Cristina Hortal, Espondilitis anquilosante, Barcelona, España.

Espondilitis anquilosante

"Ahora tengo la llave de mi salud"

Cristina Hortal

Cristina Hortal

Imagen de perfil de Cristina Hortal, Espondilitis anquilosante, Barcelona, España

Siempre tuve inquietudes espirituales (que no religiosas), desde que recuerdo. Y, en general, puedo decir que, a pesar de haber transitado miles de miedos en mi vida, siempre sentí un afán de superación que me sugería que cuestionara los límites establecidos; que pusiera en duda muchas de las convenciones sociales y de los paradigmas aceptados por la mayoría. Esto me empujó, finalmente, a tomarme mi enfermedad como lo que era: Un desafío para crecer y trascender unos límites supuestamente inamovibles.

La mía es una historia con final feliz y un canto a la esperanza.

Padecía dolores incapacitantes en la parte baja de la espalda desde que tenía aproximadamente veinte años (ahora tengo 35). Acudía al médico a menudo, pero nada parecía explicar el dolor.

Perdía a menudo la fuerza en las piernas y mantenerse en pie se convirtió en una heroicidad.

Me repercutía, como puedes imaginar, a nivel profesional y personal.

Le había cogido pánico a padecer un brote y todo se convirtió en un intento fallido de controlar los síntomas: me obsesionaba con aquellas situaciones que parecían “sentarme mal” y cada vez evitaba más cosas.

Cada vez era un ser más limitado. Y, por supuesto, una persona gravemente resentida con la vida.

Unos siete años después, y a partir de una dolencia asociada que afecta a los ojos, obtuve mi diagnóstico: Espondilitis Anquilosante.

Respiré aliviada. Pensé que mi situación iba a mejorar en ese momento.

No fue así.

Todo continuó más o menos igual. Sólo que ahora visitaba la consulta del médico varias veces a la semana, tomaba una medicación bastante agresiva y me resultaba literalmente imposible olvidar por un solo segundo que era una persona enferma.

Los efectos secundarios del tratamiento, y el intuir que me estaba metiendo en un callejón sin salida, me llevó un buen día a tomar la decisión de dejar de acudir a la consulta del médico y dejar en seco la medicación.

Una vez y para siempre.

No digo que actuara correctamente, pero sí digo que fue el modo que encontré en ese momento, de salir de un camino que cada vez me alejaba más de hallar la solución donde realmente se encontraba: en mi interior.

Todos a mi alrededor me tacharon de loca y reconozco que tuve miedo. Pero no empeoré. Incluso mejoré un poco. Me responsabilicé de mejorar mis hábitos (alimentación, actividad física y gestión emocional).

Sin embargo, los brotes seguían siendo recurrentes e incapacitantes.

Paralelamente, yo era una autodidacta entusiasmada de todo lo relacionado con el desarrollo personal, espiritualidad o como prefieras llamarlo.

En esa indagación continua, un día (aún adolescente) encontré a un autor que hablaba de la estrecha relación de cualquier dolencia física con un conflicto emocional de base.

Me llamó muchísimo la atención y seguí indagando años después. Especialmente cuando desarrollé esa enfermedad crónica. Obviamente, buscaba respuestas más satisfactorias que las que el sistema médico tradicional y la sociedad en general me ofrecía.

No obstante, he de reconocer que, aunque me cuadraba ese enfoque en muchos sentidos, no acababa de encontrar el modo de aplicar ese conocimiento a mi caso y utilizarlo para curarme.

Era (o se me hacía) una tarea de titanes.

Así iban las cosas cuando una gran crisis personal azotó mi vida. Todo parecía haberse ido al garete en cuestión de días: viví conflictos en varias de mis relaciones personales, me quedé sin trabajo y, por supuesto, sufrí un brote de espondiitis que me dejó en cama por un montón de días.

Recuerdo estar totalmente hundida. 

En ese estado devastador, no sé explicar muy bien por qué, conecté con una fuerza en mí antes desconocida. Es el milagro de una crisis bien llevada.

Como ya todo me daba un poco igual, dejé de tener miedo. Y eso me llevó a hacer cosas que antes no hubiera hecho; me llevó a vivir más intensamente. Hice cambios en mi vida, rompí con cosas que ya me estaban pesando hacía tiempo (relaciones, rutinas, compromisos, comportamientos políticamente correctos...).

Hice cambios concretos en mi vida y también pude comprender de qué modo había estado asfixiándome a mí misma en exigencias. Me liberé de muchos patrones antiguos. Es un poco más complejo que lo que aquí cuento, pero no quiero extenderme demasiado.

He de decir que también me ayudé de una sesión de bioneuroemoción para comprender mejor los conflictos internos que me estaban enfermando. Pero lo que me dio fuerza para hacer cambios fue haber llegado al fondo del pozo y estar lo suficientemente dispuesta a ponerme a mí misma en primerísimo lugar en mi vida.

Sé que muchos no comprenderán de qué forma pueden estar relacionados los conflictos emocionales con las enfermedades físicas. Pero hay muchísimos estudios que lo explican.

Lo que sé es que en ese proceso cambié yo, cambió mi vida, y mi salud y vitalidad se restauraron de modo natural.

Recuperé mi calidad de vida y salí muy enriquecida en el proceso.

Sé que si yo lo he hecho, pueden hacerlo otros.

"¿Y si la enfermedad no fuera mala? ¿Y si pudieras aprender grandes cosas a partir de ella? "

Foto de la historia de salud de Cristina Hortal, Espondilitis anquilosante, Barcelona, España

Hoy me encuentro bien, desde hace tres años y medio.

He dejado de considerarme enferma.

No sé si médicamente pueden considerarme curada o no. En realidad, no me importa. Sé cómo es mi día a día ahora y cómo era antes y con eso tengo suficiente.

Puedo hacer vida normal, no sufro dolores insoportables constantemente, ni me veo limitada en las distintas áreas de mi vida.

Me siento libre, fuerte y mucho más capaz de superar obstáculos que antes de mi enfermedad.

Hoy día estoy muy agradecida de las grandes lecciones de vida que me mostró esta gran maestra que puede ser la enfermedad.

La enfermedad, bien entendida, puede convertirse en un medio para crecer infinitamente y trascenderla. Esa al menos ha sido mi experiencia y sé que se puede. Por eso acompaño a otros en su camino de autoconocimiento para que aprendan a dirigir su vida hacia una mayor coherencia a través de las decisiones que toman. Y lo hago a través de mi web:

http://www.cristinahortal.com/

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