Adrian Laguna
Adrian Laguna
Me llamo Adrian, tengo 30 años, vivo en un pueblo de Toledo, tengo dos hijas de dos años y de tres meses y una pareja estable. Trabajo como técnico y soy alcohólico politoxicómano.
Empecé a consumir cannabis a los doce años, no tenía una personalidad asentada, me juntaba con gente más mayor que yo y hacía lo que hacían ellos. Creo que ese fue el detonante de consumir, luego a los 13 años empecé con el alcohol.
Con catorce años, mis padres me pillaron una china de hachís en casa y decidieron llevarme al UCA de Mocejón a hacerme pruebas, cada 15 días tenía que salir del instituto y me hacían pruebas de orina y un seguimiento con un psicólogo. Dejé de consumir durante un tiempo, pero luego seguí consumiendo a escondidas y daba positivo en las pruebas. También empecé a consumir diariamente cerveza. No iba bien en los estudios y a los 16 años salí del instituto para trabajar. Llegaba a casa tarde, mis padres se preocupaban mucho y los 20 años mis padres me dijeron que me buscara un alquiler, que no podía seguir así, que tenía que espabilar, y me fui de casa. La relación con mis padres siempre ha sido buena, nunca me he dejado de hablar por consumir, siempre han intentado ayudarme.
Trabajo con mi padre en su empresa desde los 17 años, de técnico de básculas de pesaje. La relación siempre ha sido cercana, pero yo seguía consumiendo, salía de fiesta demasiado y llevaba un ritmo desenfrenado, me gustaba mucho ir a las discotecas y consumía todo tipo de drogas. Me gustaba mucho ir a festivales de música electrónica y eso se nos iba un poco de las manos. Pero el consumo diario de cannabis y alcohol era lo que más me llevaba por el camino de la amargura.
No tuve una relación estable hasta hace 7 años, que conocí a la que ahora es la madre de mis hijas, y ella al principio consumía conmigo, nos conocimos un poco por este entorno de fiesta y demás, consumíamos juntos, se vino a vivir conmigo cuando llevábamos un año y pico. Los fines de semana eran consumo siempre, sí o sí. No era excesivo pero lo teníamos como regla.
Cuando ella quedo embarazada de la primera niña, hace más de tres años, dejó de fumar, de consumir, de beber alcohol y yo seguía. La situación no era buena porque con el consumo de alcohol me ponía muy agresivo, no al punto del maltrato físico pero si psicológico. Llegaba a casa y no me apetecía jugar con la niña, no la atendía; no era padre, no era ni persona, como iba a ejercer de padre. No estaba bien la relación, hasta que llegó un día que me puso las cartas sobre la mesa y me dijo que o paraba o se llevaba a la niña. Ahí me cambió el chip y fue cuando me buscaron una asociación y me metí en AARIF.
El ir a una asociación me ha cambiado bastante como persona y te aporta muchos valores. Dentro de unos días hago un año sin consumir nada. Ahora puedo jugar con la niña, si hubiera seguido consumiendo, no hubiéramos tenido el bebé que tenemos ahora de tres meses, y eso es algo que se valora. Mi vida ha dado un giro de 180 grados.
La acogida en la asociación ha sido muy buena, son como mi familia, hay terapias más duras que otras, porque a nadie le gusta escuchar lo que haces mal y como deberías de hacerlo y menos cuando estás en consumo y cuando te crees que estás por encima de todos. Te llega alguien que no te conoce de nada a decirte lo mal padre que eres o lo mal que estás haciendo las cosas y no gusta. Lo bueno de estas terapias es que uno habla, cuenta sus problemas o lo que le haya pasado puntualmente, y cuando deja de hablar los demás levantan la mano y exponen su punto de vista. Tú en ese momento no puedes contestar. Sirve para que no te pongas por encima de nadie, que sepas aceptar las críticas y para callarte, porque muchas veces está bien así.
Al principio me costó muchísimo, fue duro, también se te junta el miedo al qué dirán, pero a medida que van pasando los meses vas entendiendo que lo hacen por tu bien y que es ese el funcionamiento y la dinámica de las terapias. No te juzgan, te aconsejan, te intentan ayudar en función de la experiencia que ellos tienen. Si te vas mosqueado de la terapia es buena señal, es porque te importa lo que te dicen y porque estás escuchando. No me empecé a creer que era un enfermo alcohólico hasta los 4 o 5 meses.
Te puedes creer el peor, el más adicto de la zona y luego escuchas versiones parecidas a la tuya e incluso más fuertes y ves que todos tenemos distintas vidas, pero se parecen muchísimo en el tema de la adicción. El problema final siempre es el mismo o muy parecido. Ayuda mucho el conocer a muy buenas personas que comparten el mismo sentimiento que tú y la misma culpa, porque no dejamos de tener sentimiento de culpabilidad; cuando consumimos no somos nosotros es algo que nos cambia la manera de ser, pero hay una sustancia que nos domina y nos hace cambiar. No me siento solo.
Tengo la ventaja de tener 30 años y escuchar a personas que, con 40, 50 o 60 años, han salido de ello desde hace muchos años, algunos a mi edad; te hace pensar -por qué no voy a poder salir yo-. Hay otros que han salido hace poco y pienso que si tienen más años que yo y este problema se agrava con los años y pudieron salir, por qué no voy a poder yo. Te da fuerza.
La abstinencia te crea mucha ansiedad, me sigo acordando del consumo, a veces todavía tengo ganas de consumir alcohol, sobre todo la cerveza, pero espero que me acuerde de ella por el mal que me ha hecho. A veces se me apetece pero luego pongo me pongo en la balanza y veo lo que tengo ahora y lo que tenía antes y me olvido rápido de ella.
Mi familia ha jugado un papel muy importante, mi madre y mi padre siempre han estado muy pendientes, mis dos hermanas mayores, mi pareja siempre que puede me acompaña a la terapia. Cada vez que veníamos de la terapia comentábamos con mis padres como iba, les comentaba como había ido todo. Siempre han estado ahí y mis hermanas también me han apoyado entendiendo el problema y respetando los detalles, como no beber cuando estamos en familia. Se han preocupado todos y se han volcado al cien por cien toda la familia. He tenido mucha suerte.
Creo que lo cogí a tiempo, que lo debería haber hecho antes, pero lo cogí a tiempo, por eso se lo agradeceré eternamente a mi pareja, a mis padres y a los compañeros de terapia.
Ahora me encuentro bien, se va notando, he tenido mis tirones, ahora hago un año. Valoro mucho más todo lo tengo, a mis hijas, juego con ellas, antes pasaba de ellas. La situación en el trabajo ha cambiado, el año que viene llevaré la empresa de mi padre. Socialmente también lo notas, los que creías que eran tus amigos te das cuenta que son colegas de consumo, no están ahí, no se preocupan, porque no llevas su ritmo, pero es algo de lo que me alegro, porque en realidad, me sentía un pagafantas. Te duele el darte cuenta pero el que es amigo de verdad lo es para siempre.
Que has sido, que eres ahora y que quieres ser, ahí está el meollo del asunto, el que has sido ya lo sabes y no se puede borrar el pasado, tampoco quiero borrarlo, ha sido una experiencia más y ya está. La vida está para afrontar los problemas y para solucionarlos de la mejor forma posible y para ir a mejor siempre. Hay que aprender a decir que no en todos los ámbitos de la vida.
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