Laura Vinuesa
Laura Vinuesa
La relación con mi padre empieza prácticamente hace 10 años, porque siempre había estado consumiendo. Desde que empezó en la asociación, todo empezó a cambiar y desde entonces, nuestra unión ha sido muy grande. Era lo que siempre había echado en falta, un padre, una figura, un apoyo porque para mí, mi padre, cuando estaba bien, lo era todo.
Siempre ha sido una relación de amor, odio, los días que conseguía verle bien, lo era todo y no quería ni verle a la cara cuando consumía. En estos 10 años em los que está rehabilitado, hemos intentado por las dos partes ponerlo todo, el tiempo no se puede recuperar pero si podemos crear esos momentos bonitos para tapar todo aquello que vivimos.
Me aficioné a la bici por ellos, por mi padre y sus compañeros de la asociación; Les veía que salían los domingos y como nosotros vamos a verlos casi todas las semanas, era una parte más para unirnos y compartir momentos. El primer día que cogí la bici, me hacían falta las ruedas que se ponen a los niños cuando empiezan, hacía mil años que no me montaba en una bici. Si me dicen hace tres años que iba a andar todos los kilómetros que andamos ahora, ni me lo hubiera creído. El primer día que salimos en grupo me quería morir, fui poco a poco y ahora nos hace falta vivir esos momentos que son una parte más de nuestra relación.
Tengo poquísimos recuerdos de haber vivido como una familia normal, con muy poca edad nuestra vida siempre ha oscilado entre subidas y bajadas, había momentos normales pero siempre con la mancha de alcohol por el medio, cuando mi padre consumía, cuando mis padres se peleaban... Me daba cuenta, no de que mi padre tenía un problema, sino de que nos estaba haciendo sufrir mucho, siempre había peleas y problemas de dinero. Mis padres nunca han parado de trabajar, por ello he estado mucho con mis abuelos, siempre han sido muy trabajadores y por eso nunca nos ha faltado de comer, pero siempre faltaba dinero, el alcohol era un saco sin fondo por donde se iba todo.
Desde muy pequeña he sido muy consciente de todo lo que estaba pasando en mi casa, pero intentaba quitarle importancia, intentaba que no se enfadaran y que mi madre perdonase a mi padre, porque quería que estuvieran bien y fuéramos una familia normal. Poco a poco, iban pasando los años y te vas dando cuenta de que no son momentos puntuales, sino que es el día a día, siempre es así, nunca cambia. Cuando liaba una gorda, luego venían días de arrepentimiento, de perdón, de calma, esos días eran maravillosos para mí, sobre todo cuando era pequeña porque pensaba que no se volvería a repetir, hasta que volvía otra vez el momento de la pelea.
Yo me preguntaba porqué me tocaba a mí vivir eso, porque todo el mundo tenía una familia normal, una vida normal, mis amigas, mis primos, todo el mundo, y yo no. Siempre me he sentido muy mal por eso, pensaba que no podía tener una vida normal.
Siempre ha sido para mí un tema tabú, he vivido encerrada en mi mundo y es como si siempre hubiera vivido dos realidades. La que mostraba en la calle y la que vivía en mi casa. La vergüenza que produce el estigma del alcohol, hacía que no hablara prácticamente con nadie. Ha sido a raíz de entrar en la asociación y de conocer la enfermedad, empezar a perder parte de la vergüenza y de compartir con alguien todo lo que has vivido, con alguien al que sientes cercano, porque si, ha supuesto un tabú para mí.
Me hizo sentir muy sola. Han sido prácticamente 25 años de mi vida teniendo un secreto con mi entorno social, no lo podía compartir con nadie. Si quería hablarlo con mi padre, se ponía a la defensiva y terminábamos discutiendo, en mi casa no lo podía hablar, mi madre, bastante tenía la pobre con todo lo que soportaba como para tener que darle más preocupaciones mostrándole mis sentimientos. Esto me ha hecho ser una persona muy reservada siempre. Ahora con el tiempo he aprendido a exteriorizar lo que siento. Ha sido un peso muy grande el estar muchos años sin poder compartir con nadie mis sentimientos.
Pasé una temporada, a raíz de mi independencia económica, que mi relación con él empeoró, tenía mucho dentro y discutíamos mucho, llegamos al punto de prácticamente no hablarnos.
Recuerdo que los primeros días en la asociación era incapaz de hablar, tenía pánico a que me preguntaran. Era abrir la boca y ponerme a llorar, tenía tanto dentro que no podía articular palabra sin emocionarme. Poco a poco te vas integrando y te das cuenta de que es una enfermedad, que tiene solución, que hay más gente como tú y que ha pasado por momentos malos en su vida. Te sientes comprendida y a tener repuestas a todas las preguntas que te has hecho a lo largo de tu vida, como: ¿por qué nos pasa esto?, ¿por qué mi padre es así? A nivel personal, es un alivio sentir que tu padre era preso de su enfermedad y que por eso nos hacía daño. Empiezas a no verlo como una persona mala, a darte cuenta del infierno por el que ha pasado y que nunca hemos sabido comprender, porque no cocinamos lo que suponía su enfermedad.
El primer día que estuvimos en la asociación vi a mi padre como lo que es, una persona maravillosa, algo me dijo dentro de mí que iba a salir bien. No significa olvidar lo que ha pasado porque nunca se te va a olvidar, siempre está ahí, pero desapareció de mi cabeza el sentimiento malo hacia mi padre, nunca fue un sentimiento de odio, pero si un mal sentimiento hacia él. Todas las vivencias malas, las encerré en un rinconcito para echar la vista hacia adelante. Ahora, y desde hace 10 años, tengo un padre y una nueva vida familiar.
Nunca dudé de que lo íbamos a conseguir, no sé por qué pero después de tantísimos años de mentiras y de desánimo, había que dar una oportunidad, la única que nos quedaba. Yo ya no tenía ninguna esperanza que cambiara y de tener una vida normal, pero mi madre buscó la asociación, me lo contó, me gustó, la vi ilusionada y quise apoyarlos.
La asociación se ha convertido en una parte más de mi vida, intento involucrarme, por como son, por todo lo que me han enseñado y por el alivio que han dado a mi vida ayudando a mi padre. He encontrado amigos de verdad y hay gente de la que he aprendido muchísimo. Me gusta mucho estar con ellos e intento verlos todo lo que puedo.
Dejar la vergüenza a un lado y buscar ayuda, es una enfermedad muy psicológica, en la que es muy difícil salir solo, al principio se necesita una ayuda psicológica muy importante, no solo de psicólogos, también de gente que haya pasado algo como tú, que te dan una serie de herramientas para ir pasando los momentos que te pueden hacer recaer. A nosotros lo que más nos ha ayudado, es buscar una asociación y arropar al enfermo lo máximo posible, un enfermo que va solo a una asociación lo tiene mucho más difícil.
Hemos pasado de un infierno a ver la luz, a ser felices, a estar unidos en una familia feliz. Intento disfrutar cada minuto para crear esos momentos que en tantos años he perdido. Lo más importante ahora es estar unidos, darnos muchos abrazos y besos que no nos hemos dado antes. He pasado a tener una madre liberada, mi madre siempre ha tenido una vida vinculada a la enfermedad de mi padre, en la que siempre ha estado soportando sobre sus espaldas todo. El peso del trabajo, de su hija, de su marido, de la familia. Mi madre ahora es feliz y capaz de disfrutar de cada momento.
He encontrado muchos valores que antes tenía ocultos, la fuerza, la valentía, el seguir adelante y a tener más empatía pata intentar ayudar al que pueda.
Hay esperanza, encontrando la ayuda correcta se puede tener una vida feliz.