Mariu Sánchez
Mariu Sánchez
Me llamo Mariu, tengo 38 años recién cumplidos y el diagnóstico lo recibí, un mes antes de la operación, aunque hacía cuatro años que ya tenía síntomas. Durante año y medio estuve con un dolor de cabeza terrible, que me impedía incluso dormir, ¡me despertaba llorando la mitad de las noches! También, durante estos cuatro años, fui perdiendo fuerza y capacidad de movimiento en mi pierna derecha con pérdida de equilibrio incluido. En el gimnasio la pierna se me iba, no podía contenerla, mi cerebro daba una orden para mover el tobillo y mi pierna no obedecía.
Tuve que dejar de hacer todo lo que me gustaba, ir al gimnasio, bailar..., como no soy nada hipocondriaca pensaba que no era nada grave, y que sería quizá algo energético. Fui al médico de cabecera y me dijo que aquel terrible dolor de cabeza era somático y estaría causado por el estrés, y lo de la pierna sería un problema muscular. En ningún momento relacionó ambos síntomas.
La pierna iba cada vez peor, ya no podía tan siquiera bajar bien las escaleras. Cuando dejé el gimnasio, me puse a hacer yoga y llegó un momento en que tampoco podía, ¡no podía hacer nada! Me di cuenta de que algo grave pasaba cuando descubrí que ya ni podía caminar con zapatos de tacón, siempre había usado tacones y, de golpe, ya no podía caminar con ellos, una noche tuve que coger mis zapatos en la mano e ir descalza por toda Valencia. A continuación fui a un médico chino, visto que para los médicos de cabecera no tenía nada "grave", y él fue el que me dijo..., "Mírate el cerebro, porque creo que viene de ahí".
En ese momento deseaba tener algo, no un tumor claro, sino algo pequeño, quizá algo pinzado, cualquier cosa que se pudiese arreglar con acupuntura o similar, porque durante esos cuatro años tuve que dejar de ser yo, y tuve que dejar de hacer las cosas que me gustaban, y que el resto de gente sí hacía. Siempre fui muy activa, y además quería viajar por el mundo, pero sabía que así, con ese problema de movilidad, no podría hacer muchas de las cosas que quería. Deseaba fervientemente que aquel problema en mi pierna, se solucionase de alguna manera.
Todo aquello coincidió con algo más, en aquella época, meses antes de enterarme de lo que me pasaba, me prometí a mí misma que en febrero de 2016 iba a dejar para siempre "la oficina gris", como yo siempre la llamé, porque era funcionaria del Estado, y nunca había querido serlo. Me puse la fecha de febrero de 2016 para hacer lo que siempre había soñado, dejar aquella oficina que sentía me estaba matando e irme a viajar por el mundo. Fue una auto promesa. El día de mi cumpleaños, en octubre de 2015, me tatué en mi brazo derecho la palabra "free" con unos pajaritos, y me dije que con ese tatuaje me iba a liberar de todo lo que no quería en mi vida.
A los tres meses, en enero de 2016, me enteré que tenía un enorme tumor cerebral. Me operaron en febrero, y estuve un año de baja médica. Antes de la operación, mi neurocirujano me había dicho que podía perder totalmente, o podía recuperar la fuerza en la parte derecha del cuerpo, y también podía afectarme a la voz. Y podía ser que no me pudiesen extraer entero el tumor, al ser tan grande, había llegado a una zona, que era mejor no tocar. Afortunadamente, ¡no tuve daños neurológicos de ningún tipo!
Cuando me dieron el alta, volví a Valencia para despedirme de todo y de todos, firme "los papeles del adiós", me compré una mochila azul celeste, y me fui a viajar por el mundo. La vida me ayudó a cumplir aquella promesa que me había hecho. Efectivamente, en febrero de 2016, fue la última vez que pisé esa oficina gris.
El momento del diagnóstico fue complicado, el neurólogo me mando hacer una resonancia cerebral y cervical, cuando recibí la carta del resultado la abrí, la leí por encima, vi que había algo (aún no sabía qué) ¡y me alegré mucho!, pensé..., "Si tengo cualquier tontería, se va a poder arreglar y voy a poder volver a caminar bien, a hacer deporte, a bailar, a ser "menos torpe" que en estos últimos cuatro años". Aquella noche, me puse a investigar en Internet, volví a leer el resultado y me di cuenta esta vez, que en la hoja venía algo con una medida, algo que tenía muchos centímetros, hice una búsqueda rápida de aquellos nombres raros que desconocía, y me di cuenta que lo que tenía, era un enorme tumor cerebral. Estaba sola en casa, y lloré. Esa noche creo que fue la única noche que lloré en todo el proceso, lloré mucho, lloré por todo lo que ya no lloraría luego, lloré sobre todo por no saber, me preguntaba qué me iba a pasar, qué tenía que hacer. No tenía ningún médico ni nadie a quién consultar, no sabía nada, y no quise decir nada a nadie, ni siquiera a mis padres. En ese momento supe que mi vida había cambiado para siempre.
Después de esto, gracias a una compañera que tenía un amigo neurólogo me fui enterando de lo que tenía y me dijeron que tenía que operarme inmediatamente. No podía esperar más. Me busqué un neurocirujano en Asturias, lo organicé todo y cuando tuve el billete comprado de autobús, se lo dije a mis padres. Fue muy difícil hacer aquella maleta, sabía cuando me iba, pero no sabía ni cuándo, ni tampoco cómo volvería.
Cuando fui a ver al neurocirujano me dijo que la operación sería a la semana siguiente.
En aquellos días de cuenta atrás, comencé a aprender las grandes y preciosas lecciones de vida que me traería todo aquel proceso.
Una de las mayores y mejores lecciones de vida que aprendí con todo aquello, es que el drama, es una elección personal. En aquel momento podía haberme quedado llorando, podía haberme quedado angustiada pensando lo que me podía pasar, o podía intentar descubrir mis "medicinas internas", esas que todos tenemos dentro, y que son capaces de "salvarnos la vida" y alejarnos en todo del drama. En mi caso descubrí que la música latina me hacía feliz, me ponía a bailar, a cantar, a pensar en aquellos países que soñaba con recorrer y recorrería si todo salía bien. Opté por buscar la parte buena de todo, ¡que la había! siempre la hay, fue una elección personal, al igual que lo es caer en el drama. Al día siguiente de mi visita al neurocirujano, y de ser consciente de todo lo que podía pasar en mi intervención y después de ella, recuerdo que estaba lloviendo, y me puse feliz porque en todo aquel caos había parte buena, ¡muy buena! ¡no tenía que ir a trabajar a la oficina! y además podía pegarme una ducha larga, poner la música que me gustaba, podía hacer todo lo que desease, y además estaba en mi tierra, ¡en Asturias! y estaba con mi familia. No sabía lo que me iba a pasar la semana siguiente, pero sabía que tenía siete días por delante en los que podía elegir ser la más feliz de la Tierra ¡y así lo hice! Ahí me di cuenta de que todo era una elección personal, sentirme mal o sentirme bien era una elección, y que el tumor cerebral era simplemente una situación y yo podía elegir como afrontarla. Yo tenía el poder.
Hice mía la frase: "Lo que te pasa es un diez por ciento y como te lo tomas un noventa", y yo, me lo tomé todo con muchísimo sentido del humor, y sentido del amor, me reía de mí continuamente y de todas aquellas situaciones derivadas de mi "inutilidad" de movimiento en aquellos días de hospital, donde me volví, totalmente dependiente de todos hasta para comer, ni siquiera podía coger la cuchara y meterla en la boca. En aquellos días me conecté plenamente a mi sanación a través de mi sueño de vida libre, aquel que nunca abandoné y que acabó salvándome la vida. Me dije que aquello iba a cambiar mi vida y que cuando me diesen el alta, sin importar las secuelas neurológicas que me quedasen, iba a vivir la vida que soñaba.
Me aferré muy fuerte a ese sueño, y más fuerte aún en aquellos días de dolor extremo y noches en vela tan solo gimiendo por aquella tortura que suponía para mí, aquellos "malditos tubos" que sentía me desgarraban por dentro.
En el hospital aprendí a ser "menos perfecta", me reconecté con mi derecho a equivocarme, aprendí muchísimo de mí, de la fuerza que todos tenemos dentro, aunque muchos aún no se lo crean y también aprendí a pedir ayuda, cosa que antes, no sabía hacer.
Miro hacia atrás, y lo recuerdo todo como algo precioso, para mí todo aquello fue el mejor máster de vida, fue mi gran bendición, fue lo mejor que me ha pasado en la vida.
Es básico conectar con nuestras medicinas internas, ¡todos las tenemos! eso te hará alejarte de cualquier drama. No importa si te dicen que la semana que viene tu vida va a cambiar, ¡tienes una semana hasta ese momento! la vida es hoy, "Carpe Dìem", tienes esa semana para disfrutar, ¡y debes hacerlo!, es cuestión de conectarse a la vida, al humor que salva, y al amor que sana. Tenemos en nosotros una gran capacidad de sanación, mejor que cualquier pastilla, mejor que nada. Todo es cuestión de conectarse a ella, y a saber con certeza que tu actitud, va a determinar el resultado final de todo.
Yo ahora he decidido exprimir hasta la última gota cada día, y vivo casi, como si me fuese a morir mañana, dándolo todo a este hoy. Cuando dejé mi trabajo, no tenía plan B, y me quedé por primera vez sin nómina, sin cobrar nada de ningún sitio, y con tan solo unos pequeños ahorros, ¡y me fui a viajar por el mundo! a cumplir mi sueño de "vida libre". Durante este tiempo, he estado viajando por el mundo sin parar, primero en Latinoamérica, después en África. Y ahora, que ha llegado el momento de "crear mi vida" desde 0, he creado como parte de mi plan de vida soñada, unos pequeños viajes a África para generar economía, ¡y ha sido un tremendo éxito! También estoy escribiendo mi primer libro, tengo otro proyecto enorme del que no puedo contar, y también tengo el plan de dar alguna charla inspiracional para ayudar a la gente a vivir la vida que sueña, a mostrarles el "caminito" a seguir, a enseñarles como se puede vivir sin drama. Sé que ahora, tengo unas herramientas poderosas con las que puedo ayudar a las personas a cambiar sus vida, y es básicamente la experiencia, yo viví todos esos miedos, esa falta del plan B, ese creerme incapaz, ese falta de apoyo cuando te consideran una "loca" al soñar tan a lo grande.
¡Ahora estoy tremendamente feliz! Sin parar de viajar, ¡creando y viviendo la vida que siempre soñé!