Lina Hinestroza
Lina Hinestroza
Soy Lina Hinestroza Orozco, 44 años, casada con un hombre que tengo la fortuna de que este a mi lado hace 25 años (18 de ellos de matrimonio) y tres hijos adolescentes maravillosos. Soy una mujer feliz, muy feliz, con ese humor “Hinestroza” que tanto he valorado! Positiva y confiada. Mi esposo es un hombre amoroso y sincero, transparente como ninguno, cuyo principal objetivo es que mis hijos y yo seamos felices. Trabajo en una empresa de comunicaciones y relaciones públicas:Tripartita Comunicaciones, que hace más de 7 años fundamos una “hermana” del colegio y yo.
Tenía una vida muy activa, deliciosa me parecía, pero ahora que veo mi vida hacia atrás, me parece agotadora. Gracias a Dios, el día menos pensado mi vida cambió…
Vengo de una familia con una herencia de cáncer de seno importante. A pesar de eso nunca pensé que podría pasarme a mí, NUNCA.
Cada 6 meses me hacia mamografía y ecografía de control. Después de una de ellas, y a raíz de una biopsia, me dieron la noticia: de los 50 mm de tejido, 3 mm habían salido con células malignas.
Yo sentí que se me bajó el mundo, un frío, un miedo… Mi ginecólogo, nos explicó que tendríamos que hacer una cirugía (mastectomía radical).
Yo pensaba en que pasaría si yo faltara, en que sería la vida de él sin mí, en mis hijos, en mi mamá y mi papá, mis hermanos, mis nietos, en todo lo que me faltaba por vivir y que por un momento lo veía diluirse.
Fue una sensación rarísima, sin rabia, sin culpas, sin tristeza, fue desde el principio un convencimiento de que esto sería una “raya mas para el tigre” y que lo manejaríamos con tranquilidad como muchas otras cosas que han pasado, pero a veces era inevitable contemplar la posibilidad de que los días de mi vida podrían estar en cuenta regresiva y de cuestionarme por aquellas cosas que aún tenía pendientes por hacer.
Después de una cirugía, el cuerpo extraño del seno derecho era un fibroadenoma y en el seno izquierdo iniciaba, con tan solo 1.2 cms un cáncer grado 3 (se mide de 1-3 siendo el 3 el grado mas alto) e infiltrante (que ya se está saliendo del conducto).
Estaba absolutamente dispuesta a recibir la quimioterapia como una “amiga” una gran aliada en el proceso de sanación y estoy convencida que haberla recibido así facilito mucho las cosas.
El miedo a que pasaría después de la quimioterapia era evidente, siempre había escuchado en la mayoría de los casos de unos efectos bastante incómodos.
Los resultados de las químioterapias rojas han sido excelentes. La compañía de la familia y los amigos física y virtualmente hacen de estos momentos lindos recuerdos.
Sólo existió un temor importante después de la primera quimioterapia y era lo que sucedería a partir del día 13, esa caída del pelo que a las mujeres nos duele más y al cual yo especialmente tenía fuerte apego.
Más o menos al día 18 empecé a quedarme con los manojos de pelo en la mano, en la almohada , en la ropa. Dejaba un camino por donde pasaba.
No puedo negar que al principio me causo impresión. Me dolía sentir que quizás iba a dejar de parecerme físicamente a mi hija, me dolía perder la feminidad que el pelo me brindaba y perder mi identidad. Mi pelo era mi mayor orgullo: negro y brillante natural, sin una sola cana y completamente liso.
Decidí que quería vivirlo en la intimidad de mi familia. Consulte a mis hijos cuando hacerlo y ellos definieron que la noche después de la segunda quimioterapia, pues querían que llegara al centro Oncológico con pelo.
Fue un momento muy especial. A partir de ese momento sentí que me quité un peso de encima, esa noche dormí perfecto, recupere mi tranquilidad.
A otro día de raparme debía ir con mi peluca donde la especialista para que le hiciera el corte de la capul. La verdad quedó muy bonita, era mi pelo, sin embargo en los 10 minutos que estuve allí me picó, me rascó, me estorbó.
Cuando nos montamos al carro mi esposo me dijo que me la quitara, que le gustaba verme así; sentí un alivio enorme, aunque sabía que no tenerla era ponerme el letrero de cáncer, la tortura de soportar la peluca por tantos meses iba a ser mayor y son suficientes incomodidades como para sumarme una más. Ese día, en mutuo acuerdo con mis hijos y mi esposo definimos que la peluca sería un lindo recuerdo.
Hoy en día, me encanta estar sin peluca, sobre todo no siento un cuerpo extraño en mi cabeza, así no tengo motivos para recordar que estoy en un tratamiento. Eso sí, mi peluca tiene donde recargarse todas las noches…
No me gusta generar lástima ni ser el centro de atracción, precisamente por esta razón salir sin peluca iba en contra de esos dos “principios”, pero me pudo algo diferente, me pudo algo más potente que era enfrentar mi propio ego, ser capaz de demostrarme que no importaba el qué dirán, lo que me sucedía no había sido mi elección y querer ocultarlo no facilitaría las cosas.
Por recomendación de un psicólogo, escritor y amigo que vino a visitarme después de la cirugía, comencé a utilizar la escritura como un medio de “terapia” en el proceso de la lucha contra el cáncer, pues verdaderamente es un ejercicio que permite descubrir y entender las emociones fácilmente, incluso quedando un registro de aquel momento que cambia tu vida para siempre.
Esa idea me quedó sonando, pues la verdad yo me sentía emocionalmente tranquila, pero el ejercicio de no olvidar las cosas bonitas y de pronto en un futuro compartirlo a mis hijos o porqué no con quienes estuvieran viviendo una situación similar me gustó,
Le conté lo que tenía en mente a mi sobrina mayor, mi asesora tecnológica y quien además tiene un blog de familia divino donde cuenta historias de sus hijos de 5 y 3 años: lagallinaylospollitos.com. Ella me sugirió que lo guardara en un blog, que era muy sencillo y además me quedaba el registro de todo en el orden en que iba sucediendo.
Así fue, ella misma lo hizo: poniendoleelpechoalcancer.com.
No puedo quejarme, por el contrario tanto para agradecer porque estas grandes olas y este movimiento de la tierra me tomaron “bien parqueada”en la playa.
Incluso, me he preguntado mucho de donde viene la capacidad de manejar las cosas con tranquilidad… con aceptación… Confieso que a veces me desconozco.
Tengo varias respuestas, quizás la más potente y recurrente en estos casos: la fe. Esa paz que da “delegar para arriba” y entregarle al jefe el problema para que el lo resuelva con su experiencia y seguridad.
Pero encontré en tantas noches de preguntas y respuestas, en tantos momentos de autoevalucion que ocurren en este tipo de caminos, que sin duda el ” sufrimiento” cuando estuve pequeña me dio la garra para manejarlo.
En conclusión, lo que he aprendido en este proceso, en el análisis de esta situación de esta manera particular, es que quienes tenemos hijos queremos evitarles a toda costa que sufran, que vivan momentos difíciles… les queremos armar mil actividades, comprar mil cosas que no necesitan para que no se queden atrás.
Opinamos en la pelea con los amigos, hablamos en el colegio para solucionarles los problemas con la tarea, con el profesor; en fin, cometemos desde el amor profundo, muchos errores para hacerles la vida más fácil.
Con esto definitivamente no los estamos preparando, les estamos mostrando un mar sereno, con olas manejables y pequeñas y cuando les llegue el tsunami que llega disfrazado de diferentes maneras no van a saber qué hacer.
Hoy, doy gracias a la vida porque me dio la formación para poder enfrentar esta enfermedad desde tantos aspectos con tanta tranquilidad. No tuve que entrenar mi cuerpo físico y emocionalmente, ya todo estaba en el disco duro y simplemente lo apliqué.
Le pido a Dios que conserve en mi y le dé a ellos la capacidad de ver que en la vida aunque se presenten momentos oscuros siempre podremos descubrir con mas fuerza donde está su pedazo color de rosa.
Estoy lista para enfrentar lo que se viene, estoy firme para seguir enfrentando feliz lo que sea para asegurar más días de mi vida porque ahora cada segundo, cada minuto y cada hora tienen más sentido que nunca!
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