Alberto Hernandez
Alberto Hernandez
Me llamo Alberto, tengo 33 años, vivo en Daimiel, mi problema está relacionado con la cocaína y la marihuana. Con la marihuana empecé con 16 años y con la cocaína sobre los 21. Al principio lo tomaba como si fuera un juego, me juntaba con los amigos y me fumaba mis porrillos. Con el tiempo fue a peor, en tres años pasé de fumar dos canutos diarios a estar fumado completamente todo el día. En casa no me lo notaron nunca, incluso con la primera pareja que tuve, que estaba en contra de las drogas, me lo notó. Trabajaba de carpintero metálico y lo que ganaba prácticamente me lo gastaba en consumir.
Cuando empecé con la cocaína, consumía los fines de semana o en alguna fiesta, de ahí pasé a consumirla un día sí y otro no, hasta que llegó un punto en que era todos los días y si no tenía a alguien con quien tomarla, la tomaba yo solo. Todo esto ocurrió en un periodo de aproximadamente cinco años, en el que trabajé en una fábrica de molinos, donde ganaba un buen sueldo. Al final de mes, cuando cobraba, todo lo que ganaba se lo entregaba, hasta el último céntimo, al camello que me había fiado en ese mes. Me buscaba la vida de cualquier manera para poder sacar dinero, se lo pedía a mi madre o a mi abuela, decía tantas mentiras que hasta yo mismo me las creía.
Hasta que conocí a Fran, mi marido, nadie se enteró de mi problema.
Cuando lo conocí, él tenía su casa y su vida; más tarde, cuando yo tenía 27 años, nos fuimos a vivir juntos. En un principio fuimos a una casa que tenía mi hermano, estuvimos un verano viviendo allí y luego nos fuimos a vivir a una casa de alquiler con opción a compra. Cuando llevábamos un tiempo instalados nos dimos cuenta que las cuentas no nos salían por ningún lado, cuando nos quisimos dar cuenta teníamos frentes abiertos por todos lados.
Yo soy epiléptico y se me juntaba con el consumo de drogas, como resultado de esta peligrosa combinación solía tener dos crisis epilépticas mensuales. Estas crisis suponen un gran riesgo, venían acompañadas de pérdida de conocimiento y convulsiones. En una de ellas, había consumido cocaína y pude haberme quedado en el sitio. No era ninguna broma. Ya no era solo el problema económico, era mi salud. Tenía que frenarlo y decidimos acudir a la asociación ADAR de Daimiel.
Fuimos juntos pero en los primeros meses seguía picoteando esporádicamente mientras continuaba con la terapia de grupo. Hasta que llegué a un punto en que para que Fran no se diera de cuenta, me tomaba una dosis doble del tratamiento que tenía, que eran unas pastillas que te dejaban grogui y entonces me quedaba tirado en el sofá como un muñeco de trapo. A los seis meses Fran, que creía que no consumía, me encontró un gramo de cocaína, y además llevaba un tiempo en el que sabía que yo no estaba bien, en ese momento avisó a mi hermano y a mi familia. Entre todos me hicieron entrar en razón; Fran me dijo que, o dejaba las drogas, o él me dejaba a mí, también tenía una pensión debido a mi epilepsia y podían hasta llegar a quitármela.
En la asociación estuve mintiendo como un bellaco pero seguía yendo, el escuchar las historias que oía allí también me hizo sentir y reflexionar. Tenía que avanzar en las terapias de grupo y allí tuve que reconocer que no había sido sincero, me echaron una buena reprimenda y con razón. Siempre decía que era la última vez y nunca lo era, el moderador de la terapia me preguntó ¿cuándo va a ser la última vez? Le respondí que no se lo iba a decir, que lo iba a demostrar con el tiempo y desde, esto hace ya dos años y medio y ahora puedo decie que estoy limpio. El reconocerlo supuso una liberación, quitarme una pesada mochila que llevaba en la espalda, porque me sentía mal, ellos me contaban su experiencia, su vida y yo les mentía. Me hizo sentirme más unido a ellos, ahora les tengo considerados como mi segunda familia. Hemos convivido mucho juntos, en jornadas de convivencia, convenciones y en comidas campestres y nos ha unido mucho. Les estoy a todos muy agradecido.
Mi familia también me apoyó mucho, mi madre estuvo yendo a las terapias con nosotros hasta que dejó de ir por motivos de salud.
Cuando ya no consumía a mi padre le diagnosticaron un cáncer de colon y, al poco tiempo de operarlo, a mi madre le diagnostican un cáncer de útero. En aquel momento, que de seguir como estaba podía haber sido una carga más para ellos, me convertí en una ayuda. En ese momento, que estaba bastante deprimido, podía haber recaído y haber vuelto a consumir, sin embargo, me hizo más fuerte y les he ayudado en todo lo que he podido y también a mi abuela que tiene 94 años, bueno en realidad no les he ayudado, les hemos ayudado Fran y yo. En vez de ser una carga para ellos nos convertimos en un desahogo.
Es difícil ayudar a otra persona que no se da cuenta o no quiere darse cuenta de su problema. Una vez lo intenté con un amigo, que tengo desde hace mucho tiempo, le dije que viniera conmigo a terapia. Nunca quiso. Le decía "mírame a mí, ¿no te gustaría verte como yo estoy ahora?". Me dijo que sí, que le encantaría. Al final le echaron de casa porque la convivencia con él era imposible, yo le diría que vuelva, porque su madre lo está esperando, tiene una familia y a mí me gustaría verle. Tiene una venda en los ojos que no se puede quitar.
Yo antes estaba zombie completamente y ahora estar lúcido te hace disfrutar mucho más de la vida. Simplemente el canto de un pájaro el viento dándote en la cara, los olores… todo te cambia. Estás metido completamente en otro mundo y disfrutas lo que es la vida de verdad, cualquier mínimo detalle que no le das importancia cuando estás hasta arriba de todo, ahora lo disfruto. Es una liberación porque he estado encadenado a la droga.
El verte como estabas antes y el verte ahora es muy importante. Yo antes no tenía nada, iba mal vestido y ahora tengo un trabajo que me gusta, una casa, tengo un marido, un coche, una vida y planes de futuro.
Mi trabajo me gusta mucho, consiste en reciclar y es como una metáfora de mi vida, me he reciclado.
Quiero agradecer sobre todo a mi marido Fran por la vida que tengo ahora mismo, a mi madre que nos ha ayudado mucho y, como no, a mi otra familia que es ADAR que me han apoyado mucho en todos los sentidos, siempre han estado ahí para todo.,
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