Román García
Román García
Me llamo Román, soy alcohólico, llevo dieciséis años en la asociación Adiante en As Pontes, llegué con veinticuatro años, con muchos problemas con el alcohol, sobre todo en casa con la familia.
A la asociación llegué, sobre todo, empujado por mi madre porque la situación en casa era insostenible, llegaba a casa bebido todos los días. No sabía manejarme en el mundo sino tenía una cerveza delante. Empecé con trece años, era muy tímido y tenía la autoestima baja, sin embargo me tomaba una cerveza y dos chupitos y era el tío más extrovertido del mundo, con una cerveza me sentía seguro, perdía el miedo, me desinhibía un montón, perdía el miedo a hablar con las chicas, a relacionarme con la gente, a todo, no era capaz de hacer nada sino tenía una cerveza delante, me bastaba para estar a gustito para seguir adelante. Esto me supuso problemas económicos, en aquella época mi sueldo no era muy boyante y me lo gastaba a veces en un fin de semana. Los fines de semana empezaban con cervezas, después cocaína y lo que se pusiese por delante, hasta perder el control. Si me gastaba el sueldo en una noche me lo gastaba, ya me buscaría al día siguiente la vida, no pensaba, de aquella no pensaba nada más que en beber y en pasármelo bien.
Uno de los motivos de decidir ir a la asociación fue una vez que íbamos a organizar una fiesta con los amigos y me encargaron comprar la bebida y la droga y al final me lo fundí yo todo en una noche. Ahí me di cuenta que estaba perdiendo a mi familia, la estoy liando con los amigos, el trabajo, al final voy a acabar debajo de un puente o en alguna cuneta muerto. Fue cuando realmente me tomé en serio mi adicción y empecé en la asociación.
El primer día que entré en la asociación me marcó, en la terapia de acogida había gente que era bastante más mayor que yo, no había mucha gente de mi edad, empecé a escuchar sus historias y me vi reflejado en cada uno de ellos, todos contaban algo y yo me decía… “a mí me pasa lo mismo”, y esta gente está bien y yo no. Esto fue lo que me hizo pensar en aprovechar esa oportunidad y cambiar. A partir de ahí empecé el proceso, en el que me ayudo también el disulfiram. Seguí saliendo con los amigos, al principio lo llevaba muy bien, era como un reto, salir sin beber y pasármelo bien igual, pero con el tiempo me fui cansando, los amigos bebían igual, las dos primeras horas estaba a gusto pero luego me sentía algo desplazado, no por ellos sino por mí mismo. Me empezaron a entrar otras inquietudes, empecé a ver el mundo de otra manera, que se podía disfrutar de un domingo por la mañana o por la tarde, y ya no me interesaba tanto salir y me fui apartando poco a poco de ese mundo.
En el proceso me ayudó mucho la familia, mis padres y mi hermana, no me culparon en ningún momento, no me hicieron sentir culpable de cosas que pude haber hecho mientras consumía y también me ayudó mucho la asociación. El llegar los jueves, el día de terapia, sentirte acogido, arropado, el cariño que sentí de la gente, el apoyo, el “venga que tú puedes”, esos ánimos me sirvieron muchísimo. Me ayudó a mantenerme sin beber y a ver donde fallaba, y empezar a cambiar todo eso.
Al principio también me ayudó y me motivó mucho el ir a trabajar y sentirme útil, cuando bebía en el trabajo me sentía bastante inútil, el dejar de beber y empezar al poco, al mes más o menos, a notar que iba a trabajar con ganas y que empezaba a hacer las cosas mejor me hacía sentir bien. De todos modos los tres primeros años fueron extraños, podía pasar un mes pletórico y al mes siguiente me sentía fatal, hundido, me estaba empezando a dar cuenta de los problemas que tenía, mi timidez me coartaba. Empecé a trabajar todos los aspectos que me llevaron a beber. Empecé a cambiar de ambientes, a conocer otros sitios, me interesé por el deporte, a bucear donde encontré personas de mi edad, el buceo me ayudó muchísimo, y me empecé a relacionar con gente más sana. Aprendí a disfrutar de levantarme un domingo por la mañana e ir a bucear en vez de estar durmiendo la resaca en la cama.
Ahora no hay color, es una diferencia brutal. Ahora tengo pareja, cuando bebía era imposible que yo tuviese pareja, mi única motivación era beber y tampoco me atrevía a hablar con las chicas. Era complicadísimo. Dejé de beber y empecé a perder miedos, a quererme a mí mismo, creo que cuando te quieres a ti mismo siempre acabas encontrando a una persona con quien compartir tu vida.
Siempre me gustó pensar en positivo, en la peor situación siempre podemos aprender algo, queriendo, poniendo ganas y esfuerzo se puede, se consigue. Si realmente quieres cambiar, se consigue, aunque cueste, porque la verdad, cuesta, pero al final se consigue. Aunque a veces se te puede apetecer, no cambio una noche de juerga loca por la vida que tengo hoy. No hay color.
Si alguien tiene problemas que no dude en acudir a una asociación o que busque información, para mí fue la varita mágica. Ver que hay mucha gente que tiene los mismos problemas que uno. En la asociación nos sale de dentro el ayudar y es donde nos sentimos lo suficientemente seguros como para afrontar los cambios que tenemos que afrontar.
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