Sandra González
Sandra González
Siempre he sido una persona alegre, sociable y con un grado de auto-exigencia y compromiso alto. Empezar a sufrir los síntomas invalidantes de la fibromialgia y la histaminosis crónica hicieron tambalear todos mis hábitos, rutinas y sistema de creencias. Pasé a tener un comportamiento triste y apático, sólo quería estar en casa y comencé a aislarme. Gracias que reaccioné a tiempo y decidí poner esa auto-exigencia y compromiso a mi servicio para recuperar mi vida.
Cómo empezó: Dolor de cabeza, estreñimiento, dolor de estómago… Síntomas que fui acallando esperando a que se pasaran o con algún medicamento que yo misma me auto-recetaba o que me había recomendado tal o cual persona.
En 2009, una mañana me desperté con un dolor horrible en el dedo gordo del pie derecho y lo tenía como dormido. Era un dolor horrible, como una corriente eléctrica constante. A las dos semanas se había extendido a ambos pies y a las manos. No me quedó más remedio que ir al médico, y empezó un verdadero peregrinaje que duró dos años.
Mi médico de cabecera decía que podía ser falta de vitaminas así que me recetó unas pastillas, pero los síntomas no cedían y empecé a desanimarme y a preocuparme.
Se sumaron: Piel seca y con escamas por todo el cuerpo, pero sobre todo en brazos y piernas. Sequedad en los ojos. Urgencia de miccionar. Infecciones de orina de forma habitual. Febrícula. Contracturas musculares. Estreñimiento. Dolores estomacales. Insomnio. Dermatitis seborreica. Resfriados constantes. Pérdidas de memoria. Frío constante. Intolerancia al ruido. Piernas inquietas.
También empecé a sufrir una fatiga poco habitual en mí y mi cuerpo comenzó a decir ¡basta! Y levantarme empezó a convertirse en un calvario, a las dos horas de levantarme ya no podía más, sólo quería meterme en la cama y que pasara el día. Y llegó el dolor, ese dolor en las articulaciones, en la zona de la nuca y en todo el cuerpo que no te permite vivir, que te quita las ganas de absolutamente todo, que te invalida.
Tras probar distintos tratamientos, empecé con los especialistas.
Medicina interna, que volvió a hacerme un análisis, mucho más completo, para descartar enfermedades más habituales hasta el momento para ellos, y que pudieran dar alguno de los síntomas, así como me hizo una batería interminable de preguntas y pruebas. El posible primer diagnóstico fue neuropatías periféricas.
Lo siguiente fue hacerme una resonancia magnética, en cuestión de un año perdí la cuenta de ellas y de los análisis que me hicieron.
En una de las varias consultas con el internista porque el dolor no cesaba me derrumbé, lo cierto es que llega un momento en el que en cuanto te ponen en duda, te asaltan las lágrimas y eso fue lo que me pasó aquel día. Lo peor de todo fue salir y ver su informe, la mayoría de mis síntomas estaban entrecomillados, por lo tanto, mi impresión fue que no me creía, pero el “esperado” diagnóstico apareció: SÍNDROME FIBROMIÁLGICO Y SÍNDROME DE ANSIEDAD- DEPRESIÓN en marzo de 2010.
No sé si fue un consuelo o no, pero llega un momento en que necesitas poner nombre a lo que sea que te pasa. Eso no soluciona nada, pero al menos sabes que no estás loca. Y entonces me derivó a Reumatología.
De nuevo más análisis, preguntas y pruebas. ¿Resultado? colesterol, déficit de vitamina B12 y alteraciones en la proteína C- reactiva y en la velocidad de sedimentación. Al menos ahora empezaba a haber alguna prueba de mis dolores articulares, ¡ya no era mi “imaginación”!
También me vieron en ginecología, dermatología y medicina digestiva, este último médico también creía que me lo inventaba todo y salí llorando de su consulta como una magdalena y con la recomendación de tomar más agua. Y salud mental donde me dieron el alta tras las primeras escalas que me pasaron, porque consideraron que no tenía ningún problema mental. ¡Era desesperante saber que mi cuerpo fallaba por todas partes y que nadie me tomara en serio!
Entonces comencé a ir a un terapeuta en Madrid donde por primera vez veían todos mis síntomas como algo global.
Me pusieron alimentación basada en retirada de ciertos alimentos, acupuntura, pares imantados, osteopatía craneal, hidroterapia de colon, y me mandaron productos homeopáticos y naturales.
Mejoré bastante, aunque seguía tomando el tratamiento para dormir y para el dolor, que seguía siendo insufrible. El resto de síntomas se fueron mitigando. Así que ya sólo asistía a mis revisiones en reumatología.
Mis padres tuvieron que ayudarme a afrontar los gastos de los viajes, las consultas y los tratamientos, que era bastante caros. Así que tras dos años en los que había mejorado decidí dejar de ir y buscar otras alternativas.
En este tiempo aprendí la importancia de la alimentación y cómo afecta ésta en la salud, creo que nunca había sido tan consciente de ello.
Ya hacía 3 años que todo había empezado y aún seguía teniendo crisis importantes, fatiga diaria, insomnio, y el maldito dolor. Todavía me perturbaban los ruidos y me costaba mantener conversaciones.
Por lo tanto, me busqué un nutricionista para obligarme a comer más saludable y comencé a hacer deporte.
Fue este nutricionista, que hoy es mi amigo, el que me habló por primera vez de la HISTAMINOSIS CRÓNICA y su relación con la fibromialgia. Me contó que había un hospital en Sevilla que estaba llevando esa línea de investigación, con tratamientos no invasivos muy efectivos.
Qué bueno fue contar mi historia en la consulta y que supieran perfectamente de lo que les estaba hablando, incluso se adelantaban a mis explicaciones sobre los síntomas, por una vez en la vida me sentía comprendida de verdad.
Por primera vez me hicieron la prueba de los 18 puntos gatillo: no había duda de que era una paciente “de libro” y consideraron que era totalmente apta para comenzar el tratamiento.
Allí también trabajaban con las intolerancias alimentarias, le daba los resultados a mi nutricionista y éste me iba adaptando el menú de forma semanal.
Me pusieron un tratamiento con aplicaciones transcraneales de campos electromagnéticos de baja intensidad (LIMS). Que lo hacía principalmente era relajar el sistema nervioso. Y otro tratamiento a base de vacunas.
Y por supuesto, comencé a hacer deporte, al principio con mucho esfuerzo.
Tras dos años agotadores y caros, había mejorado mi alimentación considerablemente, la fatiga había disminuido muchísimo, los síntomas habían remitido casi todos. Menos el peor: EL DOLOR, ese seguía ahí haciéndome la vida difícil.
La reumatóloga, a la cual seguía yendo a mis revisiones ya no sabía que mandarme para aliviarme y me dijo que ya solo quedaba ponerme los parches de morfina ¿Qué? Tenía 33 años, llevaba 5 años “drogándome” con todo lo que me habían mandado, pero ¿morfina? Me negaba a tener que vivir con eso el resto de mi vida ¡no era justo!¡No lo iba a consentir, tenía que buscar una nueva solución!
Y ahí comencé el proceso de trabajar la parte emocional, la parte de desarrollo personal, la autoestima, aprender a ponerme en primer lugar, aprender a decir que no, dedicarme tiempo… porque son cosas a las que no prestamos la atención suficiente y son básicas para la armonía de nuestro organismo, y fue cuando ocurrió el milagro ¡Por fin empecé a volver a ser la Sandra que era! Volvía a tener ganas de salir, ganas de vivir, ánimo para afrontar cada día con energía y alegría.
Hoy soy una persona renovada, me levanto cada mañana con nuevas ilusiones.
He vuelto a ser la Sandra optimista y alegre que quiere comerse el mundo. Porque cuando hay coherencia en nuestro mundo, el dolor mengua y hasta desaparece.
Ahora me paro a observarme y dedicarme todo el tiempo y mimo que necesito para ser feliz.
He descubierto que cuando aparece un síntoma es porque hay una tensión emocional, la busco, la analizo, me permito sentirla, pero la suelto, no la rumio hasta que me hace daño (y esto en fibromialgia es literal).
Desde hace 2 años, ofrezco mi apoyo y conocimiento a todas las personas que estén pasando por un proceso similar al mío. Se puede salir de ahí, pero hay que querer hacerlo y sentirte acompañada/o.
Si quieres saber más sobre mí y cómo hice para recuperarme puedes pasarte por mi web, www.sandramurga.com .
Un beso enorme
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