Paqui Ruiz
Paqui Ruiz
Soy una mujer diferente a partir del párkinson, pero para mejor.
Dicen que como mujer formo parte del 50,5% de la población española, además del 64,3 % de mujeres mayores de 50 años y, para terminar, del 19% con la enfermedad de Parkinson menor de 65 años.
Se considera que la mujer empieza a envejecer a partir de los 46 años. Aparecen las primeras arrugas, la piel comienza a descolgarse y las ojeras se profundizan. Nada de eso me importaba, con 48 años era feliz. Mi familia estaba bien, yo tenía trabajo, tenía buenos amigos, la hipoteca ya estaba pagada, algún viaje al año... ¿Qué más podía pedir?
Y a esa edad conocí el Parkinson de primera mano. Sí, el diagnóstico fue Parkinsonismo atípico. ¿Qué? ¿Parkinson qué? ¿Eso qué es? ¿Por qué yo? ¿Qué he hecho mal? ¿Por qué a mí? ¿Me moriré pronto? ¿Pero eso no les daba a personas mayores? ¿Terminaré como Michael J. Fox temblando? ¿Y ahora qué voy a hacer? ¿Lo heredarán mis hijos? ... !Qué cantidad de preguntas lanzadas al aire y no obtener respuestas! ¡Porque sencillamente no las hay!
Después del susto por el diagnóstico, pasar por la negación, tristeza y aceptación, hoy llevo algo más de siete años viviendo con él. ¿Miedo?, claro que tengo miedo por el futuro, pero no dejo que tome el control de mi vida.
Me he sorprendido descubriendo en mi a una mujer valiente, fuerte y luchadora. Una mujer que decidió no rendirse ante la adversidad. Una mujer que quiere ser feliz ese tiempo diario de felicidad del que dispones, porque ser feliz veinticuatro horas al día no debe ser fácil. Quiero vivir la vida lo mejor que pueda, además estoy en esa edad en la que puedo decir lo que siento, en la que si me callo algo me salen subtítulos. Además, no me considero enferma, sino que tengo una enfermedad.
Hace unos días leí que algo llamado “disco dentado”, en el hipotálamo, podría ser el responsable de la creación de nuevas neuronas, neurogénesis lo llaman. Por si no lo saben es la muerte prematura de las neuronas, debido a la falta de dopamina, lo que causa la enfermedad de Parkinson. Pues bien, si nacen nuevas neuronas cada día tengo que hacerlas trabajar más rápido para que ellas sustituyan más rápidamente a las que mueren. Si lo que digo no tiene sentido, o rigor médico, discúlpenme, pero bajo esa premisa me levanto cada día.
Yo suelo pensar que el Parkinson es como las carreras de fórmula 1, el cerebro es el motor de un coche y la dopamina es la gasolina que lo hace funcionar. Por lo que sin esa gasolina el vehículo no puede moverse. Pero, además, hay otras cosas que nos ayudan a tener el coche fuera del bóxer el mayor tiempo posible. Para mí son tres: la actitud o voluntad, el ejercicio físico y el mental.
La más importante es la actitud, para mí. Te diagnostican del Parkinson, lloras, pataleas, gritas si lo necesitas, pero muévete de ese sofá o de la cama y empieza a vivir. No es nada fácil aceptar esta enfermedad, pero tienes que reaccionar, estás vivo. ¡Estás vivo! Agárrate a ese deseo innato que tenemos los seres vivos de vivir y vive tu presente. Mi hermana me dijo uno de esos días, en que lloraba y lloraba, "todos tenemos que morirnos de algo".
Ese fue el punto de inflexión en que empecé a asumir la enfermedad. Si el neurólogo me dijo que de Parkinson uno no se muere, ¿por qué me estaba hundiendo?, tenía que salir de mi cama, de mi habitación.
Me senté a reflexionar sobre mi vida y la pregunta que me hice fue: "¿qué me hubiera gustado ser si supiera lo que sé hoy?". Y esa pregunta fue mi guía, mi objetivo.
A partir de ese día estaba decidida a hacer todo aquello que me hubiera gustado hacer y no había hecho hasta el momento. Restaurar muebles, pintar, fotografía, deporte, manualidades, acuarela... Tenia que aprovechar que estaba viva, que sentía, amaba, reía y lloraba, para ser feliz con esto que me tocaba vivir ahora.