María Arnal
María Arnal
Cuando tenía 11 años (ahora tengo 50) me operaron de una Tetralogía de Fallot, una cardiopatía congénita. La corrección fue completa y he tenido una vida completamente normal hasta hace 2 años que tuve una taquicardia ventricular a raíz de la cual me pusieron un DAI (desfibrilador automático implantable). Este episodio ha sido el que me ha hecho "cambiar el chip", haciéndome ver lo que supone haber nacido con esa cardiopatía y sus consecuencias en la actualidad, cuando una ya se había olvidado de que ha crecido y vivido con un corazón "reparado". Mi actitud es la de implicarme en mi estado de salud, sobre todo entendiendo mi enfermedad.
De pequeña yo no me recuerdo enferma, sin embargo, lo estaba; tenía una cardiopatía compleja que hubo que operar.
Tenía once años cuando me operaron, así que ya era consciente (eso sí lo recuerdo) que lo que tenía era grave.
Uno de los momentos de más miedo de mi vida fue cuando me llevaron al quirófano. Todo fue fenomenal, hicieron una corrección completa y a partir de entonces mi vida fue como la de cualquier niña de mi edad, sin medicaciones, sin restricciones, así que me acostumbré a vivir así, indiferente y ajena a lo que fue la enfermedad de la que ya estaba curada. Eso sí, con revisiones anuales del corazón, claro. Siempre salían bien y yo cada vez salía más contenta y orgullosa de mi corazón, que se portaba de maravilla.
Toda una vida así, feliz y contenta. Pero llegó un día, hace dos años que de repente, sin previo aviso, en el trabajo, noté que mi corazón dio un vuelco y se convirtió en una centrifugadora dentro de mí, esa es la sensación que mejor lo describe. No se me pasaba y un sexto sentido te dice que algo está pasando, porque yo no sentía mareo, ni malestar, ni nada...fui al médico y ya de ahí un periplo por urgencias y hospitales hasta que te dicen lo que te ha pasado y a lo que te enfrentas.
Lo que tuve fue una taquicardia ventricular, antesala de la muerte súbita. Me implantan un desfibrilador y tu mente empieza a querer comprender qué está pasando. ¿Tanta confianza en mí corazón y ahora me hace esto?. Me sentía como traicionada y no quieres creer lo que significa... Tienes que hacerte a la idea, digerir la nueva situación, si tu vida va a cambiar en algo; más que nada, tu cabeza es la que cambia.
Al principio está el bofetón, como darte con una pared que te corta el paso y te hace pararte, y luego, poco a poco, vas procesando tu nueva situación, ¿qué quieres hacer?, ¿cómo lo vas a afrontar?.... y ahí yo creo que entra en juego cómo es cada persona, su actitud. La mía siempre es la de la curiosidad, la de querer saber, entender para poder actuar y sentir que tienes poder, que eres responsable de lo que te pasa y sobre todo, de cómo te sientes.
Busqué información, busqué gente, grupos de apoyo, y eso ha sido, y es, una fuente inagotable de satisfacción. Compartir es la mejor medicina.
Por supuesto, el apoyo de los más cercanos cuando una está más necesitada de moral, es fundamental, y en mi caso, familia y amigas me demuestran que soy importante para ellos, pilar básico para sentirse bien.
La verdad es que me recuperé pronto y me acomodé a mi nueva situación con los recursos que he comentado: aprender, compartir, preguntar.
Mi actitud es la de pensar que soy afortunada, muy afortunada por haber tenido a los cirujanos que me operaron de pequeña y lo hicieron tan bien, afortunada por llevar una vida prácticamente normal, afortunada porque mi corazón avise de que pueden pasar cosas, y poder ponerles remedio, afortunada de la gente que he conocido en la misma situación que yo y que son de un apoyo total, afortunada de la gente que está a mi lado... en fin, afortunada de vivir y compartir.
Creo que hacerse responsable de la propia salud es una actitud que ayuda a afrontar la enfermedad de otra manera, totalmente diferente y positiva.
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