Wenceslao Apostua
Wenceslao Apostua
Soy Wenceslao Apostua Méndez, tengo cincuentaicuatro años, deje el consumo de alcohol cuando tenía treintaicuatro años, mis hijos tenían nueve y tres años. Lo que peor llevé, cuando estaba en convivencia con el alcohol, fue verlos sufrir.
Me metí en el mundo del alcohol como se mete tanta gente, por ser un poco tímido, necesitaba ser parte de ese grupo al que pertenecía, parecerme lo más posible al líder, ser dicharachero, hablador, cuando realmente no lo era, eso fue lo que al principio fue haciendo que me enganchara. Esto empezó con catorce, quince años. Si quería sacar a una chica a bailar, necesitaba tomar primero un par de copas. Yo bebía para romper mi timidez, y sentirme parte del grupo.
Al final uno va teniendo mucha tolerancia al alcohol y con los amigos que va estando necesitan beber menos que tú y tú ves que eres más todavía porque vas consumiendo más.
Uno cambia de vida, te casas y tienes que cambiar la forma de beber, pero sigues bebiendo y bebiendo y empiezas a tener problemas familiares. Tu mujer no se acostumbra a tu forma de vivir, a tu forma de hacer las cosas. Tuve los hijos muy pronto, uno no sabe todavía ser marido cuando ya es padre y al final no sabes ser marido ni ser padre. Los viernes en casa era cosa mía y de mis amigos, los sábados bebía en familia, algunas veces más, otras menos, pero principalmente ya hacia carga el viernes. Poco a poco esa carga se fue haciendo más grande, entre semana no era mucho, pero los fines de semana la carga era muy grande, hasta acabar bebiendo a diario, hasta que ya ves que los niños están empezando a sufrir. El mayor con nueve años cuando llegaba a casa y, en función de cómo veía como abría la puerta o como hablaba, se escondía debajo de la cama sin haberle puesto la mano encima. Veía lo que estaba sufriendo y eso fue lo que me hizo reaccionar.
Los viernes llegaba a salir sin dinero para no repetir, me prometía que sería el último viernes, pero no lo conseguía. Cuando ves a tus hijos cada vez peor, llegas hasta tener pensamientos suicidas porque necesitas que sean felices y sabes que no lo van a ser, porque tú ya no eres feliz, eres infeliz, ellos son infelices, tu mujer es infeliz, y al final es un mundo de infelicidad por culpa del alcohol.
Me quise quitar del medio pero no fui capaz. Lo intenté varias veces, con una soga al cuello pero no era lo suficientemente fuerte. Es este periodo en que lo intenté, dos o tres meses, me hablaron de un psiquiátrico que tratan el alcoholismo y quise hacer un ingreso, pero antes, me dijeron de una asociación en mi barrio que también se dedicaba a esto y que previamente podría ir y así, el paso podría ser más ligero. O lo hacía en ese momento con ayuda o no lo hacía, lo había intentado muchas veces solo pero no era capaz de dejarlo, cada vez era peor.
Llegué a la asociación, me atendió el médico, la psicóloga, y el grupo de personas que estaba en terapia atendida y rápidamente fui capaz de ir entendiendo lo que veía allí. A cada persona que escuchaba me desintegraba todo lo que pensaba, en mi cabeza tenía como culpable de todo lo que me ocurría a mi mujer por las riñas que teníamos, pero como mi cerebro no regía como tenía que regir, decía cosas que no eran lógicas, en cuanto escuché a la primera persona y al médico que me desmontó todo lo que tenía en la cabeza, me hizo ver que todo eran excusas y que era un engaño que tenía producido por la enfermedad, tenía una necesidad fisiológica de consumo de alcohol. Llegué sobre las navidades y en Reyes se hacían regalos para los niños, entraron mis niños y cuando vi lo que mis niños empezaron a ver allí y como le brillaban los ojos viendo a la gente, decidí quedarme y agarrarme a la cuerda que me estaban echando y no he vuelto a beber.
Entender la enfermedad me costó un poquito más, pero asumirla me costó más trabajo. A base de terapias es como fui capaz de reconocer que era enfermo alcohólico y ya fue más fácil. Esto fue un proceso de un año, y tenía algo en mi interior que me decía que lo podría superar, acudía a terapias con la idea de que algún día podría beber un vasito de vino y fue la ayuda de la terapia y los compañeros lo que me ayudó.
Siempre digo que las asociaciones de alcohólicos rehabilitados son escuelas de vida. No aprendes solamente a dejar el alcohol, aprendes a vivir.
Desde que entré en la asociación y con los pasos que di, desde hace veinte años no he vuelto a beber.
Mi día a día es fantástico, ahora mismo acabo de limpiar el polvo, he aprendido a que en mi casa exista la igualdad, los valores me han cambiado desde que estoy en la la asociación, no tengo nada que ver con la persona que llegó, allí aprendemos habilidades sociales, comunicación, muchísimas cosas, no solo a dejar el alcohol y a hablar del alcohol.
Me siento muy realizado, con muchísimas ganas de aportar y ayudar a todo el que lo necesite y al que ya ha iniciado el proceso decirle que sea inteligente, no fuerte.