Ana Verónica Medina
Ana Verónica Medina
Soy una gaditana que lleva desde los 18 años en Sevilla cada vez más cerca de la quinta década. Profesora de Universidad, una profesión vocacional. Mi problema actual es el dolor crónico de origen neuropático, inflamatorio y mecánico, sufro la triada, el dolor emocional lo tengo controlado. El dolor es el que me limita mi vida, ya que me duele 24h/365d y no me deja tener una calidad de vida aceptable. Tengo alguna que otra etiqueta, las más destacables son la radiculopatía crónica de las raíces L5/S1, sacroileitis bilateral crónica, WPW, SFC, estenosis foraminal, etc. A pesar de todo no dejo que las circunstancias acaben con la persona.
Siempre he sufrido de dolores de espalda en la zona lumbar. En mis dos embarazos, uno a los 28 años y otro a los 34 años, mi espalda se resintió. Padezco una cardiopatía congénita conocida como síndrome de WPW. Antes de quedarme embarazada la primera vez, fui al cardiólogo para control. Al ver mi radiografía me dijo que le preocupaba más mi espalda que mi corazón. No se confundió, aunque también el corazón me ha dado problemas, pero eso sólo ha servido para agravar la situación.
En 2004 al año de tener a mi segundo hijo tuve una crisis fuerte que me bloqueo toda la zona lumbar, casi no podía moverme. Ese fue mi primer aviso, a partir de ahí he ido a peor. En el año 2008 empecé a notar unas molestias en la zona del recto que no asocié a problemas de espalda. Cada vez me cansaba más estar de pie. Un año más tarde las molestias en el recto pasaron a ser punzadas insoportables. Del dolor perdía el conocimiento, cada vez me ocurría con más frecuencia. En 2012 la natación y el pilates que eran mis básicos que complementaba con bicicleta, caminar, etc., ya no me funcionaban cómo antes, las molestias me impedían hacer los ejercicios de manera correcta. El dolor lumbar empezaba a estar a diario, las pautas que antes me habían ido bien ya no me daban ni un respiro. La medicación había perdido su efectividad.
En febrero de 2013 en una resonancia aparecía una hernia discal en el nivel L5/S1 y algún que otro detalle más. Me proponen una operación sin garantías, sólo quitarme la quemazón que ya me llegaba hasta el pie, me pusieron en lista de espera. En ese momento me entró pánico, tenía que hacer cualquier cosa para evitar operarme. Ahí empezó mi primer calvario.
Ante la desesperación todos nos volvemos más vulnerables, yo no iba a ser menos. Busqué ayuda en la quiropráctica, fisioterapia, acupuntura, etc., pero en vez de mejorar cada vez iba a peor. Ya no podía practicar ningún deporte, a duras penas podía andar.
Ante mi estado de salud, ya no sólo me dolían las lumbares y tenía la quemazón en la pierna izquierda, había empezado a ver borroso, se me quedaban dormidos los dos brazos, pérdida de fuerza en los brazos y piernas. Consulté con una neuróloga y un reumatólogo.
El electromiograma que me mandaron confirmó el pinzamiento crónico del nervio de raíz L5 de la pierna izquierda, así como pinzamiento del nervio cubital en ambos codos, ¡viva la neuróloga que me dijo que estaba somatizando! En la analítica salió déficit de vitamina D, estaba cercano a cero. Eso confirmaba mi cuadro de debilidad total, pero era desconocida la causa. La solución era fácil, de por vida tomar suplemento de vitamina D.
En abril de 2014 me llaman para operarme en mayo, como tenía tanto miedo y al haber encontrado mejoría de mi estado de debilidad, cancelé la operación.
El día 25 de junio de 2014 con mi salud bastante mermada por todo lo que había pasado, tuve un accidente de tráfico poco a aparatoso pero que me dejó lista, al rato de la colisión no podía mantenerme de pie. Ese fue el último día que fui a trabajar :-(. A partir de ahí todo fue un despropósito.
Sin entrar en más detalle, lo que me pasaba en la espalda es que de nacimiento tengo los agujeros de conjunción muy pequeños, así que ante cualquier presión, por ejemplo un embarazo o un poco de artrosis, hace que los nervios que pasan por éste se compriman debido a la estenosis foraminal. Esto provoca mucho dolor y claudicación neurógena, es decir, tus piernas a medida que vas caminando pierden fuerza lo que te obliga a pararte e incluso puedes caerte. Esta enfermedad es típica de las personas mayores, la media está en 65 años, a esa edad la persona ya tiene mermada muchas de sus capacidades por lo que los efectos de la claudicación neurógena pueden pasar desapercibidos al principio, pero con menos de 40 años en la plenitud de tu vida, ese síntoma causa estragos, te quedas que no vales para casi nada y debes reinventarte.
Tras dos cirugías de columna para subsanar mis problemas de espalda y múltiples tratamientos en diferentes unidades del dolor para paliar mi dolor incapacitante, sigo igual. He tenido que aceptar que nunca más volveré a ser la de antes, que si quiero tener más capacidad necesito usar un andador que no me da para mucho, pero por lo menos me hace sentirme independiente, que ya para mí es mucho.
Un razonamiento común es que si se va a tener dolor que incapacita para qué esforzarse, es ahí en dónde nos diferenciamos unos padecientes de otros. Uno no puede esperar a que le resuelvan el problema del dolor, pues quizás es irresoluble, como es mi caso, hay una lesión crónica en dos raíces nerviosas, por lo que uno debe trabajar desde la convicción de que a nuestro cerebro tenemos que enviarle mensajes y comportamientos que nieguen de alguna manera que está equivocado con poner en marcha los mecanismos de defensa ante el dolor y poco a poco luchar contra ellos, con esto el dolor quizá no se vaya, pero cada día iremos ganándole terreno. En mi caso, por ejemplo, una de sus respuestas al dolor de la pierna es "aflojar" la musculatura, con pérdidas de equilibrio, etc., ante eso mi comportamiento era de evitación, a la más mínima señal ya paraba y decía hasta aquí hemos llegado. Con esto lo que ocurre es que poco a poco vas perdiendo musculatura y por ende fuerza, con lo que al final terminas reforzando el comportamiento de tu cerebro y cada vez se vuelve más previsor. No olvidemos que somos biología, los seres vivos están preparados para evitar el sufrimiento, y que el dolor cuando se ha cronificado ya no sirve para nada, sólo para mortificar. Luchar contra el comportamiento lógico ante la presencia del dolor es muy DURO, ante el dolor uno está acostumbrado a protegerse, por lo que cambiar esto es muy COSTOSO, hay que ir poco a poco, metro a metro...., y aun así uno seguirá sintiendo mucho DOLOR, no quiero engañar a nadie, pero sentirá que ha vuelto a tener un poco el control de su vida.
No llevo ni un mes jubilada por incapacidad permanente absoluta, no estoy capacitada para realizar ninguna profesión u oficio, que te digan eso afecta mucho a tu persona, ya que a corto y medio plazo tu vida va seguir igual. Los motivos mi salud, tengo muchas etiquetas, pero lo que realmente me ha mermado mi calidad de vida es el dolor crónico, no las secuelas de mi enfermedad, esas me limitan pero con imaginación y ganas uno puede hacer muchas de las cosas de las que hacía antes. Ahora estoy en el momento de pasar página, de dejar atrás todo lo que fui y empezar a construir un nuevo camino, con lo que tengo. Aunque de momento no me da para mucho, la máquina funciona mal, poco a poco, metro a metro iré comiéndole terreno al dolor. La batalla por recuperar mi vida anterior la ha ganado el dolor, pero seguro que habrá alguna otra de la que yo saldré victoriosa.
Si estás interesado en conocer más sobre mi historia y ver cómo yo afronto lo que me ha tocado vivir, te invito a que entres en mi blog, este es el enlace:
Historias de Dolor crónico (neuropático, inflamatorio y mecánico) en Sevilla
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