Felipe Redondo
Felipe Redondo
Tardé en reconocer que era enfermo alcohólico pero he tardado mucho más en reconocer que soy policonsumista de alcohol y cocaína, debido a que me daba miedo a que mi mujer se enterara. Hasta que ha llegado una etapa de mi vida en que me he sincerado conmigo mismo y con ella.
Me llamo Felipe Redondo Gómez, soy policonsumista de toda la vida prácticamente, empecé a consumir a los dieciséis añitos, y desde hace cinco años estoy en abstinencia. Tengo 38 años, lo dejé en la edad de Cristo, es donde empecé una nueva vida.
Empecé a trabajar muy joven, con dieciséis años, no bebía alcohol, en las cenas de noche buena del trabajo, bebía mosto blanco, pero en aquella época para el jefe de la empresa parecía que el beber era una cosa de valientes –el que tiene huevos para trabajar tiene huevos para beber- decía. Aquel día lo probé y fue la primera “mosca” que me agarré.
Luego he estado con el alcohol mucho tiempo y con la cocaína los últimos diez años. Éramos repartidores de bebida y estábamos todo el día metidos en los bares, era otra mentalidad porque los mismos compañeros te animaban. Era raro los sábados que no llegaba caliente a mi casa, eran dos o tres cervecinas, no era mucho, pero por lo que sea, mi cuerpo nunca ha tolerado bien el alcohol, me afectaba más de la cuenta. Luego empecé con algún cubatina y ya eran todos los sábados "mosca", toditos, todos. Con muy poquita cantidad, porque nunca he bebido mucho en exceso, pero todos los sábados me calentaba.
Estuve de repartidor desde 1997 al 2003, cuando entré a trabajar en otra empresa, el consumo ya era a diario pero nunca lo he visto como un problema, son los demás los que lo ven. A mí me lo empezó a decir mi madre y los cirios que le preparaba eran descomunales.
Al final estaba ya medio loco, estaba todo el día borracho, me he arruinado un par de veces, Laura, mi pareja, no quería saber prácticamente nada de mí, teníamos una casa en común que estaba deshabitada, preparé un sofá cama, con un colchón y un brasero y me iba allí para consumir. Para estar aislado de ellos, que eran la gente que me querían, pero me reñían. Yo no reconocía que tenía un problema, lo que quería era estar solo para seguir consumiendo.
Ya era vendedor ambulante y me levantaba a las cinco de la mañana para ir a trabajar con un cuerpo muy malo, y lo que tardaba en llegar al bar del pueblo al que fuera y lo primero que hacía era beberme cinco o seis chupitos, ya estaba borracho para todo el día. Hacía el mercado muy mal, era normal que no se arrimara nadie y luego al llegar a casa era hartarme a beber cervezas y acostarme hasta el día siguiente. Así era mi vida, una pena.
Mi madre, un par de años antes de que dejara de consumir ya me decía que tenía que ir a una asociación, que me tenía que cuidar y mi respuesta era mandarle a la mierda. Sabían el problema y cuando lo dejé no apostaban un duro por mí, porque pensaban que no lo iba a conseguir en la vida y ahora no me lo reconocen, no me han llegado todavía a decir nada como –lo estás haciendo bien o lo estás haciendo mal- no me han llegado a reconocer el esfuerzo que he hecho, pero si saben que le he dedicado mucho tiempo a la asociación.
Con mis padres al final no había ninguna relación, eran mis padres y yo su hijo y punto, ya está, no había comunicación ni había nada pero hoy en día es una virguería, hay veces que solo con ver a mi madre se me caen las lágrimas.
No puedo bajar la guardia, si se enteran Ángel, María Ángeles y toda esa gente, solamente que lo huelo, me crujen vivo, no puedo por ellos, no puedo por Laura, no puedo porque simplemente lo que tengo ahora y gracias a mi manera de ser, no lo había tenido en la vida y no quiero volver a all, está muy claro.
Justamente el fin de semana anterior de ir a la asociación me había agarrado la mierda más grande que he agarrado en mi vida, ahí lo perdí todo, mi suegra me dio dos bofetadas, Laura, mi novia me dejó del todo y, por fin, mi madre me echó de casa. Al principio me echaba mi padre pero me recogía mi madre, pero esta vez ya me echaron los dos de casa. Me fui a la casa que teníamos en común Laura y yo, estuve tres días sin ser capaz de levantarme de la cama, tullido, muerto, tenía dolores por todos los sitios, estuve muy mal. Cuando fui capaz de reaccionar, llamé a Laura perono quería hablar conmigo. Cuando puede hablar con ella, le dije que íbamos a ir a la asociación. No se lo creyó, le dije que me acompañara y así fue la única manera. Me dijo que seguiría conmigo mientras fuera a la asociación, sino, no quería seguir. Fue lo que me hizo recapacitar, si ella no hubiera estado ahí, yo hoy estaría seguramente enterrado.
El primer día que entré en la asociación, fue raro, me costó entrar, pero una vez que entré y vi al personal que había, que prácticamente los conocía a todos, pensé –aquí no se estará tan mal cuando hay tanta gente y todos conocidos-. Luego tuve un momento en que se me apeteció dejarlo, estaban en el mismo grupo pacientes y familiares, era un poco lio, pero Laura tiró de mí. La asociación estaba en un momento delicado y me eligieron presidente y nos hicimos cargo de la asociación. Hoy estamos con cuarentaisiete enfermos y sus respectivos familiares.
Por lo que quiera que sea, mi mente me borra lo que no le interesa, lo que no está bien lo borra, tardé cerca de un año para reconocer que era alcohólico, no era consciente de que tenía un problema, yo bebía y me metía, estaba a gusto y ya está. Una vez que Wenceslao y otros compañeros me han ido enseñando cosas y he ido a cursos me he dado cuenta del problema que tenía. Al principio no bebía por estar a gusto con Laura y no volver para atrás. Me costó muchísimo, incluso tuve una recaída sin alcohol, un día tenía muchísima ansiedad, no sabía dónde recurrir y me bebí siete latas de Fanta de limón que había en la cocina y volví a esconderlas como hacía antiguamente. Fue una recaída emocional, si hubiera tenido siete cervezas me las hubiera trincado igual, pero no las tenía.
Cuando llevaba cerca de un año en abstinencia, ya me iba convenciendo medianamente de que tenía problemas y a todos los bares, donde normalmente iba, les dije a los dueños y a los camareros, que bajo ningún concepto me pusieran nunca alcohol, que era una persona muy agresiva y que tenía un gran problema con ello. Me lo respetaron gracias a Dios. Un día llegué alterado a un bar y me pusieron una bebida isotónica que no quise y me dijeron que no había otra cosa. Ahí me di cuenta de que hay gente buena por muchos sitios.
Cuando alguien me llama con algún problema, o más bien con que a lo mejor tiene un problema, yo les pongo el caso mío, si yo lo he conseguido ellos no son menos que yo. Yo estoy como estoy gracias a la asociación. No deja de ser un grupo de personas que hacen terapias de ayuda mutua, con diferentes técnicos, médicos, psicólogos, terapeutas, pero lo que verdaderamente te hace saber cuál es tu caso es la ayuda mutua. Hay algunas personas que tienen la adicción tan pronunciada que acuden a centros de desintoxicación pero si luego no siguen un tiempo en asociaciones donde haya ayuda mutua, al final vuelven a recaer, porque simplemente los han desintoxicado, no los han enseñado a vivir, con lo cual el tipo de asociación nuestra es fundamental en esta sociedad.
Ahora estoy 3.500 veces mejor en comparación a cómo estaba antes, soy una persona alegre y extrovertida, no quiero para nada el alcohol y disfruto con mi trabajo.
Lo que más me llena de orgullo es que me llame alguien, aunque no le conozca, para decirme que le preste ayuda, cuando acabó de hablar con esa persona me siento ancho, ancho, no sé cómo explicarlo. Ahora el chaval que tengo en el trabajo, lleva tres años conmigo, vino de un centro de desintoxicación, no va a terapias, pero las tenemos en el camión todo el día.
Quiero agradecer mi estado actual, lo primero a Laura, sino hubiera sido por ella no hubiera estado como estoy, y a Wenceslao Apostua y a Ángel Jimenez que son los que han tirado de mí y me han enseñado a vivir, a ser una persona nueva y a conocer a dos grandes amigos.
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