Enrique Roman
Enrique Roman
Me llamo Enrique, hace 19 años me tuvieron que operar de una compresión de médula cervical para evitar quedarme tetrapléjico, pero con la mala suerte de que todo lo que no quería que pasara, pasó.
Yo tenía 40 años, era carpintero ebanista, un día comencé a sentir hormigueos en las manos, acorchamiento en los brazos y mucho dolor de cuello.
Fui a mi médico de cabecera y me dijo que no me preocupara, que era una contractura muscular y me mandó relajantes.
Pasa unos días y cada vez me sentía peor, las pastillas no hacían nada, ya estaba perdiendo fuerza en medio cuerpo, pero aun así seguía trabajando.
Un día cogiendo unas maderas me desmayé y mis compañeros me llevaron al médico, me hicieron una resonancia y me dijeron que tenía la médula espinal cervical comprimida, el cirujano me dijo que me tenía que operar obligatoriamente para evitar quedarme tetrapléjico, porque el daño que ya tenía no se podía arreglar, pero sí que evitaríamos daños peores, yo le dije al cirujano que si me iba a quedar como estaba sí, pero si iba quedar peor no, y él me dijo que no me preocupara que había muy poca probabilidad de quedar mal, que le suele pasar de 100 personas que se operan a una, y no creía que me fuese a pasar a mí, entonces acepté.
Esperé a después de navidad porque tenía dos hijos, una niña con tan solo 8 años y un niño con 15, y no quería que pasaran los reyes solos.
Llegó el día, me ingresaron en el hospital de Puerta del Mar, Cádiz, llegué andando por mí mismo, no muy bien, pero caminaba, podía moverme, levantar los brazos y mover mis manos, aunque estuvieran acorchadas, pero las movía.
Recuerdo estar muy nervioso, pero mi señora intentaba relajarme, diciéndome que estuviera tranquilo, que todo pasaría rápido y pronto estaríamos en casa con nuestros hijos.
Llegaron los enfermeros a recogerme, y lo último que recuerdo fue que me dieron una pastilla para dormirme.
Cuando desperté de la operación no recuerdo nada, solo sé que estaba entre cristales y mi familia mirándome, pero de pronto mi hijo comienza a dar golpes en los cristales avisando a los médicos de que me había puesto de color morado y no respiraba, me había quedado sin oxígeno y los médicos y las enfermeras corrieron alrededor mío.
Una vez desperté, no podía mover absolutamente nada, estaba muy asustado y nervioso, y me decían Enrique mueve los pies y las manos y yo decía que no podía, en ese momento el mundo se me vino encima, pensé que algo no iba bien, ellos decían..., tranquilo la operación ha salido bien, vamos a esperar a que baje la inflamación de la médula.
Después de una larga espera no hubo resultado, seguía tetrapléjico sin mover absolutamente nada, sólo la cabeza, me decían que en el momento que el dedo gordo del pie se moviera, volvería a recuperar la movilidad, que la inflamación había causado más daño del que tenía y así estuve durante dos años, empotrado en una cama del hospital con mi mujer a mi lado, separados de mis hijos y esperando ansiosamente a que el dedo gordo del pie reaccionara a algún movimiento.
Yo así no quería vivir, pero por esa fecha se estrenó la película de mar adentro, del hombre que se quedó tetrapléjico y le ayudaron a morir, yo no me lo podía quitar de la cabeza.
Todos los días le pedía a Dios que por favor no me importaba si no movía las manos y no pudiera caminar, lo único que quería era sostenerme de pie, pero no quedarme toda la vida en una cama.
Después de este largo tiempo en el hospital, los médicos me mandaron para casa diciendo que ya no había solución y estuvimos yendo y viniendo a rehabilitación todos los días a Cádiz, hasta que dijeron que sintiéndolo mucho ya no podían hacer nada más por mí.
Pero un día, no sé el porqué, estaba en la silla de ruedas, y del coraje e impotencia de no poderme mover, no sé qué sucedió, pero me puse de pie, fue tanta la ilusión que mi esposa y yo nos pusimos a llorar, fue algo increíble que ni el médico a día de hoy entiende como pudo pasar.
A partir de ese mismo momento, sabía que me esperaba una nueva vida de lucha y recuperación, no me rendí en ningún momento, me dediqué a luchar y a intentar superarme día a día, lo primero que quería era poder volver a salir a la calle, disfrutar de la vida y de mi familia.
Al tiempo me busqué un triciclo, todo una aventura y un riesgo por si me caía, porque los brazos no los puedo levantar ni mover, las manos las tengo atrofiadas y no tengo estabilidad, pero sí que tenía fuerzas en las piernas para pedalear, aunque sigo sin poder caminar. Esa fue la mejor decisión que pude tomar, me puede más las fuerzas y las ganas, que el miedo a caerme y que no me pueda levantar hasta que no pase alguien y me recoja del suelo, porque con mi triciclo me siento libre, me engancho las manos al manillar, recorro mi pueblo, me compré una cámara fotográfica y todos los días hago fotos al atardecer, también me gusta pintar cuadros al óleo, me cuesta mucho trabajo pero lo hago.
También soñaba con volver a conducir, fui a la autoescuela y le propuse el tema de conducir otra vez , me dijo que en mi estado no podía conducir, pues no tenía bastante movilidad para conducir y yo le dije que lo iba intentar, me busqué una rueda de bicicleta del tamaño de un volante la puse sobre una madera, me enganchaba las manos y dándole vueltas y vueltas para conseguir mover un poco más las manos, entonces pasado un tiempo volví a la autoescuela y se lo propuse otra vez , me dieron unas clases pero al no tener movilidad tenía problemas en las glorietas y me volvieron a decir que no, pero yo no me di por vencido y seguí luchando hasta que al final lo conseguí, me compré un coche automático y hoy en día conduzco, no trayectos largos, pero conseguí volver a manejar un volante.
A pesar de esta triste historia y gran cambio que hubo en mi vida en un abrir y cerrar de ojos, SOY FELIZ , porque al final con la operación no quedé como quería, pero he conseguido no quedarme en una cama.
Cada día que me levanto sigo con ganas de luchar, porque la vida es muy bonita para disfrutarla, hay que apreciar cada minuto, cada momento, cada pequeña cosa que parece insignifacante cuando la tienes, pero cuando no la tienes te das cuenta que es el todo.
También es muy importante tener buenas personas a tu alrededor, porque sin ellas nada de esto sería posible, yo gracias a dios he tenido y tengo a mi mujer siempre a mi lado, que no me deja en ningún momento, es la que me ducha, me viste, me da de comer, así que ella también es una GRAN luchadora, sin el apoyo de ella y mis hijos todo esto hubiese hecho más difícil o imposible.
Muchas gracias a todas esas personas que sacrifican parte de su tiempo y de su vida para ayudar a personas con problemas, ELLOS TAMBIEN SON LUCHADORES.
Espero que mi historia sirva para dar ánimos a otras personas a que nunca se rienda y que sigan luchando.
#historiasdesuperacion #Mielopatíacervical