Carmen Lazcano
(Persona que cuida)
Carmen Lazcano
Aquí estamos con la esperanza de remediar lo que desgraciadamente nos ha tocado vivir, levantando el ánimo. Todo sea por los nuestros, a los que queremos a pesar de lo que nos hacen sufrir. Me llamo Carmen, soy madre de dos hijos con problemas de adicción, Gil Manuel, el mayor, y Alfredo, el pequeño.
Con el mayor, pronto nos tocó afrontar el toro que nos venía, ya que con 19 años fue a la mili y de allí llegó a casa con un brote de esquizofrenia que nos destrozó la vida, tanto a él como a nosotros.
Sea por eso o por lo que fuera, salió a beber, fumar porros y jugar a las máquinas.
Fue un infierno, y sigue después de los años, sufriendo en un psiquiátrico... él también sufre, y ya se ha escapado unas cuantas veces. Hay que llamar a la policía para que lo busque.
A su hermano también le hizo sufrir mucho.
Cuando le salió trabajo en Asturias, se marchó. Allí al principio estaba bien, con una familia amiga. Luego conoció a una chica y se hicieron novios. Al ver que no estaba solo, estábamos tranquilos, pero cuando empezó a ganar dinero, se fue por el peor camino.
Nosotros estábamos ignorantes de lo que pasaba. Hace siete años llegó a casa y se había dado un tiempo con la novia. Al principio todo parecía que iba bien pero pronto nos dimos cuenta de que algo pasaba. Faltaba al trabajo y estaba raro. Además, era mentiroso y egoísta y gastaba todo lo que pillaba. Fuimos al médico y allí confesó que no podía pasar sin beber. La doctora le puso un tratamiento y nos mandó a la asociación de alcohólicos rehabilitados de Illescas.
Allí no conocíamos a nadie pero fuimos bien recibidos. La ayuda que nos dio AARIF fue lo que nos encarriló para ver una luz en este camino oscuro por el que nos llevó su adicción.
Con esfuerzo y ayuda siguió adelante y se recuperó. Pero ese veneno que le atrapó le hizo recaer una y otra vez, siempre mintiendo y engañándonos.
Su padre se puso enfermo. Estuvo mucho tiempo en el hospital. Ahí se torció otra vez. Yo tenía que estar con su padre y al estar más tiempo solo, se enganchó a la droga. Se engañaba una y otra vez. Me desvalijó la casa, todo lo que podía. Me robó dinero para consumir. No me duele lo que me robó, me duele para que lo usó.
Su padre no superó la enfermedad y falleció. Le lloró mucho pero siguió consumiendo, cuando vio que yo no podía darle nada se marchó de casa y estuvo casi tres meses por el mundo.
Ahora yo estaba sola, sin el apoyo de mi marido. Esto es muy duro; sin saber nada de él; lo único que sabía de él era por las multas que llegaban a casa.
Cuando volvió a casa estaba consumido, no parecía él. Con treinta kilos menos, me daba miedo mirarle, doblado, era una sombra. La droga lo estaba devorando. El consumo es algo tan fuerte que no les deja razonar ni pensar. Estaba tan ciego en el consumo que todo le daba igual. Además de gastar, rompió su coche, el de su padre y el mío. Parecía que todo le daba igual. Todavía estoy pagando ese desastre.
Ahora espero que piense en ser una persona como debe ser. La droga es la muerte.
Otras vez ha sido AARIF la mano tendida que nos ayuda sin condiciones. En los meses que lleva de abstinencia ha cambiado mucho. Ha cogido peso, parece que se ha dado cuenta de que la vida que llevaba no podía ser.
La terapia que le brinda la asociación es una muleta muy importante para seguir adelante.
Le han encontrado un trabajo en el que está muy contento y esperanzado, y yo también. A ver si se enmienda de una vez.
Ellos son buenas personas, pero son muy débiles, no saben decir ‘no’.
Las garras de la drogas son muy fuertes y están al acecho, por eso, no nos podemos relajar.
No desfallecer mientras queden fuerzas, lo digo sin ningún reparo.
Estoy muy asustada y tengo mucho miedo, pero sin perder la esperanza.