Roser Tomàs
Roser Tomàs
Me llamo Roser, tengo 51 años, me encontraron cáncer de mama en la mama izquierda en el 2017 con 49 años.
Fue una sorpresa porque no me notaba absolutamente nada, fue en una revisión y cuando iba a buscar los resultados con mi hija en un momento en el que estábamos haciendo las pruebas del vestido de boda. Fue un día muy agridulce, un cambio de una cosa a otra que te preguntas..., ¡Dios que está pasando!. Estaba tan poco preparada que, cuando el médico me dijo..., "a esto hay que buscarle los apellidos", me quedó muy grabado, me dijo que era un cáncer y se me ocurrió preguntar que si era malo. No estaba preparada para un resultado así. Ese día me quedó muy marcado, me acuerdo perfectamente de todo lo que pasó y como fue yendo el día. El diagnóstico fue un carcinoma ductal infiltrante o invasivo de grado 2 y de 2,5 cm de tamaño.
Cuando llegué a casa no sabía como enfocarlo, todavía no lo entendía muy bien. Enseguida escribí como me quería sentir en ese momento para seguir adelante y les pedí a todos los míos que, si tenían que llorar fuera de emoción, no de pena, porque no quería a nadie con pena a mi lado porque yo conmigo no la sentía, es más, no he sentido ese enfado que mucha gente dice, que se enfada con la vida y se pregunta el porque me ha pasado a mí. Yo no lo he vivido, simplemente he trabajado mucho la aceptación. Mi padre no está conmigo desde hace 16 años, pero me ha ayudado mucho el haber vivido con él todo el proceso de su enfermedad.
Enseguida me dijeron que tenía que hacer pruebas y lo primero que hice fue pedirle al médico irme a la sanidad pública porque mi padre murió de cáncer, justo el día que yo cumplía 35 años, y lo habían llevado en un hospital en Barcelona y quería estar en el mismo hospital en el que le estuve haciendo el acompañamiento. Me costó bastante porque vivo en otro sitio y en principio no me dejaban.
Al día siguiente de la noticia, me levanté, tengo una pizarra en la cocina donde apuntaba la lista de la compra, la borré y escribí que yo iba a poder con esto y detrás escribieron mis hijos. Hice un escrito de seis o siete páginas, una de ellas todavía está pegada en la habitación al lado de la cama junto con una mariposa, porque para mía las mariposas son algo especial. En la hoja está escrito: "Yo fluyo con la vida..., serenidad delante del miedo". En los momentos en que me encontraba fatal, me leía esto y pensaba..., "con calma, vamos haciendo, vamos viendo como va pasando todo".
No me podía animar, ni frustrar, porque no sabía que iba a pasar, tampoco lo sé ahora. Nunca he escrito en plan positivo total ni negativo total, simplemente vamos paso a paso, vamos aceptando, agradeciendo lo que tenemos ahora y ya veremos que cosas nos van pasando.
Fui a la boda de mi hija como pude porque hacía diez días que me habían operado.
Me ha ayudado muchísimo el escribir, soy una persona con claustrofobia, por lo tanto cualquier máquina que me ponían era como una carga extra para mis emociones; el escribir, el encontrarme conmigo misma, pintar muchísimos mandadas, regalarlos, me ha ayudado mucho. Procuré, y lo recomiendo, no querer afrontarlo todo de golpe, porque te ahogas, es mejor ir por fases. Primero la fase de los resultados, luego la fase la medicación, que en mi caso estaban dudando si administrarme quimio o no, al final me administraron durante mes y medio un medicamento del tipo antiestrógeno y tuve una respuesta fue muy buena. Después de esto fue la operación y luego la radioterapia. Cada una de las cosas es ir tomándola como vienen, porque al principio yo quería estar como dos años por delante y me quedaba todavía todo por vivir, era muy agobiante, por eso el consejo que daría es este, Una cosa detrás de otra.
A los seis o siete meses de tomar la medicación empecé con unos sangrados muy fuertes, al principio no hicieron mucho caso, pero llegó un momento en que ya no era sangre, eran coágulos, me presenté en el hospital y me encontraron un pólipo de tamaño considerable. Allí se despierta todo otra vez, me dicen que hay que analizarlo, lo más probable es que sea benigno, pero yo venía de una medicación que puede provocar cáncer de ovario. Es como que la máquina se pone en marcha otra vez, no te has bajado de ella, pero calienta motores otra vez. Tu cabeza vuelve a pensar sobre ello, vuelta a pintar más mandalas, a hacer respiraciones, a hacer yoga, todo lo que pudiera hacer por mí misma. Gracias a Dios esto salió bien.
En octubre celebré mi fiesta de los 50 años, con todas las personas que en aquel momento tuve al lado, eramos sesenta y pico, fue genial, yo sigo escuchando muchísimos mantras, Snatam Kaur es mi preferida, y uno de los regalos fue el de mi hermana que me trajo un grupo de doce o quince chicas tocando música de percusión, fue brutal. Mi hermano cantando con una chica. Nos cogimos todos de las manos para hacer un mantra. Fue algo superemotivo.
En diciembre, a los 4 meses de terminar la radioterapia, un día antes de un viaje que tenía previsto con mi hija, me encontraba bastante mal, tenía fiebre y me encontraba un poco ahogada. Me acerqué al hospital y quedé ingresada, tenía una neumonitis rádica, provocada por la radioterapia, se me juntó con la gripe B y una anemia muy fuerte. Esto me tumbó mucho más que el cáncer, me dejó con 48 kilos, me postró en un sofá, no podía ni llegar a la cama, imposible andar, no podía ni secarme el pelo yo sola, cada vez estaba más ahogada. Aquí llegué a pensar que si no me despertaba, casi mejor, porque estaba muy muy cansada. Como has tenido un cáncer y lo tienes superado tienes que aceptar que la gente desaparezca. Me encontraba supersola, vivo arriba en la montaña, en una casa y la sensación de soledad era brutal.
Me hacía tacs cada dos por tres, porque al principio me habían localizado un nódulo en el pulmón y tenían que controlar que no fuera metástasis. En el tac vieron que la neumonía me había creado fibrosis pulmonar y dos nuevos nódulos que, por suerte, no son malignos. En el último tac me encuentran que tengo un mínimo derrame pericárdico. Me dice la médico que es producido por el tratamiento de radio y que sucede en un tres por ciento de los casos.
Te cambia la vida totalmente, ya no corro, no subo escaleras, no puedo andar y hablar al mismo tiempo, las dos cosas a la vez me ahogan. Aquí tuve un bajón importante, porque tu cabeza quiere hacer muchas cosas pero tu cuerpo no la sigue. Con el cáncer no era así, el cáncer me hizo salir de casa, conocer gente, me apunté a dos asociaciones, a una iba a hacer reiki, en otra a pintar, salía mucho de casa. Pero con esto no, todavía estoy con el tema, mañana me ponen un holter y no sé muy bien lo que puede pasar.
Vuelta a lo mismo, hay que aceptar que mi pulmón está quemado, que el pericardio está irradiado y tiene un agujero y que todo esto puede ir a más. Esto seguirá siendo así porque no tiene solución, no va a ir a mejor. A todo esto le sumo que a veces no encuentro todo el apoyo que necesito en mi entorno. Esto me está costando aceptarlo y a veces pienso que tengo que llevarlo sola. Hay veces que me apetece mucho llorar, pero no he sentido pena en ningún momento, es como cansancio emocional, es como decir... "y ahora esto, encima esto...".
Hay una cosa que es muy pequeñita y que tiene cinco meses que me saca de todo esto que es mi nieto. Necesitaba ser abuela. Mi nieto es mi motor y también mi hija. Cuando he tenido algún bajón, pasamos unos días juntos, coge el coche y viene a verme o voy yo a verla. El médico me dice que no lo coja con el brazo izquierdo, pero cuando estoy con él, no es que no lo coja, es que no lo suelto. Me da paz y tranquilidad y solo con que me sonría me olvido de todo.
El cáncer no me ha frenado, me han dado más ganas de hacer cosas, de vivir y de disfrutar. Si tenía cuatro ahorros, quise disfrutarlos con los de afuera, aprendes muchísimo y hay una parte muy emocional en el tema del cáncer que es los que tengo al lado, los que no tengo al lado, los que parecía que estaban, los que no están, esto a mí, me ha costado mucho. Me ha costado mucho con la familia, más adelante he entendido que era por miedo.
Llevo dos años sin parar de pasarme cosas. El otro día tuve que ir al médico por un problema en las manos y me dijeron que fuera a hacer análisis porque podía ser un problema grave. Es como una montaña rusa. Pero todos los momentos buenos que tengo los aprovecho al máximo, me apetece muchísimo ir al teatro, salir de fin de semana..., hacerlo todo. Si me tiene que pasar algo, ya me pasará, no puedo seguir pensando más.
Yo me he abrazado mucho a mi misma, no esperar fuera las frases y las palabras, la gente intenta ayudar y a veces hacen como más daño. Se trata de adentrarse en ti y aceptar la situación en ese momento porque mañana puede ser muy diferente y esa diferencia puede ser positiva. Es muy importante el ahora, ver que tengo ahora y mañana ya me tocará. Si no te pierdes, te agobias, necesitas que la gente te dé respuestas y a veces ni las saben los demás. Si tengo que gritar, grito y si tengo que llorar lloro, si tengo que reír, rio. Lo que más fuerza me ha dado es el abrazo con uno mismo, la búsqueda de tu identidad, fluir con uno mismo y con serenidad delante del miedo. En todo esto mi padre está detrás con su ejemplo, los pasos que él ha ido llevando en su enfermedad son los que he ido siguiendo. Él no quería cargar a nadie con su enfermedad ni que la gente lo pasara mal, aceptó su enfermedad sabiendo que le quedaban tres años.
Ahora mi día a día es sobre la marcha, voy muy al día, me apatece hacer alguna cosa, pues la hago. Hago lo que me apetece y me doy muchos regalos, eso sí, el otro día hizo dos años que me habían operado y ha caido un anillo. Si hay buenas noticias, lo celebro con una cena por ejemplo, me voy premiando.
Me ilusiono con las pequeñas cosas y me acojo a lo bueno que tengo. Es muy necesario que el ánimo suba porque a veces cae pero, me cojo mis escritos y me levanto.
Estoy feliz.