Gina Trossero
(Persona que cuida)
Gina Trossero
Soy mamá de tres niños pequeños, jamás pisé un gimnasio. A los 35 años y luego del diagnóstico de mi hijo, comencé a ir al gim para lograr salir de casa. Descubrí un nuevo mundo entre pesas y superación, terminé compitiendo en bikini fitness. Hoy mi objetivo es poner en marcha mi programa de mentalidad, ejercicio y alimentación, para mamás que conviven con el autismo, sabiendo todo lo que conlleva.
Hola, soy Gina, mamá de tres niños pequeños.
Hubo un tiempo donde me odiaba a mí misma, donde todo era reproches, angustia y falta de autoestima. Había sufrido aumento de peso desde la llegada de mi primer hijo, el cual se fue incrementando con los otros embarazos, recuerdo que inventaba "disfraces" para vestirme, dejé de ir a reuniones de amigos, dejé de comprarme ropa, dejé de tenerme en cuenta.
Mi segundo hijo era pequeño, tendría más o menos dos años cuando comencé a notar algo extraño, en mi interior sabía que algo era diferente, recuerdo que un día llegué a casa, luego de trabajar por muchas horas en la oficina, mis hijos estaban con la niñera, me paralicé en la puerta de mi casa, un mar de lágrimas y llanto se apoderó de mí, escuchar los berrintes, habituales y constantes, de mi hijo, me angustió tanto que no podía parar de llorar, recuerdo que tuve que salir a caminar para poder lograr calmarme y abrir la puerta de mi casa, demonios!!... mis hijos estaban adentro, lo más preciado de mi vida estaba en esa casa y mi angustia no me dejaba abrir la puerta.
Ese día supe con certeza que mis sospechas eran más que certeras, no solo estaba mal conmigo misma, era la desconexión con mi hijo lo que me preocupaba.
Al día siguiente decidí quedarme en casa y no presentarme en la oficina, me di cuenta que hacía mas de dos años que no pedía vacaciones, trabajaba horas extras todos los días, ¿Qué estaba tratando de ocultar?, ¿Por qué me distraía con rutinas interminables?
Ese periodo familiar fue muy oscuro, no salíamos a ningún lado, hacer las compras implicaba que debíamos conseguir a alguien que se quedara con mi hijo... en fin, dejamos de salir a cenar con mi marido, a visitar amigos, dejamos de reír.
Los berrinches y ataques constantes de mi hijo me habían estresado de tal manera que mi cabeza ya no pensaba. Me sentí ahogada, cuando me enteré que estaba embarazada por tercera vez, mi decisión fue dejar de hacer cosas que no me hicieran sentir bien.
Deje de hacer horas extras en la oficina, dejé de poner el centro en mi cuerpo, deje de lamentarme, reprocharme, dejé de sentir lástima por mí y comencé a actuar. Lo primero que recuerdo fue buscar información, luego hablarlo con el pediatra, el cual minimizó la situación... ya va a hablar... Mi hijo tenía dos años y 2 meses y no hablaba, no me miraba, se escapaba constantemente, mi hijo era un reflejo de lo que yo estaba haciendo.
Recurrí a una profesional que se suponía que debía atender a mi hijo que no hablaba, una fonoaudióloga, fue la primera vez que escuche la palabra AUTISMO, con un panza de seis meses y de la mano de un niño que solo gritaba y se tiraba al piso, llegué empapada de lágrimas a mi casa... No tenía idea de lo que me estaban hablando y la única imagen que se me vino a la mente fue un niño completamente aislado del mundo, sin conexión con su entorno.
Lloré como nunca antes lo había hecho, con la cara salada de mis lágrimas decidí no parar hasta entender que estaba pasando, a todo esto mi trabajo pasó a segundo plano.
Los meses pasaron y llegó mi hijo más pequeño, conocí más sobre el autismo, ya no me dio miedo la palabra, conocí otras terapias para ayudar a mi hijo, conocí a otras mamás, pero sobre todo me fui conociendo a mí.
Con tres niños tan pequeños, necesitaba salir de casa para respirar, al principio no sabía adónde ir, hasta que uno de esos días pasé por un gimnasio y decidí consultar por sus horarios... jamás en mi vida había pisado un gimnasio, pero era el lugar que estaba disponible cuando yo podía salir de casa.
Recuerdo que muchas veces entrenaba con las pesas, y mis ojos se llenaban de lágrimas, cada vez que mi hijo tenía un retroceso, iba al gimnasio, cada vez que me sentía débil, insegura, bloqueada, superada, desbastada, siempre iba al gimnasio, ejercitarme cambiaba mi humor, mis ganas y me ayudaba a tener más energía para afrontar mi reto de tener tres hijos pequeños y uno que me necesitaba más que nunca.
El autismo cambió mi vida, y el ejercicio físico cambió mi cabeza... Pasé, de nunca haber pisado un gimnasio a competir en bikini fitness, entré pesas y rutinas de ejercicio encontré la energía que necesitaba para trabajar sobre mí, pero sobre todo para lograr estar lúcida, para acompañar a mi hijo.
Mi hijo pasó de no mirarme, de no hablar a mantener una conversación, en su jerga, a contarme que le duele, que necesita, como se siente, eso es mucho para mí, atrás quedaron las noches donde al acostarlo le pedía al oído que me contara sus aventuras, hoy me las cuenta y yo lloro, lloro de alegría, de amor.
Se la importancia que tiene que como mamás, que tengamos un ratito para nosotras, para acallar el ruido de la casa, de los niños y poder escucharnos a nosotras mismas, conectar con nosotras para lograr conectar con nuestros hijos.
Mi objetivo es poner en marcha mi programa de MENTALIDAD, EJERCICIO Y ALIMENTACION para mamás que conviven con autismo.
Amarnos para amar sin medidas. Cada día agradezco a mi hijo por el gran maestro que es, pero sobre todo por ser tan sabio y mostrarme lo afortunada que soy.
Hoy soy feliz descubriéndome, teniendo siempre como herramienta el ejercicio, alimentación y sobretodo, trabajando sobre mi mentalidad.
Tener un momento para vos, siendo mamá, no debería ser un privilegio, es un derecho. Recuperar tu salud, física, mental y emocional es urgente.
Sos mamá, sos poderosa.
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