Ana
(Persona que cuida)
Ana
Hasta hace poco he estado trabajando en esta vivienda dedicada a satisfacer las necesidades de hogar de personas con parálisis cerebral y/o afines. Hace ya algunos años que trabajo en el sector social. He trabajado en muchos aspectos para muchas personas, en ayuda a domicilio, en talleres de empleo, dando clases, apoyo escolar, y como último en esta vivienda.
Este relato es también a mi manera una despedida del sector privado ya que ahora he empezado a trabajar para el Ayuntamiento del pueblo en el que vivo. Pero sobretodo es un pequeño homenaje a todas las personas para y con las que he trabajado, tanto usuarios/as como monitores/as.
Me tomo la licencia de contar que tuve una infancia difícil pasando por una fuerte depresión de la que me he recuperado totalmente y he superado por completo gracias a mi trabajo con otras personas. Ellas me han hecho esforzarme, me han hecho apreciar, me han hecho superarme en muchos aspectos.
Al estar trabajando en las dificultades de otros, a la vez he estado reconduciendo las mías.
Con esto quiero decir que la vida es un espejo. Lo que das te vuelve, de forma natural. Y la ayuda nunca es unidireccional.
El trabajo con personas es enriquecedor, es necesario además. Me da pena que hoy en día todavía las condiciones sean duras para muchos trabajadores, con contratos inestables, etc. Con mucha privatización y mucha subcontratación. Eso es una pena. He conocido grandes profesionales que merecen, como todos los trabajadores, una dignidad en sus puestos. Debemos trabajar conjuntamente para dignificar la figura del cuidador/a.
Volviendo al objetivo del relato, en realidad, creo que hay muchas formas de dis-capacidad.
Las mayores discapacidades son las no reconocidas, las que casi todos tenemos. Nuestra dis-capacidad para la felicidad, por ejemplo. Vivimos demasiado en el miedo y la fantasía, demasiado en el pasado o en el futuro, los pensamientos y las emociones nos controlan demasiado y perdemos de vista a menudo lo esencial de la vida. La vida en si misma. Esto es lo que me han enseñado “los chavales”, como cariñosamente les llamamos.
En uno de los cuadros del piso donde trabajaba se podía leer: “Un abismo no se puede saltar dando dos pasos pequeños”. A veces para saltar necesitamos coger carrerilla, otras veces necesitamos que nos empujen, y otras que nos acompañen y salten con nosotros.
Como muestra de ello os dejo el vídeo donde se puede ver que las barreras sólo existen en nuestra mente, son las que nosotros mismos nos creamos y las que nosotros mismos creamos a los demás.
En el vídeo muestro la salida tan especial que hicimos a Orio, para volar en parapente con unos amigos que hicieron un trabajo estupendo. Ellos se curraron una silla adaptada, entre otras cosas. Pero... que mejor que verlo!.
En la vivienda Txara de Aspace se intenta mejorar la calidad de vida de las personas con parálisis cerebral, aportando todos nuestro granito de arena. Se acompaña en las actividades diarias del hogar y también en las de ocio.
Siempre guardaré en mi corazón todos los momentos vividos con “los chavales” , y los que están por venir con las nuevas personas que estoy conociendo, diferente, y a la vez igual.
Gracias por enseñarme que ¡si quieres, puedes!.
Por las noches que hemos pasado viendo verano azul, cantando canciones italianas, por enseñarme que se puede pintar con la boca cuando no se puede mover el resto del cuerpo, por las poesías compartidas, por las risas, por las lágrimas….
GRACIAS.
Os dejamos el enlace al vídeo.
https://www.facebook.com/viviendatxara.aspaceguipuzcoa/videos/2014099778919197/?fref=search
Premios Relatos Supercuidadores 2018.
Este testimonio ha sido cedido por http://cuidadores.unir.net, con autorización del autor; en colaboración para dar visibilidad a las personas que viven ante la adversidad en la salud.