Estuve más de cuatro años padeciéndola, sufriendo mucho, pasándolo muy muy mal, me vino después de una operación en la que me quedé con el sacro mal y empecé a tener incontinencias que no había tenido nunca, el médico que me operó me dijo que no era un problema suyo, que debía ser algo psicológico, pero lo principal es que perdí mi casa, perdí mi trabajo y no perdí mi vida gracias a mi hijo, porque no tenía ganas de vivir.

Mi vida era pasar los 365 días del año, y las 24 horas del día en la ducha, cambié la bañera por la ducha porque me pasaba las horas allí. Después de tres años y pico de vivir así ya no quería vivir más, aquello no podía ser, pensé que si mi familia y mis hijos tenían que llorar, que lloraran, porque mi vida no podía ser aquella.

Un día con unas palabras de mi hijo pequeño, me hizo un click en la cabeza  y empecé a luchar otra vez. Tuve la gran suerte que al año y algo más, mi médico de cabecera, dando vueltas y buscando soluciones, encontró la persona que me podía ayudar, la doctora Arancha Muñoz, en el Hospital Mutua Tarrasa.

Cuando llegué allí, me dijo que tenía solución, me puse a llorar y me desmayé. En ese momento cambió totalmente mi vida porque empecé a luchar otra vez para recuperar mi vida y por eso es por lo que quiero transmitir este mensaje.