Marta Coello
(Persona que cuida)
Marta Coello
Este es el relato de tres familias que como consecuencia del COVID-19 nos hemos visto involucradas en una situación inesperada, pero que con la implicación nuestra y de nuestros contactos hemos logrado ayudar a 8 residencias de ancianos suministrándoles productos gratuitos por un valor superior a los 300.000€.
Somos Belén Fuertes de Gilbert, Catalina Herrero y Marta Coello de Portugal, madres de familia y con actividades profesionales que nada tienen que ver con el ámbito sanitario ni cuidado de ancianos pero que nos hemos visto inmersas en la gestión, ayuda y cuidados de varias residencias de ancianos de Madrid y Guadalajara por una llamada de teléfono. Lo que parecía puntual, se convirtió, en pocas semanas en un reto al que nunca nos habíamos enfrentado.
A mediados del mes de marzo, recibimos una llamada de un sacerdote de Madrid, Don Ramón García Saavedra, para pedir que nos pusiéramos en contacto con la residencia de ancianos de Carabanchel Santa Teresa Jornet a cargo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, pues lo estaban pasando mal y necesitaban ayuda. Nos facilita el teléfono personal de la Madre Superiora (Madre Josefina) y nos ponemos en contacto con ella. Nuestra sorpresa es mayúscula cuando ésta, nos comunica llorando que tiene residentes fallecidos en la residencia y que, por más llamadas a la funeraria, no acuden a retirar los cuerpos. Su impotencia es manifiesta. Tratamos de tranquilizarla y, aunque nunca habíamos gestionado una situación similar, nos ponemos en contacto con un matrimonio amigo formado por una Policía Nacional y un Guardia Civil y nos dan las primeras indicaciones para actuar conforme a la situación que, de un golpe, nos tocó vivir. Ese mismo día, nos ponemos en contacto con un Oficial, también amigo de la UME que nos informa del drama que se empieza a vivir. Realizadas estas dos gestiones, volvemos a llamar a la Madre Josefina quien nos confirma que acaba de acudir la funeraria a recoger a los fallecidos gracias a las llamadas de la Guardia Civil y le informamos de que la UME va a acudir al día siguiente a desinfectar la residencia y a enseñarles el más eficaz protocolo de actuación. La Madre se tranquiliza, se sabe apoyada y responde a nuestra pregunta sobre sus necesidades materiales con una ingente lista de productos.
Nunca pensamos vivir lo que, a partir de la llamada con la Madre Josefina, nos iba a tocar vivir. Una situación del todo dramática, sin medios materiales y con confinamiento absoluto en los domicilios. No sabíamos por dónde empezar ni cómo hacerlo. Lo único que teníamos claro es que no podíamos dejar de ayudar a unas monjas que con tanto cariño y valentía estaban arriesgando sus propias vidas para cuidar a una generación que había sacado adelante España.
Comenzamos a movernos en nuestros coches particulares sin salvoconducto desde nuestros domicilios hasta la residencia para llevar todas aquellas medicinas que nos pedían de forma acuciante. La farmacia Abelló fue la primera en donar elevadísimas cantidades de dinero en medicinas, mascarillas, guantes y objetos de protección.
No llevábamos dos días en esta tarea cuando se nos informa de la idéntica situación que se está viviendo en la residencia de las Hijas de la Caridad en Valdemoro y en las Hermanas de los Ancianos Desamparados de la calle Lagasca de Madrid. Vamos contactando con las superioras siempre por medio de este sacerdote.
Los medios son escasos y la capacidad de acceder a ellos lenta e insuficiente, los comercios están cerrados y las farmacias muchas de ellas sin recursos.
Desarrollamos el ingenio y acudimos a nuestros contactos personales a través de WhatsApp; creamos una cuenta de correo para gestionar de forma eficiente los recursos que la gente iba poniendo a nuestra disposición. La respuesta fue increíble y la onda expansiva, abrumadora. A los pocos días de hacer el llamamiento, nuestros domicilios estaban abarrotados de medicinas, equipos de protección, productos sanitarios, higiene, alimentación...
Era tal la cantidad de productos almacenados que creamos un departamento de logística compuesto por nuestros hijos al principio y voluntarios después. Diariamente lanzábamos un WhatsApp indicando las necesidades de las residencias; se centralizaba la recogida en uno de nuestros domicilios y, desde ahí, se hacía reparto diario a las siete residencias a las que dábamos soporte.
Sin darnos cuenta, lo que nació como una ayuda puntual, tomó tales dimensiones que grandes corporaciones, medianas empresas y Administración pública contactaron con nosotras.
Es de destacar la colaboración de la concejal de Madrid Doña Almudena Maíllo que, desde el principio se involucró a título personal con nosotras ayudándonos con gran eficacia en todos los ámbitos.
Premios Relatos Supercuidadores 2020.
Este testimonio ha sido cedido por http://cuidadores.unir.net, con autorización del autor; en colaboración para dar visibilidad a las personas que viven ante la adversidad en la salud.