Horacio
Horacio
Todo empezó una tarde de otoño. Estaba de pie charlando junto a unos compañeros de trabajo, cuando me desplomé en el suelo de repente. Un susto tremendo. En unos segundos me encontraba de pie como si tal cosa. No volvió a sucederme hasta pasados unos días. Empecé a preocuparme ante algo que no sabía que era.
A partir de ahí todo fue angustia, dudas, miedo, temores… El apoyo de la familia fue fundamental, pero las horas en solitario por las noches me consumían.
Empezó entonces un rosario de pruebas, médicos, análisis…
No creo que hubiera especialista que no visitara. Desde neurólogos hasta psicólogos.
Y las dudas seguían…
Al final me encontraron el problema. Mi corazón. Algo fallaba, algo no iba bien.
Un problema congénito hacía que no funcionase como debiera.
Lo siguiente fue un marcapasos y partir de ahí, con una máquina dentro de mí, disfruté de unos años más o menos plácidos donde pude tener una vida tranquila.
En esos momentos la sola presencia de los míos me hacía olvidar a veces mi enfermedad. Jamás olvidaré cada palabra, cada gesto, cada pequeña ayuda…
Pero el deterioro de mi corazón proseguía y al final tuvieron que ponerme un nuevo marcapasos. No entiendo mucho de tecnicismos médicos, pero sí recuerdo las palabras del médico cuando me dijo que me habían colocado “el ferrari de los marcapasos”.
Desde ese momento mi estado de salud fue empeorando. Las deficiencias de mi corazón empezaron a afectar al resto de mi cuerpo.
Durante el año siguiente mi deterioro fue progresivo y evidente hasta el día de hoy.
Ahora casi puedo decir que alterno ingresos en el hospital con estancias en casa.
El motivo o el causante de todo es mi corazón. Apenas un 20% funciona correctamente. Esto está afectando a los demás órganos de mi cuerpo. Mi hígado sufre y sobre todo mis riñones empiezan a notar las consecuencias.
Cada día tomo 14 pastillas. Nada menos. Y no solo eso. Las restricciones alimentarias son muy grandes. Y eso lo llevo fatal, la verdad. Y por supuesto nada de tabaco ni de alcohol.
A pesar de todo ello, nunca me he encontrado solo y cada momento de duda, cada momento de desfallecimiento siempre estoy acompañado de una sonrisa y unas palabras de ánimo. Mi hija, mi yerno, mi cuñado…todos. Pero lo que más me anima es mi nieto. Verle crecer, jugar, sonreir… Y escuchar su voz: ¿cómo estás “güelito”?...
Muchas veces, después de comer aún hoy busco un cigarrillo que llevarme a la boca, después de hacerlo durante más de cuarenta años.
Últimamente es un calvario. Mi cuerpo se hincha, mis riñones no trabajan como deben. Pastillas para la tensión pulmonar, para el riego, para el corazón, diuréticos para ayudarme a expulsar líquidos y un largo etcétera.
Es duro, muy duro.
Mi movilidad ha cambiado. Me cuesta caminar y hacer cosas que antes eran normales para mí.
Solo puedo decir, que a pesar de las circunstancias que padezco, creo que tengo suerte.
Sí, tengo mucha suerte porque nunca he estado solo. Mi familia siempre ha estado ahí ayudándome, animándome y estando a mi lado.
Y qué decir de los médicos, enfermeras y demás personal sanitario. Siempre una sonrisa, siempre una palabra de ánimo.
Esto es difícil. Veo como mi cuerpo va apagándose y como cada vez soy menos capaz. Pero no lo digo negativamente. Esto es solo mi cuerpo que pasa factura de muchos años de trabajo, de esfuerzos y a veces de excesos. Pero mi “corazón” sigue animado, sigue queriendo luchar, vivir y ver cada día un nuevo amanecer.
Jamás he perdido la esperanza, y nunca la perderé. Pero no es esperanza de cura porque el mal y el deterioro que tengo nunca volverá a ser como antes. Pero tengo esperanza por la vida, por ver cada día un nuevo sol.
Por ver crecer a mis nietos, por ver y sobre todo sentir el cariño que me dan.
Y así sigo. Día a día, suspiro a suspiro.
No soy muy creyente la verdad, pero a veces por las noches en la cama, doy gracias a Dios por haberme dado el corazón que tengo. Gracias a él he visto muchas cosas en mi vida, he querido y me han querido.
Y sobre todo, encantado de contaros mi experiencia y animaros a que luchéis contra la adversidad sin temores. Siempre hay un nuevo día, siempre hay un momento de felicidad, siempre hay motivos….
Siempre tendré un ¿Cómo estás “güelito?...