Rocío Lassen
Rocío Lassen
Hola mi nombre es Rocío Lassen. Soy de Buenos Aires Argentina y estoy operada de escoliosis Dorso-lumbar desde el 8 de marzo de 2013.
Mi historia empezó alrededor de los diez años de edad. Cuando me estaba vistiendo y mi madre se dio cuenta de que mi torso tenía una deformidad.
A mis once años empezaron las citas médicas donde me decían que era una desviación normal, que no iba a empeorar hasta que decidieron llevarme al Hospital Garrahan, donde se encontraban los especialistas de columna. Después de noches esperando turnos dentro del Hospital y tardes donde me realizaban estudios médicos, decidieron que debería usar un corsé el cuál, solo lo use un año por varios motivos: Bullying, incomodidad y dolor.
Mis hombros desnivelados, las costillas sobresalientes y el mal caminar por mi cadera ya era muy evidente a mis 12 años, la curva de mi columna estaba muy avanzada.
A los trece años ya era considerable una intervención quirúrgica por la gravedad de la curvatura, padecía muchos dolores, no respiraba bien y caminaba muy mal.
Yo seguía haciendo deportes en ese momento y danza; nunca se me fueron las ganas de hacer cosas que me gustaban, solo a veces se me quitaba el dolor.
Ese mismo año querían ponerme en lista de espera para recibir la prótesis y no era conveniente esperar tanto.
Nos designaron un doctor especialista de columna increíble, el cuál fue muy amable dándome seguridad y tranquilidad en todo momento.
A la edad de 14 años me dieron la fecha de cirugía, después de tanto tiempo de espera, dolores, miradas que juzgaban, inseguridad por mi cuerpo y muchos estudios médicos ¡Por fin Estaba muy feliz, mi cirugía estaba muy cerca!.
Mi operación duró 8 horas. La recuperación fue bastante dura. Me costó acostumbrarme las primeras semanas, sentía mi columna extraña, volver a caminar o moverme, era nuevo para mí.
Antes de ir a la clínica guardé un vestido rojo de danza que era pegado al cuerpo y nunca lo había usado por vergüenza; lo guardé con la esperanza de usarlo solo para verme al espejo después de la operación. Eso hice, en cuanto pude vestirme sola me puse ese vestido, ¡Me emocioné demasiado!. Ahora tengo una cicatriz de 30 cm en mi espalda y ya no es como antes que sentía vergüenza de mi torso, mis costillas sobresalientes, los hombros y caderas.
Hoy puedo decir que me siento orgullosa de haber pasado por ese proceso y ser fuerte.
Mi cicatriz no es motivo de vergüenza, ninguna lo es, son marcas que quedan de una lucha que nos fortaleció y nos dio valentía.
Hay que amarse a uno mismo como es.
Tener escoliosis no es el fin, es un comienzo de algo nuevo. Las cosas que pensé que no sobrellevaría, ¡las soporté!.
"Existen muchas formas de ser grande, pero especialmente una de ser enorme: cuando te quieres sin medida, con el corazón por delante y la valentía por fuera.
Eso es magia sin trucos"
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