Sara García
(Persona que cuida)
Sara García
Hace casi cuatro años comenzó nuestra nueva vida, con muchos duelos que ir superando. Mi nombre es Sara García Lázaro, Rafael, mi padre, era diagnosticado de ELA en el 2015. Su musculatura comenzó a fallar por los brazos y tenía dificultad para tragar con todo lo que ello conlleva.
Poco a poco su pérdida muscular aumentaba, su enfermedad no tenia cura y su pronóstico de vida es inferior a los 5 años.
Al comienzo de la enfermedad podía seguir siendo autónomo y autosuficiente en muchas cosas, aunque no moviese los brazos y tuviéramos que abrocharle las camisas, etc., sus piernas funcionaban bien y no le impedían llevar al colegio a su nieto Javier, mi hijo.
Jugaban por el camino, pero esto apenas duró un año; su deterioro muscular iba progresando y con mucha pena desaparecieron esos paseos hacia el cole de abuelo y nieto.
Conforme la enfermedad va avanzando y tras hablarlo mucho con él decidí ser yo, Sara, su hija, la que pasaría con él todo aquello que le ocurriese y estaría ahí para lo bueno y lo malo; dejé el trabajo y me adentré en un mundo que no conocía pero que, poco a poco, lo hacía mejor y con amor; fui aprendiendo con la práctica, con cursos, con ayuda, y todo por y para él; ¡por quién mejor si no es por él!.
Un día en la vida de mi padre, cuando ya estaba avanzada la enfermedad, era despertarle para darle la medicación que, al comienzo de la enfermedad, él podía tragar sus pastillas o jarabes, pero poco después había que pasárselas por la sonda. Después le ayudábamos a levantarse de la cama, incorporarle, quitarle el respirador y llevarle al baño para asearle, sentarle en el sofá y ponerle su alimentación pasada por la sonda para desayunar, su agua para después; a media mañana veíamos la tele para ponernos al día de las noticias...
Para él era agotador, se le hacía cuesta arriba con el tiempo y sufría, pero más que por él, sufría por ver como los demás teníamos que cuidarle y ayudarle para todo, no quería verse así.
Su razón de vivir, los que le daban fuerza eran esos nietos que tanto le quieren y le ayudaban en todo lo que podían; al verles él sacaba fuerzas para seguir adelante.
La nieta más pequeñita con menos de dos años le agarraba de la mano e intentaba levantarle del sofá para ayudarle a llegar al baño, etc.; se me caía el alma al ver esas escenas de amor.
Cuando me marchaba a mi casa lo hacía llorando; tantas horas pasan factura emocionalmente; esa impotencia de ver así a mi padre, de ver que él se daba cuenta de todo lo que le ocurría, ese sufrimiento, esa angustia, que él estaría viviendo por dentro y no nos decía por no preocuparnos más de lo que ya estábamos; de ver cómo, poco a poco, se iba apagando una vida que debería estar más que nunca encendida y poder disfrutar de su jubilación y de sus nietos; es muy duro, pero intentas ser fuerte para que no te vea sufrir, que no te vea llorar; pero es tontería, nos conocíamos bien y con una mirada ya sabíamos que queríamos o qué pensábamos cualquiera de los dos en cualquier momento. De hecho, cuando no he estado de acuerdo en algo con mi padre, discutíamos y se lo he hecho saber en todo momento y si alguna vez había que regañarle también, le ponía firme, ja,ja.
Nosotros, como cuidadores, también tenemos derecho a estar cansados, a discutir, a llorar...y Rafael lo entendía muy bien pero había que animarle a él, ya que tenía muchos días de furia; nos poníamos hablar, mientras pudo hablar... y sin decir palabras, sabíamos lo mucho que nos queríamos.
Él ha llevado muy mal eso de ser cuidado. Nació para cuidar a los demás, para ser el cabeza de familia y estar ahí para todos, y verse así con esta enfermedad era horroroso para él; es complicado ver qué cuando te falla un brazo y haces el duelo apenas tienes tiempo para hacerte a la idea porque comienzas a darte cuenta de que el otro brazo también te falla y así con todo, no tragar, operarse para ser alimentado por una sonda, perder la movilidad de las piernas... y lo peor, es la perdida de la capacidad de respirar.
Todo son duelos en esta enfermedad y todo, lo pasamos juntos en familia.
Hablábamos para ver qué era lo mejor para él y todos dábamos nuestra opinión, respetábamos su decisión e íbamos hacia delante todos juntos.
He sido para él enfermera, asistente personal, fisioterapeuta, psicóloga, confidente, hija y muchas más cosas que ni yo sé... pero él me lo ha compensado con creces, en valores, en amor, y en poder pasar este tiempo con él.
Veíamos juntos que se acababa eso de seguir hacia delante; le propusieron la traqueostomía, 24 horas enganchado a un tubo por su garganta a una máquina y todos los cuidados que eso requería, pero él ya no quería seguir con su sufrimiento, no quería verse así.
Respetamos su decisión, era su vida y yo estaba viviendo de cerca su angustia, su agonía, su sufrimiento, sus ahogos, intentaba hacer todo y mucho más para que estuviera confortable, pero él estaba harto ya de los pinchazos que tenía que ponerle a todas horas con esos rescates de medicación para tenerle tranquilo y no sintiese tanto ahogo, estaba cansado de todo, quería descansar.
Tú mismo ves que se acerca el final, aunque deseas que nunca se vaya sus ojos me decían que le dejase marchar. El 4 de abril del 2019 acabó su viaje.
Se sintió querido, se sintió a gusto, acompañado, arropado y pudimos despedirnos de él, creo que en otras circunstancias no hay esa posibilidad, así que tengo que dar gracias aunque duela.
Siempre he dicho que está mierda de enfermedad lo único bueno que ha tenido ha sido el tiempo que he podido pasar con él, conocerle mejor y poder despedirme, aunque haya sido muy duro y trágico para mí.
He aprendido a valorar mucho más las cosas insignificantes, porque él me ha enseñado y nos hemos acercado mutuamente, saber más de nuestras vidas, acompañarle en esta dura prueba y hacerle sentir querido.
Es sorprendente cómo te hace cambiar este tipo de vivencias.
Los cuidadores aprendemos más de las personas que cuidamos que lo que nosotros les podemos ofrecer a ellos.
(Este Relato ha sido resumido por extensión elevada, para poder publicarlo en Kurere; el relato completo lo podéis leer en:)
Premios Relatos Supercuidadores 2019.
Este testimonio ha sido cedido por http://cuidadores.unir.net, con autorización del autor; en colaboración para dar visibilidad a las personas que viven ante la adversidad en la salud.
https://cuidadores.unir.net/premios/relatos-v-edicion-2019/2439-mi-razon-de-vivir
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