Mercedes Fernández (climent)
Mercedes Fernández (climent)
Soy Mercedes Fernández pero todos me conocen por Mercedes Climent.
Siempre me gustó dedicarme a hacer algo para relacionarme con las personas, publicidad, periodismo o moda. Me llamaba mucho la atención la moda, sino que se lo pegunten a mi madre.
Desde pequeña, en el cole, a mis padres les dijeron que veía mal. Mis padres me llevaron al oftalmólogo y lo primero que nos dijeron fue que me había quedado mirando al sol y que se me habían quemado los ojos. Naturalmente, eso no fue verdad.
Fuimos a otros oftalmólogos y lo que me diagnosticaron fue una degeneración macular, que normalmente es debido a la vejez.
Pasaron siete u ocho años en los que veía mucho más que ahora, ya que lo que me diagnosticaron después fue una retinosis pigmentaria evolutiva, es decir que no veo.
En mi juventud no sentí que tenía dificultades ni que perdí de hacer cosas debido a mi familia y a mis amigos. Estudié bachillerato en el cole hasta sexto y reválida, estudié la carrera de decoración y siempre me sentí muy apoyada por mi familia y amigos, sobre todo una amiga fantástica que tenía y la sigo teniendo. Se lo debo mucho a mis padres, porque mis padres no han sido de los que dicen… “hay pobrecita, no hagas esto”, nada de eso, al contrario… “, si alguien hace alguna cosa, tú también puedes”. Normalidad absoluta. Si los demás lo pueden hacer seguro que lo puedes hacer tú, con más dificultades, pero se puede.
A los padres que tienen un hijo como yo, les diría que los dejen hacer cosas, que si se caen, no pasa nada, se levantan, y si se tropieza y se hace una herida, se cura. No pasa nada, yo tengo muchísimos golpes y aquí estoy. A veces te duele más que te riñan que la propia herida.
Me costó mucho coger el bastón blanco, para mí significaba ceguera y era un símbolo difícil de aceptar, y también por mis padres, porque en casa, de siete hermanos, tres tenemos retinosis pigmentaria evolutiva. Hoy en día lo tengo asumido. En la familia nunca lo hemos visto como mala suerte, estamos todos muy unidos y nos ayudamos mucho.
Cuando fui un poco más mayor, quisimos entrar en la ONCE debido a que mi marido Juan, fue una vez a Expojuventud y vio allí un aparato fantástico, era como una tele pequeña y ponías debajo cualquier libro y aumentaba el libro todo lo que tú quisieras, Telelupa se llamaba. La empezamos a buscar, pero solo la podía proporcionar la ONCE, por eso entramos.
La entrada en la ONCE fue fantástica porque en mi negocio, me adaptó todo mi puesto de trabajo y me facilitó mucho las cosas.
Aunque no puedas ver las caras de las personas se pueden captar más cosas que otra persona que ve. Por ejemplo cuando estoy en una reunión, según una persona habla, noto si tiene más o menos química conmigo, o está enfadada, disgustada, contenta, no sé, noto una serie de cosas que no sé si una persona normal las percibe como yo. Creo que se desarrollan otros sentidos, yo no estoy pendiente del físico de la persona, solo estoy pendiente de lo que dice y de lo que capto.
Mi casa no está adaptada, pero conozco muy bien donde están las cosas, aunque si dejan una puerta entornada o una silla por en medio, me tropiezo. Capto muy bien las cosas con las manos, la ropa por ejemplo. Con la ropa tengo separados los jerséis en cajones por colores, las medias en bolsas. Eso me hace no estar continuamente preguntando por los colores.
Tengo tres hijos, un día nos llamaron, que mi hijo Juan, un niño deportista y guapísimo, estaba tirado en la calle, cuando llegamos, estaba muerto, nos dijeron que había tenido una muerte súbita. Fue horroroso. Fueron unos momentos malísimos en nuestra vida que no deseo a nadie. Cuando te pasa esto no encuentras sentido a la vida, en esos momentos me quería ir con él, pero el tiempo, aunque no lo cura, alivia y te deja vivir. Tenía la sensación de que no me había despedido de él y una de las cosas que más me sirvió fu escribir una carta, saqué todo lo que llevaba dentro o parte de ello y me dejó un poco respirar. Poco después tuve un sueño en el que le abría la puerta de casa, me daba un beso y me decía… “hasta luego mami”, y se iba.
Nosotros buscamos ayuda en muchos sitios porque creíamos que nos iban a dar la solución para que aquello se nos quitara, pero nos vino muy bien la unión, el amor que nos tenemos y seguir con tu vida, con tu trabajo. Yo intentaba no estar mal por mi marido y supongo que a él le pasaría lo mismo. Cuando alguno estaba mal, el otro intentaba tirar de él.
El amor propio y la ilusión son muy importantes, sin la ilusión no se puede vivir. El amor propio significa quererte un poquito o bastante, si no te quieres a ti bastante, no tienes la voluntad o el impulso de llegar a donde quieras. Para hacer feliz, para querer a cualquier persona, tienes que ser feliz y quererte tú. Empezar por uno mismo.
Testimonio cedido por Cairys, psicología y bienestar.
Cargando...