Todo empezó una mañana como cualquier otra, me dolían siempre las piernas, perdí el apetito, me quedé sin fuerzas, solo quería dormir. 

Pensaban que estaba llamando la atención ya que no contaba con el apoyo de mi familia, me ponían una crema y me decían que me fuera, mientras se miraban unos a otros. Seguían pasando los días y no tenía ni fuerzas para ir al colegio, me cansaba de ir de la cama al baño, perdí doce kilos en una semana y lloraba de impotencia; nadie me hacía caso. 

Me puse de color amarillo porque me afectó al hígado, me dolía todo el cuerpo, parecía que me iba a romper. Una mañana, en la cual no fui al colegio porque no podía, ya se percataron de algo y decidieron llevarme al hospital. Estuve treinta días ingresada pero tuvieron que cambiarme de hospital a uno más especializado porque no encontraban que tenía, me dijeron de todo menos lo que era. Mi familia pudo venir a verme y ni siquiera los reconocí, había perdido 32kg en 2 semanas - me quedé en hueso y pelos-. 

Con el tratamiento pude mejorar pero, después de quince años, sigo con crisis y dolencias. El lupus me arrebató mi infancia y mi adolescencia. Ojalá haya una cura para este cáncer que te mata lentamente.

Tengo días mejores que otros, pero no hay un mes que no pise un hospital. Ánimo para todas esas personas que padecen lo mismo y mucha fuerza porque la vamos a necesitar.