Ana Tarragüel
(Persona que cuida)
Ana Tarragüel
Soy Ana Tarragüel Millas vivo en Sádaba en la provincia de Zaragoza, tengo 50 años, estoy casada con un alcohólico, llevamos casados 33 años y estuvo consumiendo 18 años. Lleva 15 años limpio y la vida nos cambió totalmente.
A Javier, mi marido, lo conocí cuando tenía 15 años, él ya bebía desde el principio y cuando salíamos bebíamos los dos. Me casé con 17 años, todo iba bien, salíamos y bebíamos como hacen todos los jóvenes. A los 20 años tuve a mi primer hijo y te planteas muchas cosas, luego a los 26 años tuve mi segundo hijo y ya no salíamos tanto pero Javier seguía bebiendo, no salíamos por la noche pero él seguía bebiendo, bebía a diario. Solía ir al bar pero por la noche nunca salía, ni siquiera salía una noche de juerga si no iba yo. Se quedaba en casa pero luego descubrí que tenía bebidas alcohólicas escondidas. Así estuvimos 18 años.
En casa siempre hubo alcohol. Trabajábamos en distintos turnos, nunca coincidíamos, hasta las vacaciones las teníamos en distintos periodos. Los problemas yo creo que estuvieron ahí siempre, Javier gastaba mucho en el bar, trabajábamos los dos y había meses que no nos llegaba, él llevaba las cuentas y siempre decía que el dinero lo gastaba para nosotros. Él es 10 años mayor que yo, era una cría y estaba convencida que al ser mayor lo sabría hacer mejor que yo. Para comer y vestir nunca nos ha faltado, pero trabajando los dos podríamos haber ahorrado algo, pero siempre vivíamos al día.
Siempre discutíamos por el alcohol, siempre le decía que dejara de beber, él me decía que no bebía tanto que lo dejaría. Estaba un mes o dos, más suave y luego volvía. Nunca ha sido violento, siempre he sido yo la que he gritado, la mala en casa he sido yo, mis hijos me lo dicen, que siempre me oían gritar a mí, a él no. Javier se callaba, después de la bronca, cuando llegaba a casa, se quedaba durmiendo en el sofá. Solamente con oír como metía la llave en la puerta cuando llegaba a casa yo ya sabía si había bebido.
Javier nunca ha sido una persona de ir dando tumbos por la calle, pero bebía continuamente, desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. Como padre siempre ha cuidado a mis hijos, cuando llegaban las fiestas del pueblo, yo me quedaba en la feria con mis hijos y él se iba al bar, cuando estábamos con amigos él hablaba con ellos y a mí me dejaba en un rincón. He estado siempre con él, pero siempre detrás, le daba más prioridad a hablar con sus amigos y yo me quedaba ahí, como un mueble. Además al principio, cuando me fui a vivir al pueblo donde vivía él, no conocía a nadie y siempre iba con él.
Cuando me di cuenta de que esto era un problema no dije nada, ni siquiera a mi hermana que vivía en Burgos. Me lo he tragado todo yo. No tenía a nadie con quién hablar. Me llegué a sentir muy sola, mucho. No he tenido con quién contar. Pero bueno, creo que hay mucha gente que ha pasado por situaciones mucho peores que las mias.
Un día, antes de la comunión de mi hijo pequeño, me harté y le dije que nos separábamos, el me pidió perdón y le creí. Le dije entonces que nos separaríamos después de la comunión. Se fueron calmando las aguas hasta que nos llegó una carta del banco, otra vez estábamos bajo mínimos. no podía más y lo despaché; le dije que se marchara. Como no se quería ir, cogí a mis dos hijos, la comida y bajé a casa de mi suegra y se lo dije. Le dije a mi suegra –para criar a mis hijos con un borracho, los criaré sola-. La palabra borracho no me gusta, no está bien dicha, pero en aquellos momentos lo dije.
Ya no podía más, empecé a trabajar muy joven, con 22 años, 13 años después seguíamos viviendo como al principio sin tener nada, siempre gastos, si había que cambiar las ruedas del coche o cualquier cosa era un problema, siempre sin dinero. Se gastaba mucho dinero con los supuestos amigos; amigos en el bar tienes muchos mientras invitas.
Él marchó de casa y se quedó en casa de su madre. Eran las fiestas del pueblo, al día siguiente le llamé y le dije que si quería que las cosas se arreglaran tenía que ir al médico, a que nos orientara, porque así no podíamos seguir. El médico, no nos recomendó ninguna asociación, nos recetó unas pastillas para dormir, nos dijo que no podía beber y nos aconsejó ir a una psicóloga. La psicóloga nos explicó el problema que tenía Javier y nos puso un tratamiento a específico. Al mismo tiempo, una amiga me recomendó ir a la asociación de Ejea de los Caballeros que se llama ACVAAR. Llamamos y fuimos un 12 de septiembre, el mismo día que cumplió 45 años.
El primer día que fuimos fue horroroso, a mí me cuesta el conocer a gente nueva y contar mis cosas, fue muy duro. Salí peor de lo que entré, si por mi hubiera sido no hubiera vuelto. Se unieron los testimonios que escuché y que tenía mucho sentimiento de vergüenza, yo pensaba que toda la culpa era mía, que Javier bebía por mi culpa porque no era feliz conmigo, aunque luego te das cuenta que antes de salir conmigo Javier ya bebía. Javier salió contentísimo, emocionado y con unas ganas enormes, así que a la semana siguiente le volví a acompañar.
Conforme pasó el tiempo me sentí mucho mejor, nos acogieron de maravilla. Hablaban conmigo a solas, me calmaban, la verdad es que muy bien. Con la gente de la asociación estoy a muerte con ellos. Las primeras semanas fueron duras pero como Javier lo iba llevando bien día a día, se produjo un cambio radical. Javier, antes de cumplir el año, ya estaba dando charlas, se involucró mucho y no ha vuelto a probar una gota de alcohol, no ha recaído; es ahora el secretario de ACVAAR, el secretario de FARA y de CAARFE.
Yo luego me eché la culpa de que podíamos haber ido antes, pero llegó un momento en que me dije -fue el momento justo, cuando él se dio cuenta que perdía a la familia y ya está-. Llevamos ya 15 años en los que nos ha cambiado mucho la vida. Ahora somos abuelos, tenemos una nietica de 18 meses que nos vuelve locos. Este año a Javier le dio un ictus pero ya está bien, recuperó muy bien.
Con una persona adicta hay que ponerse fuerte, hacerle ver lo que puede perder en su vida, familia, amigos, casa, todo. Se trata de dejar las adicciones por una vida, una vida muchísimo mejor.
Seguimos yendo a la asociación todos los lunes después de quince años. Es importante que la gente siga yendo a la as asociaciones para que te recuerde que no recaigas en la adicción, para no volver a la vida anterior. Se trata de no perder el contacto, como mínimo una vez al mes cuando ya llevas muchos años. Siempre aprendes algo nuevo, te encuentras con personas interesantes, que te llenan, te enseñan y conoces otras vivencias. Hay que seguir yendo para seguir luchando y ayudando a los nuevos.
Nuestros hijos están muy orgullosos de Javier porque está muy involucrado y ayuda mucho a la gente.