Jesus Jimenez
(Persona que cuida)
Jesus Jimenez
Me llamo Jesús, tengo 41 años, soy natural de Valdepeñas, y arquitecto de profesión, estoy casado, tengo dos hijos y soy familiar de enferma alcohólica.
Los comienzos no fueron sencillos. Seguramente por desconocimiento de lo que son las adicciones, el no querer creer que tu familiar tiene una adicción te hace estar ciego y no le ves salida y decides dar una solución, la que sea, pero el caso es salir de esa situación que se ha vuelto crónica y que hace que la vida del enfermo y la de uno, empiece a no funcionar porque todo son problemas.
El proceso de la adicción, en realidad, empieza mucho tiempo atrás, como dije antes, uno no quiere creer que eso sea así, eran detalles como por ejemplo cuando llegábamos a una celebración, cena, boda y el final siempre era el mismo, acababa en muy mal estado, no disfrutaba ella y yo tampoco. Llegó un momento en que no deseabas ir a ningún evento porque ya sabíamos cuál iba a ser el final, dejas de salir, de relacionarte con la gente, a ella también se lo notaron en el trabajo.
Lo que al principio era esporádico cada vez se va haciendo más generalizado, más continuo, te das cuenta de que no es posible que esté en ese estado por la tarde cuando llegas a casa, cuando te levantas por la mañana ves que no está bien, empiezas a ver un problema, lo que pasa, es que, llega un momento en el que, de verdad, te das de frente y te das cuenta de que eso no puede funcionar porque entras en una dinámica, en la que yo como familiar, también entro en episodios de ansiedad, de nerviosismo.
Ves que el problema no lo tiene el enfermo sino que también tú lo tienes, porque empieza a no funcionar tu vida, aunque intentes escaparte un poco y ver el problema en el enfermo, te das cuenta de que no puedes escaparte de ella y tienes que tomar una decisión, que en nuestro caso fue ir a la asociación, fue de alguna manera el último cartucho, la última oportunidad que veía para que nuestra relación pudiera seguir adelante. Ya habíamos ido a psiquiatras, a médicos, intentar encontrar una solución por otros medios, pero aquello no funcionaba.
Llegar a la asociación ADAR de Daimiel, fue un cambio radical para todos, para ella, para mí y para la familia en general. Cuando fuimos a la asociación estuvimos un breve tiempo separados porque no veía la forma de que hubiera una reacción, de cambiar la situación y variar el rumbo, sobre por todo por desconocimiento, por no saber afrontar la situación, uno no piensa que eso sea una enfermedad, piensa que es tan sencillo como decir... "voy y lo dejo". Aunque había broncas en casa y se lo intentábamos decir de mil maneras, no había forma de que se enderezase ese rumbo. Necesitábamos una solución drástica.
Cuando fuimos a la asociación teníamos nuestras reticencias, era como decir... "vamos a ver que nos encontramos", como estar a la expectativa, pero la acogida por parte de Emilio y Teresa, moderadores de las terapias de enfermos y familiares y por todos los compañeros en general que conforman la Asociación, fue bastante entrañable, de alguna manera cuando empiezas a escuchar los testimonios de otras familias, lo primero que te das cuenta es que tu problema no es ni mejor ni peor, ni más grave ni menos grave, es muy similar al que habían tenido todas esas familias, tienes la sensación de que estás con gente que de verdad puedes comentar tus problemas porque sabes que te van a entender. Supuso un rayo de esperanza para nosotros.
El proceso no fue sencillo, ella no tenía claro el dejar la adicción, aunque íbamos las terapias no supuso que dejara de consumir, aunque consumía menos, era frustrante el ver cómo otros compañeros decían lo bien que iban, que llevaban tiempo sin consumir y en nuestro caso era volver a consumir de forma esporádica, pero con cierta periodicidad y esa situación llego a estar estancada, no avanzaba y lo normal es que fuera a peor, necesitábamos otra solución drástica. Eso supuso un segundo periodo más largo de estar separados. Ahí ya sí, provocó su reacción, fue una especie de revulsivo o acicate para que de alguna manera se tomara más en serio el tema de la rehabilitación. A partir de ahí el cambio fue muy importante. Al principio, en esta segunda fase, no la acompañé a la asociación con el objetivo de que se diese cuenta que esta vez iba en serio, no podía volver a repetirse y seguir así toda la vida, había que darle una solución como fuera y tomé esa decisión para que sirviera de revulsivo.
Si el familiar y el enfermo se lo proponen, se sale, seguro. El camino es largo y lento, pero la recompensa es tenerla a tu lado, incluso mejor que antes, porque una persona que ha tocado fondo y se ha visto mal, cuando es capaz de salir de esa situación, se vuelve mejor persona, porque sabe que lo ha pasado muy mal y ha estado en una situación difícil. La recompensa mayor que tiene un familiar, es el volver a verlo como una persona normal con todas las capacidades que antes tenía mermadas. El poder compartir momentos sin estar preocupado, saber que en cualquier momento la tienes, volver a encontrar a aquella persona que conociste o tenías en tu familia es la mejor recompensa que se puede tener. Si uno se esfuerza se puede salir.
Ahora llevamos una vida normal, que es lo que se quiere cuando uno la tiene. Compartir proyectos, hablar, viajar, llevar una vida ordenada, lo vaioramos mucho más, porque durante un tiempo no lo has tenido y, de alguna manera, sabes apreciar esos pequeños detalles que normalmente pasan desapercibidos.
Lo que me ha supuesto para mí la asociación lo compararía con lo que es una crisálida, entras como una persona derrotada, vencida, y sufres un proceso de cambio que desemboca en una persona nueva, tanto el enfermo como el familiar. Es un proceso de cambio muy interesante porque te puedes dar cuenta como tenías tu vida hundida y poco a poco, conforme va recuperándose el enfermo y recuperando todas sus capacidades, tú también vas mejorando y te vas encontrando una situación totalmente nueva.
Miras a la vida de otra manera porque, lo que tenías o habías perdido lo has vuelto a conseguir, que es la normalidad en la vida.
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