Istar Macías
Istar Macías
Soy Istar y os escribo desde Perú. Soy de España y a finales del 2015 salía de casa con 2 mochilas, una de 12 kg de ropa y enseres con los que me proponía vivir de ahí en adelante y otra de tristeza y melancolía por la pérdida de la gran persona que fue mi pareja los últimos 8 años.
A veces nos pensamos o vivimos, como si la vida en este planeta fuera eterna y miramos al otro como si siempre fuera a estar a nuestro costado, sin embargo, cuando la vida dice basta, y te quita a esa persona de tu lado es cuando nos planteamos lo efímero de esta.
Justamente eso fue lo que viví yo misma hace 3 años, cuando mi pareja en aquella época enfermaba, estuve cuidándolo por 5 meses lo mejor que supe hacer, con todo mi amor y mucha congoja, por lo que se me venía encima. Falleció después de luchar por superar un cáncer fulminante que acabó con él.
Aquello hizo plantearme miles de cosas, entre ellas, lo fugaz que puede llegar a ser la vida, que hoy estamos aquí, pero mañana, no lo sabemos, que nos preocupamos de cosas que no valen la pena, que acumulamos cosas y no experiencias. Descubrí una realidad que ya conocía pero que estaba dormida y sin embargo, ahora, se hacía eco de mi existencia.
Me encontraba sin trabajo y con un dolor en mi corazón que nadie ni nada podía curar, sin embargo, solamente había algo, que al pensarlo, iluminaba mi sonrisa, ese algo era “el viaje”, si ese viaje soñado que siempre había querido hacer y que ahora me daba cuenta que tenía todo el tiempo del mundo para ello. Tenía unos ahorros suficientes como para poder emprender ese viaje sin retorno o, al menos, de no retorno por muy largo tiempo. Me lo planteé una sola vez, lo consulté con la almohada y en menos de un mes sabía que lo haría.
Estuve en Málaga 6 meses más, reponiéndome, y tratando de interiorizarme y darme cuenta que no se trataba de entender, se trataba de sentir y lo que yo estaba sintiendo en esos momentos, solamente yo lo sabía y solamente yo sabía, muy profundamente, que la muerte deja un dolor de corazón que nadie puede sanar y el amor de pareja deja una memoria imborrable, uniendo esa línea del tiempo que se interrumpió, marcando un despertar y un volver a empezar.
Utilicé esas terapias alternativas, que siempre había encontrado de una gran ayuda, así combinaba el yoga, con el Reiki, que me proporcionaba a mí misma, hice también terapias de cuencos tibetanos y lo mejor, en aquellos momentos, fue el descubrimiento de la numerología, la cual me mostró caminos que desconocía. Me ayudó a conocerme mucho más y a entender porque pasaban las cosas; en un mirar atrás, entendí por qué había tenido que recorrer el camino que elegí y conseguí saber manejar las situaciones que llegaban a mi vida, de una manera menos caótica y desde lo más profundo de mi ser.
Quería salir y volver algún día, o no, siendo otra distinta a la que partió. Marchaba con el corazón hecho pedazos y sabía que el viaje no lo iba a recomponer pero, sí que iba a ayudar muchísimo.
Mi aventura hacía Latinoamérica.
Tal cual, así en un noviembre de hace 3 años partía, habiendo vendido mi coche, y habiéndome desecho de algunas pertenencias, dejando a mi madre como un mar de lágrimas y sin entender nada. Marchaba muy triste y no quería echar la vista atrás, estaba llena de recuerdos, a cada paso que pisaba en el pueblo donde vivía, no quería verlo más por un buen período de tiempo, por otro lado, quería quedarme y despertarme algún día de esa fea pesadilla sin preguntas y con el corazón recompuesto.
Sin embargo la realidad era la que era y ya no había vuelta atrás. Los recuerdos me golpeaban una y otra vez, me dolía cada centímetro de mi pecho y corazón, no pudiendo dejar atrás la pena acepte fluir con la vida sabiendo que eso algún día también pasaría.
Y así fue como me encontré tal día tomando un avión destino Buenos Aires, sin pasaje de vuelta, cumpliendo con aquel sueño que siempre había querido realizar, lo que nunca imaginé es que lo cumpliría en tales circunstancias.
Tuve un buen recibimiento en la gran Buenos Aires. Y desde ahí fui recorriendo el país entero, llenándome de amigos que conocía, o bien en la red, o bien en el viaje, en algún hostal, y después me invitaban a su casa cuando pasara por sus ciudades. Me llevé muchos amigos en mi corazón y las ganas de regresar muy pronto.
Así fui pasando fronteras y después de Argentina, vino Chile, después Bolivia, y seguí subiendo. A esas alturas ya empezaba a cansarme un poquito del viaje, pues ya llevaba más de un año viajando por Latinoamérica y sentía que tenía que parar un tiempito. Llegué a Perú y me encontré con lugares hermosos y me di cuenta que hasta ese momento no había recorrido un país que lo tuviera todo, costa, selva y cordillera con sus nevados, así que fui trazando el mapa, recorriéndolo todo y cuando ya estaba por el norte a punto de salir hacía Ecuador, ahí me paré.
Y otra vez acompañada.
Cuando llegue a Perú me paré porque lo necesitaba y porque, aparte de que me ofrecieron un trabajito en una agencia de viajes por 15 días, conocí al que hoy en día es mi nueva pareja y mi recién estrenado esposo. ¡Sí, así son las cosas!, cuando menos te lo esperas, cuando fluyes y te relajas te suceden cosas que jamás habrías esperado o al menos para mí en esos momentos lo que menos pensaba era en un marido!
Así que me quedé, y hoy llevo ya casi dos años en Chachapoyas, una ciudad colonial del norte de Perú, se encuentra entre la cordillera y la selva y, aunque es temporal, por estos lares estaré de momento, aunque ya no mucho más, pues entre otras cosas, a mi marido también le entro la curiosidad y el gen viajero desde casi que nació y, es por ello, que compartimos algo tan grande como es esta universidad de la vida que te enseña tanto, “el viaje”.
Ahora, después de 2 años aquí, vuelvo a hacer la mochila, esta vez acompañada, para seguir viendo mundo. Vuelvo a vender todo y dejar una vida aposentada y fácil que he tenido en los 2 últimos años, donde no faltaron las salidas “temporales" para descubrir otros países. Sin embargo ahora, después de 2 años, siento que el tiempo parece que se acabe aquí sino hago algo. Toca viajar otra vez, sin tiempo ni lugar de vuelta, el momento diario lo dirá todo.
Dejarlo todo, vender y regalar tus pertenencias una y otra vez no es algo fácil, no obstante, es algo que considero necesario al menos una vez en la vida. Dejar la zona de confort y encontrarte en otro lugar desconocido, con otras culturas y otros idiomas te hace sacar aquello que se tiene tan escondido y que ni sabíamos. En dos palabras, te ayuda a conocerte mucho más profundamente y a entender que el mundo, no es solamente “ nuestro mundo" y que existen otras realidades.
Solamente pienso una y otra vez, que hubiera pasado si me hubiese echado para atrás, por miedo, y me hubiese quedado en casa llorando la pena. Creo que no deberíamos rendirnos y hundirnos ante nada en la vida porque echándole ganas y mucha fuerza la vida te acaba sonriendo una y otra vez.
Animo a todas las personas que, en estos momentos, lo están pasando mal por alguna u otra situación, a que sepan que eso “también pasará” y que la vida es una y hay que tirar para delante de la mejor manera. Siento muy profundamente que la mejor forma de hacerlo es siguiendo nuestros sueños sin que nada ni nadie nos pare.
Si queréis saber más de mi historia aquí podéis leer un poquito más sobre mis andanzas:
https://www.viajesdesdelaesencia.com/naci-con-el-gen-viajero/
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