Pepe Martínez, Coronavirus COVID-19, Madrid, España.

Coronavirus COVID-19

"Aislado en mi habitación bajo sospecha de infección por coronavirus"

Pepe Martínez

Pepe Martínez

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Circunstancias tan excepcionales como esta crisis sanitaria, nos deberían obligar a pensar, cómo están nuestros mayores y qué podemos hacer como sociedad, para que la vejez pueda ser una etapa más de la vida. Con las mismas posibilidades de vivirla. Tan feliz como cualquier otra.

Sexto día de aislamiento, no ya en casa, sino en mi dormitorio. Aislado de mi familia. Con síntomas leves de fiebre y tos. O sea, supuestamente pasando el coronavirus y con un aislamiento previsto de 14 días si todo va bien. Como a tantos otros en esta situación no se me han hecho pruebas, y se me ha atendido solo telefónicamente. Entiendo que si ando paseando al centro de salud o al hospital para que me diagnostiquen y traten, cargado de virus, mal podremos parar esta pandemia y solo colaboraré a colapsar el sistema, de modo que acepto con resignación el arresto.

Aunque nos han dicho ya muchas veces que, salvo en los mayores, los síntomas son leves, también vamos oyendo noticias de algunos jóvenes sin problemas previos de salud que ahora están en la UCI.  Con esa perspectiva los primeros días tienes un cierto comecome, de “a ver cómo se desarrolla esto y cómo se defiende mi sistema inmunológico”.

Poco a poco te vas haciendo al encierro. Encierro, que no se si es casi un espacio de confort, porque tengo una cama, mi propio baño, wifi, películas, series, libros, música, hago pilates on line y mi familia está pendiente de que coma lo que más me apetezca. En una vida atropellada y urgente como la que llevamos seguramente la mayoría de urbanitas del mundo occidental, este retiro es casi un lujo. Es el tiempo que nunca encuentras para leer esto, ver lo otro, escuchar aquello, trabajar sobre este tema o incluso meditar y relajarte. Pero no te puedes quedar en esto, no son unos días de retiro espiritual.

En mi habitación tengo una ventana que da a un patio interior. Las vistas son de ventanas cerradas en su mayoría, algunos geranios intentando que llegue la primavera y cuatro cuerdas de tender con algo de ropa, pero en mi encierro me sirve para ventilar y que me de un rato el aire en la cara y media hora al día un poco de sol. Ayer estaba de brazos cruzados apoyado en el alfeizar y me fije dos pisos más arriba en la ventana del señor Julián. ¿Qué habrá sido de este hombre? Intente hacer memoria desde cuando no lo veía y desde luego hacia varios meses ya.

Cuando me mudé a vivir a esta casa, hace ya muchos años, el señor Julián aún trabajaba. Era charcutero en el mercado del barrio, pero estaba a punto de jubilarse. Al poco tiempo la mujer enfermó y después de un proceso largo y triste, cuando seguramente planeaban una jubilación tranquila y disfrutona, le dejó solo.

El señor Julián me llevará unos veinte años. O quizá menos. Pero somos de generaciones muy diferentes. Si el señor Julián está infectado por el virus, es probable que esté en una situación de salud mucho más complicada que la mía. Si está sencillamente confinado sin salir de casa, siguiendo las recomendaciones de las autoridades sanitarias, probablemente no le va a consolar tener wifi, películas, series, libros, música y menos aún hacer pilates on line. Probablemente sólo quiera estar con sus nietos o con los amigos que aún le quedan, para echar la partida en el centro de mayores.

Y si esto dura mucho tiempo, te dirá que tiene más miedo a no volver a ver a sus nietos que al virus y habrá que convencerle de que no puede hacerlo, de que no es sólo por protegerle a él, que hay que proteger a todos.

Vivimos una situación excepcional, que no había pasado nunca y ante la que no tenemos muy claro cómo actuar. Una situación que está suponiendo aislamiento y soledad para muchos. Aislamiento y soledad que sabemos temporal. Pero no podemos olvidar que existe otro aislamiento y soledad que no es tan temporal. Más de dos millones de mayores de 65 viven solos en España, 850.000 de ellos con más de 80 años. Como mi vecino, el señor Julián.

Vecino del que sé poco. Lo mismo fue socio del Madrid, y disfrutó como yo de Pirri corriendo hacia atrás a su demarcación y recuerda con claridad cuando ficharon a Robinson en el Osasuna como buen pamplonica. Tal vez fue un fenómeno del futbolín jugándose un botellín y unos boquerones cada viernes al salir del mercado.

No sé donde está el señor Julián. Cuando salga de aquí intentaré enterarme. Tal vez todos podemos hacer mucho más por los mayores. Tal vez nos unen más cosas de las que nos separan. Aunque sólo sea porque todos queremos llegar a viejos y seguramente a casi ninguno nos gustaría vivir la vejez solos y aislados. Y mucho menos morir así.

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