Desde el  principio me sentía muy cansada, ya desde el kínder (preescolar),  hasta que un día llegué a casa con una temperatura muy alta y vómitos,  no me podía mover, era como un muñeco, sin fuerza. Mis padres me tomaron y me llevaron a un consultorio particular. El doctor no sabía lo que tenía y me inyectó un medicamento para la gripe, pero, en ese momento,  comencé a dejar de respirar. Me dieron un choque eléctrico y desperté.

Mis padres alarmados me tomaron en brazos hasta el automóvil y comencé a vomitar sangre, mucha sangre. De inmediato me llevaron al seguro…. No había médicos de guarda y la enfermera me tomó diciendo…, “esta pequeña se nos muere”. Me llevaron a urgencias y colocaron sueros en mis brazos.

Mis padres estuvieron todo el proceso solos, ya que nadie nos visitó, excepto, pasados unos días, un policía que nos ayudó en los peores momentos, me visitaba, un buen amigo que Dios mandó.

Tres meses estuvieron atendiéndome, haciendo estudios sobre lo que tenía, y me trasladaron a otro hospital, en donde me recibieron de nuevo en urgencias. Nadie me podía ver más que mi mami. El diagnóstico fue cáncer L1 acompañado de leucemia, me subieron a un piso y comenzó el tratamiento con inyecciones, radiografías y muchos sueros, con efectos secundarios como la  boca ulcerada, pérdida de cabello, deshidratación continua y mucho miedo.