Diego Calvo Merino
Diego Calvo Merino
Inicié mis estudios de teología con la ilusión de un niño y lejos de mi estaba presagiar lo que ocurriría tiempo después. Diez años más tarde claudicaba ante un diagnóstico severo de adicción terrible a la cocaína y me debatía entre múltiples psicólogos y diversos tratamientos que, tras nueve largos años, me llevaron de golpearme entre paredes acolchadas a un alta maravillosa firmada por un centro de salud mental con el que, por fin, puse punto final a esa forma de vivir y pasar entonces a mantener mi abstinencia de forma constante y poder recuperar mi vida, perdida entonces, en la nebulosa del desánimo.
La insoportable inocencia del culpable y la enorme carga de culpabilidad por lo que estaba haciendo con mi vida invadían a diario mi pensamiento.
Escapar de una adicción es algo muy complejo. Sin embargo, tras los últimos avances científicos, las posibilidades de recuperación, aunque escasas, son reales. Uno puede liberarse de las garras de una enfermedad incomprendida durante mucho tiempo. No solo puede y debe, sino que además lograrlo supone una experiencia de crecimiento y resiliencia edificante. Hoy, mirando hacia el pasado pero sin volver atrás, comprendo mejor el significado de adicción, de adicto, de consumo y de sustancia, a pesar de la neuroplasticidad del cerebro que sigue siendo vulnerable y permanece en riesgo, es además, un cerebro diseñado para la felicidad
Sencillamente me convencí de que por algún misterioso motivo yo era invulnerable, aunque conocía algunos de los riesgos y me “asustara” el consumo, yo no me engancharía, decía. Pero la adicción no negocia y poco a poco se fue extendiendo dentro de mí como una nefasta niebla. No olvidemos que, ante esta amenaza personal, social y familiar, todos estamos involucrados, todos debemos sensibilizarnos y no olvidemos que no solo sufre el adicto sino también las personas que conviven con él. Si no está en tus manos cambiar una situación que te produce dolor, siempre podrás escoger la actitud con la que afrontes ese sufrimiento, decía el famoso psiquiatra austriaco Víctor Frankl.
Aceptar mi enfermedad y vivir con ella, aprendiendo de ella y haciendo de ella un desafío y una oportunidad, es una obviedad hoy. Aceptar el fracaso es la primera de las victorias y la coherencia empieza por el perdón y la comprensión de lo que uno mismo ha hecho, sin saber o sin querer haber llegado tan lejos. Pero uno ha de aceptar la realidad que vive y desde esa realidad, buscar una nueva forma de vida. Una nueva forma de vivir.
Yo soñaba con ser pastor de iglesia o profesor de religión, vivir honestamente y ser coherente con mi fe. Soñaba con poder ser un buen padre de familia, un buen esposo y un buen cristiano, sin embargo, lo que soy y seré para siempre, es un cocainómano, es decir un “adicto”. La vida es aquello que te sucede mientras tú tienes otros planes. Al fin y al cabo, me lo merezco porque son las consecuencias de mis decisiones, pues somos los arquitectos de nuestro destino. Si he llegado a enfermar es porque me lo he buscado. ¿Es eso exactamente así? ¿Acaso quiere alguien ser adicto? Hoy no podemos limitarnos a hablar de fuerza de voluntad para superar una adicción, algo que antes siempre se potenciaba, el “apretar los dientes” frente a la sustancia, hoy es un esfuerzo prácticamente inútil.
“Querer no es poder” cuando hablamos de adicción, la fuerza de voluntad tiene otro marco de actuación.
La Cocaína pudo conmigo y esa fue siempre mi asignatura pendiente. Solamente cuando me rendí a la evidencia empezó mi restauración. Es curioso que se puedan vencer ciertas batallas sólo cuando uno es capaz de aceptar que las ha perdido de antemano. Rendirse es vencer en ocasiones. Este fue un largo y lento proceso de aprendizaje que me costó mucho tiempo.
Un día, descubro algo extraño. En mi habitación empiezo a consumir de forma compulsiva durante unas horas comunicándome con un amigo a través de mensajes móviles, pero estando solo. Algo muy confuso porque descubro que, misteriosamente, no podía parar de consumir. Es la compulsividad. Me asusté a las horas siguientes y decidí acudir a un psicólogo de la capital para preguntar mis primeras dudas. Hace mucho tiempo de esto. Doctor: Consumo coca ¿Soy adicto? ¿Qué me pasa? ¿Hay algo tan estúpido como consumir a oscuras y mandar mensajes de “va me la meto, ¿y tú?” con un amigo que supuestamente estaba haciendo lo mismo?
La adicción, cualquiera de ella, acaba con la vida de inocentes, especialmente los codependientes que giran alrededor del adicto y sufren verdaderos infiernos y que se encuentran cuestionándose si lo que les ocurre es realmente lo que merecen.
El camino de la adicción no es siempre el mismo en todas las personas, difiere en cada una de ellas pero siempre se vuelve crónico, progresivo y extremadamente peligroso. Destruí parte de mi juventud y madurez y como consecuencia he de vivir una vida diferente. Soy consciente que lo que he mermado mi vida, lo que tiene de adicción, lo que he sumado resta realmente las capacidades que pude tener y desarrollar si no hubiera decidido de la forma que lo hice. Pero al mismo tiempo, soy consciente que sobre lo recorrido se puede aprender, se puede resurgir de las cenizas y resucitar a una nueva vida, diferente y única. Me arrepentiré toda mi vida de haber tomado decisiones equivocadas de las que yo soy responsable porque en mi libertad me equivoqué. No quiero que le pase a nadie, no deseo que ningún adolescente pase por lo que he pasado yo. Veamos cuales podrían ser los pasos más importantes para construir una personalidad resistente ante el peligro de las adicciones: Sé el mejor tú mismo, No te dejes manipular. Ten un proyecto de vida constructivo y coherente. Cuida tu estabilidad psicológica entre corazón y cabeza. Vive el presente asumiendo el pasado y con las ilusiones del futuro. Sé dueño de ti mismo. Dile NO a la droga. Obtén una buena educación sanitaria, sexual y afectiva.
Si a los que hemos caído se nos da una segunda oportunidad, si nos permiten un nuevo despertar, esta vez hemos aprendido la lección y no queremos volver a fallar.
Ahora he de aprender cómo vivir esta vida con muletas, con cicatrices y heridas, con duelos por las desproporciones de lo que llegué a hacer bajo los efectos de una adicción pero seguro de querer vivir una vida nueva. He aprendido a reconocer que no se puede mirar atrás, ir de victima ni seguir llorando, que las personas me quieren y que hay todo un mundo por descubrir. La adicción se puede superar y se supera. En mi periodo de formación en psicobiología de la drogadicción aprendí a no bajar la guardia, a entender qué es necesario hacer para vencer y vencí. Ahora puedo ser para otros una herramienta de ayuda, de comprensión. Mi plan es crear una plataforma universal on-line de ayuda al adicto, de ayuda al codependiente de cursos de formación, de educadores, de conferencias, de ponentes, de información apropiada y útil. Los mensajes de culpabilidad del pasado no tienen eficacia y son crueles y desproporcionados, porque el adicto no es ya el sujeto culpable de su enfermedad sino objeto de la misma, es responsable sin duda del consumo y de su recuperación, pero no de su enfermedad. La enfermedad se puede producir o no y todos somos vulnerables. Es hora de ver la otra cara de la adicción y es hora de empezar a soñar con un nuevo despertar, una nueva generación de jóvenes comprometidos e ilusionados con una vida sana y pura. Porque no podremos evitar los riesgos ni eliminar las drogas o los comportamientos adictivos de la circulación, pero sí podemos cambiar el destino de los acontecimientos. Mañana pueden ser nuestros hijos los que necesiten nuestra ayuda o puede ser nuestra propia familia o nosotros mismos los que sin querer nos veamos inmersos en un problema adictivo.
Parte de mi vida está rota, pero ahora recuperado y recuperándome, intento ser productivo, porque la abstinencia solamente no responde a todo el triunfo soñado. Ahora hay que vivir, decidir, pensar, sentir, disfrutar, pero de una manera diferente. Yo he quemado algunas etapas perdiendo mucho por el camino; no lo hagas tú.
Tu amigo, Diego Calvo
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