Diego Gamiz
(Persona que cuida)
Diego Gamiz
La enfermedad de mi padre nos ha cambiado la vida. Positivo tengo poco, por no decir nada. Ha sido una pesadilla. Dos años de recorrerte médicos y de no saber nada de lo que tenía porque no eran capaces de diagnosticarle. Y de repente te encuentras con que tu padre, que hace dos años estaba mejor que tú, ahora está en silla de ruedas y no puede comer ni hacer nada solo, está en una situación en la que casi no puede ni hablar ya. Ha sido un recorrido duro. El transcurso del tiempo te lleva a la aceptación, te ha tocado esto y no te queda otra que asimilarlo y llevarlo lo mejor posible, pero es una auténtica pesadilla.
Después del diagnóstico supimos que hermanos de mi padre y su propio padre habian muerto de la misma enfermedad, sin diagnóstico, pero con todos los síntomas iguales. Hace años no se diagnosticaba o cuando se diagnosticaba, como no había remedio, salvo el trasplante de hígado, y no a todo el mundo le funcionaba, al final te das cuenta de que es una enfermedad que no tiene cura. Los medicamentos que toma o que existen en el mercado son inhibidores para evitar o retrasar lo máximo posible lo inevitable, que me parece que es que se queden todos postrados en una cama de hospital.
Pasé por muchas etapas: de cabreo, de no poder ser, y al final no te queda otra que aceptarlo e intentar que esté lo mejor posible. Es fácil decirlo cuando no te toca a ti, pero cuando le toca a alguien que encima está bien de cabeza, es muy duro; es muy duro ver el deterioro. Imagino que como muchas enfermedades que son duras y que tampoco tienen curación.
Afecta a tu vida diaria porque estás agobiado, estás triste, no puedes hacer nada. Estás mal. Supongo que es lo lógico.
No tuve apoyo de fuera porque no creí que fuera necesario. Es una cuestión de aceptación de que le ha tocado a alguien de tu familia, pero igual que hay mucha gente a la que le tocan otras cosas. Hemos tenido mala suerte, pero también hay otra mucha gente que tiene otras cosas. Todo el mundo tenemos algo, a todos nos toca algo en la vida. Y dentro de lo malo lo llevamos lo mejor que podemos. Con días peores y días mejores y siempre dentro de como son estas enfermedades degenerativas y fuertes, que deterioran tanto a una persona.
No es que lo esté llevando con entereza, es que no nos queda otra.
Desde el principio nos dejaron claro que no había solución, que no había cura. Que los medicamentos que habían eran inhibidores para evitar que siguiera produciendo esa molécula tan dañina, pero que no había curación. Que el daño que estaba hecho y no era reversible.
A mi padre le afecta a las extremidades, brazos y piernas, y a las manos. Algo al corazón, pero todavía no es el punto más tocado. Sobre todo le afecta a la movilidad. Debe de ser una polineuropatía muy severa y todavía con leve afectación cardíaca. Pero imagino que con el tiempo se le extenderá también al corazón. A sus hermanos en los últimos años les afectó más al corazón y no tanto a la movilidad.
No es la persona que era .Ahora su vida transcurre del sofá a la cama y de la cama al sofá. Nada poco y se ha caído varias veces, también le cuesta hasta hablar. No se vale para ir al baño, ni para comer, ni para nada. Es una con una calidad de vida relativa. Está bien atendido por mi madre y por nosotros y alguna ayuda que tenemos a veces, pero él no está bien. Tiene días, pero cómo va a estar bien en su situación. Tiene días buenos, como todos los enfermos, y días horribles. ¿Y con quién lo pagas? Con quien tienes al lado, que es mi madre, y nosotros a veces.
Es duro ver el deterioro de alguien. Tan repentinamente sobre todo. La vida sigue. No se para por esto. Ojalá. Pero no funciona así. La relación es más o menos la misma, pero mi padre ahora está más en su mundo. No es la misma persona que hace un par de años.
Acaba de cumplir 79 años. Es mayor, pero hace dos años estaba mejor que yo. Siempre ha sido muy activo y ha tenido muy buena salud. De aspecto está bien, pero lo ves sin ropa y es un cuadro. Y como no puede andar, las manos las tiene deformadas, como sin músculos, sin nervios, sin nada. Se le caen las cosas. Está muy torpe. Es como si no tuviera fuerza de nada.
Como estés así muchos años, es una paliza. Es un deterioro muy duro. Hay que atenderlos las 24 horas, no puedes ir a ningún sitio con él. El tratamiento se supone que ralentiza, pero no hemos notado ninguna mejoría. No veo el beneficio del medicamento. Lleva unos meses parecido, pero el daño es tan grande, que la diferencia entre como está ahora y cómo estaría si no tomara el medicamento no sé si merece la pena. Pero son cosas mías, él sí que está dispuesto a seguir con el tratamiento cada tres semanas. Es su única esperanza, entre comillas. Ojalá saliera un medicamento que fuera curativo y que revirtiera el daño causado, pero me parece que falta mucho todavía para eso. Hay ensayos, pero están en fase de pruebas.
Mi padre está en silla de ruedas. Se cansa mucho. Anda poquísimo, máximo 10 metros al día, va a paso de hormiga, pues le da mucho miedo porque los tobillos se le doblan. Va más seguro con el taca taca que con las muletas. Pero no puede salir de casa. Ojalá se hubiera quedado como estaba hace un año, que podía conducir y tenía cierta independencia. Pero ahora ni para comer, ni para ir al baño, ni nada. Tiene silla eléctrica, pero no puede hacer nada, no tiene fuerza.
Si soy sincero no tengo nada positivo para decirle a otra persona. No te puedes animar. Es un proceso doloroso de aceptación de algo inevitable por el que tiene que pasar cada uno. Cada uno lo gestiona como puede, como quiere o como sabe, pero es muy duro. Es horrible.
Decir que lo he aceptado es una forma de hablar, es que no me queda otra. No es que lo haya aceptado es que no puedo hacer otra cosa. Al final es mejor resignación y/o aceptación.
Yo no veo ninguna luz. Accedes a médicos, hospitales, a este medicamento o al otro, pero es una enfermedad rara, genética y es muy complicada, de muy difícil solución.
Ha sido un camino muy duro para mi madre, para mi hermana y para mí. Nos ha cambiado la vida porque la situación familiar es dura. Pero ¿qué haces? No puedes hacer nada. Hemos accedido a los mejores médicos, la doctora Lucía Galán. Hemos tenido acceso a un medicamento paliativo, no curativo. No le ha funcionado como esperábamos. Te hundes. Pasas por días malos, días menos malos. Hay días que te olvidas porque tú sigues con tu día a día, con tu trabajo y tu familia. Él es el que lo sufre.
Ver el deterioro tan fuerte me parece muy duro. Tiene que ser así, pues así será. Es un poco demasiado. A cada uno le toca una cosa, a uno le toca un cáncer, a otro le toca infarto, un accidente de coche. Muy poca gente se libra de que le toque alguna cosa de estas. Es un proceso de aceptación. No es que al día siguiente estés ya bien, ‘venga, ya lo he aceptado y lo he asumido’, pero es que no te queda otra.
Es una forma de aceptar que estamos aquí de paso y podemos estar contentos.
Lo positivo de esto es que te enseña a valorar más el día a día. Porque quién sabe lo que puede pasar mañana. Aquí nos ha cambiado la vida de un día para otro. Cuando te diagnostican esto ya sabes lo que te espera, te lo dicen claramente los médicos.
Hay que vivir el día a día y estamos todos de paso. Si no te toca una cosa te toca otra, hay que llevarlo lo mejor posible. Quien tenga fe que se apoye en la fe, y quien no, que se apoye en eso, en acompañar mucho al enfermo e intentar que esté lo más cómodo posible el tiempo que le quede. Y tener mucha mucha paciencia.
Hay que ponerse en su lugar y es muy duro estar todo el día del sofá a la cama y de la cama al sofá. Sobre todo cuando has sido una persona muy activa y nunca has hecho eso en tu vida. Que ves ya que te llega tu momento y eres consciente y vas a hacer sufrir mucho a la gente que tienes alrededor porque tienen que estar pendientes de ti.
A mi madre le ha cambiado la vida. Mi madre ahora es enfermera de mi padre, las 24 horas. Se despierta por la noche a cambiarle el pañal. Además ciertas cosas quiere que solo las haga mi madre.
Será por algo que le ha tocado esta enfermedad rara y genética, que son tan pocos y tan señalados que será por algo. Quiero buscarle un sentido. Este sufrimiento no sé si merece la pena, tanto para el enfermo como en este caso para mi madre.
A mi madre le ha salvado la religión. Yo no estoy en esa fase, pero supongo que estaré. A ver si nos da fuerza o la sacaré de algún sitio. A ver si sale un milagro y sale un medicamento fantástico. Hay que tener un poco de esperanza. Y también viene muy bien llorar. Así es la vida, porque siempre le toca a los demás, pero cuando te toca lo de las enfermedades raras es un mundo horrible. Y son muy largas, además.
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