Dolores Pozo, Amiloidosis, Málaga, España.

Amiloidosis

"No hay que llorar, hay que luchar"

Dolores Pozo

(Persona que cuida)

Dolores Pozo

Imagen de perfil de Dolores Pozo, Amiloidosis, Málaga, España

La salud es lo más importante que hay en la vida.

Me llamo Dolores Pozo, nací en Mollina, en la provincia Málaga, allí pasé mi juventud, hasta los 21 años, cuando nos vinimos a la ciudad de Málaga a trabajar, con una niña recién nacida. Mi marido Francisco, cuya principal cualidad es que es muy buena persona, trabajó como jardinero, yo empecé en la hostelería y luego puse una tienda de ropa. Trabajaba muchas horas, sin parar, en la tienda pero mi hora de gimnasio al día no me la quitaba nadie. Todo fue bien, mi hija, desde chica siempre fue muy luchadora y trabajadora, como sus padres.

Hace dos años, cuando ya teníamos menos trabajo, mi marido jubilado y podíamos estar mejor, más tranquilos y viajar, ha venido la enfermedad.

Llevábamos ya un tiempo viajando y disfrutando de la jubilación de Paco y de mi prejubilación y en un viaje, en Benidorm, empezó a tener unos síntomas raros, una noche me dijo que no quería cenar y, a partir de ahí con sensación de pesadez, de estar lleno. Cuando volvimos del viaje fui a la médica de cabecera y para que nos hicieran una analítica, pero como nos la habían hecho hace poco, me costó conseguir hacer una nueva. Cuando nos dieron el resultado, todo eran asteriscos, el llevaba una vida muy sana, pero los índices de las transaminasas y el colesterol salían altísimos. Nos recomendaron ir urgentemente al hospital, allí le hicieron más pruebas pero no vieron nada y nos mandaron para casa. Más tarde nos llamaron para realizar más pruebas, le hicieron muchas, y en una le diagnosticaron paniculitis mesentérica y le recetaron unas pastillas de cortisona. Cuando llegué a casa investigué sobre la enfermedad pero a mí no me parecía que pudiera ser eso. Se lo comenté a la doctora y solicité una segunda opinión en otro hospital, pero tampoco nos convenció lo que nos dijeron, ya que nos recetaban un medicamento que ya lo había tomado en casa y no había dado resultado. Solicitamos el ingreso, pero no estaban por la labor y nos dijeron que nos llamarían para realizar otras pruebas. Nos fuimos para casa y le llamaron para otras pruebas, le realizaron más pruebas pero no salía nada. De vez en cuando nos íbamos para urgencias, siempre solicitábamos el ingreso pero no había manera. En una de las veces, a la tercera o cuarta vez, a un médico le pareció raro lo que le estaba pasando y solicitó su ingreso.

Estuvo mes y medio ingresado y después de más pruebas pruebas dieron con el origen de su malestar, a través de una médico joven, que después de explicarla que llevaba una vida muy sana, (no bebía, no fumaba y hacía mucho ejercicio), decidió hacerle unas biopsias en el hígado y en el riñón y de médula. En las tres pruebas dio positivo en amiloidosis.

Nunca habíamos oído hablar de esa enfermedad y no sabíamos sus consecuencias pero la doctora nos lo explicó muy bien. Nos cambiaron de la planta y empezaron con el tratamiento de quimioterapia y nos dijeron que después habría que hacer un trasplante. Cada quince días le sacaban diez litros de líquido de la barriga. También a raíz de paracentesis, tuvo una peritonitis. Su vida estuvo pendiente de un hilo. Lo pasamos mal, además los antibióticos le producían alergias y tuvimos que reclamar el cambio de tratamiento.

Yo dormía allí, estuve en todo momento con él, mes y medio en un sillón, pensaba que, estando allí, podía controlar más todo lo que tenía que ver con su tratamiento, además él nunca había pisado un hospital, estaba triste, con ansiedad y no dormía por las noches.

En el hospital estaba muy tristona pero había que estar bien, una o dos veces nos vinimos abajo los dos pero poquito, al momento siempre le decía que había que luchar, que era lo que había y de llorar nada, ya que si te ente pones a llorar y te entra una depresión, es muchísimo peor. Siempre procuraba darle ánimos y estar al lado de él para que no tuviera que pensar en la enfermedad. Jugábamos a las cartas, nuestra hija venía a diario, la familia nos visitaba de vez en cuando.

"Si te vienes abajo, pones una musiquita y a bailar"

Foto de la historia de salud de Dolores Pozo, Amiloidosis, Málaga, España

Cuando acabó el tratamiento de quimioterapia le dieron el alta y le mandaron para casa. Fue un cambio muy grande pero no había otra cosa más que aceptarlo. Estábamos apuntados a clases de baile de salón, de salsa, de bachata ¡todo lo llevábamos p’alante! Pero tuvimos que dejarlo todo, pero no nos vinimos abajo. Durante el confinamiento, como no podíamos salir, bailábamos en casa bachata y de todo, montábamos en casa una clase de baile. Cuando el estaba tristón nos poníamos a bailar bachata y salsa, en el salón y hasta en el garaje. Por las tardes se venía un poco abajo, estaba más ansioso, pero lo llevó bien, no tuvo que tomar pastillas ni ansiolíticos ni nada, solamente alguna noche de forma puntual.

Yo lo llevé bastante bien, tuve mis momentos, en el hospital cuando iba a ducharme tuve mis momentos de bajón porque la cosa era dura, además unos ratitos de desahogo nunca vienen mal, luego volvía la habitación y tan normal, como si nada. En casa también pasé mis ratos, pero me considero una persona fuerte y la enfermedad hay que aceptarla y ya está. A los sesentayocho años ni los seguros médicos te aseguran, es una edad mala y si viene una enfermedad hay que aceptarla y dar gracias a Dios que hasta esa edad, nunca has estado enfermo de gravedad y has estado perfectamente sano. Si te vienes abajo, todos los que hay alrededor sufren.

Hay que ser fuerte en esta vida, no hay que venirse abajo por nada del mundo, Dios nos manda pruebas y hay que mirar hacia adelante, siempre para adelante. Nunca me he venido abajo en ninguna época de mi vida, tuve a mi padre con alzheimer, a mi madre con depresión y siempre miré para adelante, si venirme abajo y sin depresiones, porque veía a mi madre que tomaba muchas pastillas y las cogí como odio.

Si te vienes abajo, pones una musiquita y a bailar, me llena mucho y no pensar, porque si empiezas a darle vueltas a la cabeza te vuelves loco. Lo que tenga que venir, vendrá, y hay que vivir todo lo mejor posible, lo más feliz posible mientras que puedas.

Francisco está ahora perfectamente, desde que se hizo el trasplante de médula hace un año, está muy bien. Ahora con la pandemia tenemos un poco de miedo a viajar. Bailamos, salimos, nos bañamos en la playa, andamos por la orilla siete kilómetros, desayunamos, nis vamos a la piscina, no nos mucho el tiempo para pensar en tonterías. Vivir la vida.

Hay que luchar y no venirse abajo, es lo peor para la enfermedad, hay que tener mucha fuerza y decirse a sí mismo “Yo puedo con esto”.

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