
Mi accidente me pilló en un momento muy malo: terminar de estudiar una especialidad que en silla de ruedas y siendo mujer era muy difícil. Además, no tenía experiencia laboral en ese campo y mi mayor ilusión era trabajar. Gracias a mi pasión por la fotografía, que me ayudó psicológicamente al darme cuenta que podía seguir contando historias en imágenes y a comenzar a escribir mi blog, que me ayudó a desahogar mis emociones e incluso llegar a conectar con gente que necesitaba leerme porque les ayudaba, conseguí dar visibilidad a mi persona y, a día de hoy, debo decir que mi pasión por la foto y la escritura me llevó a encontrar trabajo.
Actualmente trabajo desde casa para una empresa catalana donde el 50% vamos en silla de ruedas y, la mayor parte, ocupamos puestos claves en la empresa. Me obliga a levantarme cada día con la ilusión de una nueva jornada laboral, a viajar a Barcelona cada X tiempo sola, perdiendo el miedo a viajar sin nadie, y sobre todo a compartir oficina -virtual y real- con personas donde no existe distinción: no se ve la silla, sólo vemos a gente muy válida en su trabajo.
No me olvido de ir a rehabilitación dos días por semana para mantener mi cuerpo a raya. Seguir haciendo ejercicio ayuda a que tus músculos y articulaciones no se atrofien. Si no eres deportista como yo, un par de veces a la semana este tipo de rehabilitación en un centro especializado es ideal para este propósito.
Por otra parte, no dejo de lado mi vida social, sobre todo los fines de semana cuando acumulo más planes: salir con mis amigas, con mi novio, viajar, ir a museos (me encantan). Tengo la suerte de vivir en Madrid, donde hay una gran oferta cultural y empaparme de ella. También tengo la suerte de tener un acople eléctrico a mi silla de ruedas que me ayuda a salvar las barreras a la hora de moverme y patearme durante horas cada rincón de mi ciudad. Soy una chica de gustos sencillos y mezclarme con la gente, como hacía antes del accidente, es mi adrenalina. ;-)
Cierto es que tengo esperanzas de volver a caminar, porque a mí la ilusión no me la quita nadie, pero también tengo los pies y las ruedas en el suelo, y sé que si llega ese día seré muy feliz, pero también sé que la silla de ruedas no me ha quitado lo que más quiero: a mi familia, a mis amigos, a mi pareja y mis ganas de comerme el mundo.
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