Sara Oto
Sara Oto
Soy Sara de Zaragoza, y vengo a daros mi testimonio sobre el dolor pélvico crónico que padezco desde que di a luz a mi hija hace once años.
Fue un parto muy difícil, de muchas horas, sin epidural, con un desgarro que no se me comunicó jamás. Nunca fui tratada por una enfermera ni por una matrona después del parto. Todos sabíamos que algo no había ido bien, porque estuve muchas horas de pujos, seis horas, mi hija tenía una herida en la cabeza, yo tenía derrames en los ojos, no supieron decirme cuantos puntos llevaba, casi no me podía mover y tenía mucho dolor.
A los cuatro días, cuando llegué a casa, vi que no era capaz de cuidar a mi hija, ni siquiera cogerla, caminar, cambiarle un pañal, de absolutamente nada. Por todas estas razones me encontraba muy mal e iba al ginecólogo todos los días para preguntar qué pasaba porque prácticamente desde el tercer día empezaba a sentir un dolor que no era un dolor de una cicatriz, no era normal. Es verdad que nunca había dado a luz antes, pero yo sabía que ese dolor no era normal.
Como cometió negligencias médicas que quería ocultar, jamás supe que había tenido un desgarro de grado cuatro y además se me abrieron los puntos, con lo cual, todo mi suelo pélvico era una cloaca. No sabía por donde salían las heces ni el pis, nada, no sabía donde tenía las cosas, no sabía nada y me preocupaba mucho la incontinencia que empecé a sufrir prácticamente desde el primer día. Como quiero centrarme en el dolor, dejaremos esto para otro episodio.
Me operaron a los cuatro meses de una fístula perianal, me enteré la semana anterior. También fue mal, me dejaron tres gasas dentro, tuve mucha infección, pero con los antibióticos y un milagrito tiramos para adelante.
Los días iban pasando, cada vez tenía más incontinencia, cada vez tenía más dolor, pero dado que estaba abierta, tampoco quería insistir mucho, es normal, tienes una herida, duele, está abierto, duele, por ahí haces todo, duele. Entonces yo misma normalizada un dolor que jamás había sentido. Estuve dos años abierta, con lo cual, todos esos dolores que yo tenía y que en ocasiones comunicaba a los facultativos, se podían calmar con paracetamol simplemente, así que vivía a base de paracetamoles entre otras cosas por la incontinencia pero llegados los dos años aquello se hizo insoportable. Fue a más, a más, tenía un dolor continuó de cadera para abajo, sobre todo muy centrado en la zona pélvica pero sin distingue si era delante o era detrás, hacia dentro, si era arriba, si era abajo, era un dolor terrible.
Yo continuaba trabajando, intentaba hacer una vida normal, ya que los médicos me decían que no pasaba nada y que todo era normal y que todo lo que me pasaba era consecuencia de un parto muy difícil, pero que dadas las circunstancias, todo era normal.
Insistía en que me dolía mucho hasta el punto de que recurrí a una fisio del suelo pélvico que me dijo que ella no podía darme un tratamiento sin tener un diagnóstico. Si que veía muchas cosas, no podíamos bajar el dolor con nada, así que con esta fisio estuve durante un año resistiéndome a coger la baja en el trabajo. Yo quería continuar mi vida normal, olvidar todo y seguir criando a mi hija todo lo mejor que pudiese y que todo aquello acabase, pero llegó un momento en que no pude más. Me desmayaba en el trabajo de dolor.
Gracias a mi fisio y a mi doctora de cabecera logré entrar en rehabilitación de suelo pélvico donde se me empezó a tratar la incontinencia fecal y la urinaria. En la urinaria mejoré muchísimo, en la fecal, hicimos todo lo que pudimos, con distintos tratamientos, pero nunca probamos a tratar el dolor.
Mi médica de cabecera me recetaba analgésicos que consumía de dos en dos, seguía desmayándome en el trabajo y en el hospital me animaron a solicitar una baja temporal. Me costó muchísimo el verme en casa y ver que mi vida distaba mucho de ser normal y que el dolor cada día me consumía más y no tenía remedio. No encontraba alivio casi nunca.
Cuando empecé a conocer todas las patologías que tengo, rectocele severo, copocele, cistocele, el esfínter roto y la neuropatía del nervio pudendo que es lo que provocaba tanto dolor, hasta el punto de tener cuadros vagales y casi, casi, perder el conocimiento.
A raíz de todo esto he seguido llevando el dolor como mejor he podido hasta que en coloproctología, tratándome la incontinencia fecal con un neuromodulador que me instalaron en la vía sacra tres y hablando mucho con la técnico y con los técnicos que programan el aparato, vigilan que todo vaya bien, junto con el cirujano y la cirujana, me dijeron que podían poner un programa para poder quitar un poquito ese dolor y bueno… no me lo podía creer, que ese aparatito tan pequeño pudiera hacer tantas cosas.
Desde luego no ha sido la solución al cien por cien de todo, ni de la incontinencia ni del dolor, pero me ha cambiado la vida, tengo mucha más calidad de vida. No me he vuelto a desmayar.
Ya llevo cinco años con el neuromodulador y a lo mejor si que he tenido algún pico muy fuerte que me ha durado varios días, pero he sido muy constante en comunicar a la técnico para con cambios de programa lograr lo mejor y aun hoy estoy con revisiones cada poquito tiempo pero creo que hemos logrado sacarle el máximo partido al neuromodulador y a darle vos al dolor. A este dolor que me acompañará siempre, pero no tanto como antes y además ahora lo entiendo, entiendo por qué duele, como duele y cuando duele .
También, a parte de a los médicos que después de seis años encontré en el camino gracias a Dios, tengo que dar gracias a ASIA, Asociación de incontinencia que nos pone en contacto con los facultativos, que nos anima a hacer nuestros diarios de incontinencia, el del dolor que no sé si lo he inventado yo, a mí me da la sensación de que sí, pero es tan necesario de tener un apoyo de gente que le pasa lo mismo que a ti o que tu puedes contar lo que te pasa y de repente resulta que hay más gente que tiene incontinencia fecal y anda!, tienen dolor, también tienen dolor.
Para mí, ha sido encontrar una familia, un apoyo muy grande y te hace tener muchas ganas de moverlo todo y de dar voz al dolor para que los facultativos lo tengan en cuenta porque a veces se olvidan de lo que se siente. Se fijan en lo físico pero se olvidan de lo que a ti te duele y de cómo te duele y cuando te duele.
Así que aquí dejo mi testimonio y seguimos por aquí, viéndonos y luchando y dando voz a enfermedades invisibles y sobre todo al dolor.