Pedro Galán
Pedro Galán
No me siento orgulloso de ser alcohólico pero me siento orgulloso de ser la persona que soy por ser alcohólico. Gracias a mi alcoholismo soy la persona que soy hoy en día, gracias a haber asistido a terapias y congresos. Si no hubiera tenido el problema del alcoholismo, no hubiera conocido a toda la gente que conozco y no hubiera aprendido todo lo que sé.
Me llamo Pedro Galán, tengo 44 años, vivo en Illescas y llevo en abstinencia 16 años. He trabajado siempre y sigo trabajando en la construcción.
Era muy malo para los estudios, no me gustaba nada y con 16 años empecé a trabajar en la construcción. Empecé a consumir cuando empecé a trabajar. Empecé a trabajar en verano y al salir del trabajo, los compañeros, iban al bar a tomar unas cervezas y empecé a ir con ellos, por ser uno más de la cuadrilla. No era un consumo diario, era esporádico, una o dos veces a la semana.
Cuando se acabó el verano ya no íbamos al bar entre semana pero empecé a salir los fines de semana con los amiguetes; recuerdo los cumpleaños, vivía en un pueblo pequeño y nos conocíamos todos, todos los fines de semana era el cumpleaños de alguno. Yo era de los más pequeños y los más mayores bebían copas, ahí empecé a beber copas yo también. Bebíamos en las casas de los vecinos del pueblo, no estaba socialmente mal visto, no se le daba demasiada importancia.
Más adelante, en los primeros años, ya quedábamos en el bar, no había otra diversión. Saqué el carnet de conducir, me compre un coche e íbamos a las fiestas de los pueblos los fines de semana, si conducía me tomaba 2 copas y si no conducía me tomaba cuatro. Nada fuera de lo que es un bebedor social.
El consumo no fue un problema hasta los 22 o 23 años, que fue cuando empecé a abusar, me empezó a cambiar el carácter, a chocar con la familia, muy de vez en cuando tenía encontronazos con mi padre y con mi madre. Inconscientemente por el consumo de alcohol yo echaba la culpa a que mi padre, que era guardia civil retirado, era muy estricto. Luego analizándolo me di cuenta que no era tan severo, él estaba viendo que no era muy normal el nivel de consumo que tenía.
Luego, estuve trabajando una temporada fuera y empezó el consumo diario de alcohol y porros. El 95% de los trabajadores de la empresa fumaba. Estuve 4 o 5 meses, dejé ese trabajo y me volví al pueblo. Dejé el hábito a diario, pero los fines de semana cada vez iba a más. Estuve así hasta los 24 años, que me independicé, me fui a mi casa yo solo y me puse a trabajar a destajo. Esa fue mi perdición, no me controlaba nadie. El consumo, todos los fines de semana era muy grande en invierno, pero no entre semana; consumía entre semana en verano.
Al año aproximadamente, descubrí que consumiendo cocaína, bebías más. Así podía aguantar toda la noche, pero luego, al día siguiente las resacas eran bestiales. El consumo de cocaína fue a más y a los 27 años ya eran todos los fines de semana.
A los 28 años me empecé a dar cuenta de que para salir necesitaba llamar al camello y me empecé a preguntar lo que estaba haciendo con mi vida. Los fines de semana cuando iba al pueblo, las broncas en casa iban en aumento, el deterioro con la familia iba a más, también con mis hermanas. Solía ir a casa de mi hermana y un día me dijo que no volviera a su casa. De tener una muy buena relación con ella, me dijo que si quería ir a su casa, que no volviera en esas condiciones. Mi madre me llegó a decir lo mismo. Cuando te dicen eso, además tus tíos, y tus primos, piensas que no pueden estar todos equivocados, porque yo echaba la culpa a todo el mundo.
Me empecé a ver solo y me iba aislando, me daba vergüenza ir a ver a mis tíos y a mis primos para evitar reproches y que me dijeran cosas. Ya salía más habitualmente desde la mitad de la semana y había viernes que no iba a trabajar.
Un fin de semana, cuando estaba en casa de mi hermana, volviendo de una noche de juerga, tuve un accidente de coche en el centro del pueblo, me llevaron al centro de salud y luego al Hospital de Talavera, llamaron a mi hermana, que tuvo que hacerse cargo de todo, fue un mal trago para ella porque en el pueblo nos conoce todo el mundo.
Dejé de beber unos meses, era cuando había esas bebidas concentradas de fruta y por las mañanas bebía cerveza sin alcohol, por la tarde plátano sin alcohol con hielo y de noche manzana sin alcohol con Coca Cola. Lo pienso ahora y en realidad, psicológicamente, no dejé de beber cerveza a mediodía, copas por la tarde y cubatas por la noche.
A los cinco meses empecé otra vez, el consumo era los fines de semana, pero mucho más fuerte y fui en picado. Seguí bebiendo y luego pasó otra cosa que mi hizo reflexionar, los atentados de Madid del 11M. Ese día son las fiestas de Ilescas, y el día 10, era un miércoles, quedé con un compañero para tomar una copa, llegué a mi casa el domingo por la mañana; no fui consciente de la magnitud de lo que había pasado hasta el domingo por la tarde, estaba en mi mundo. Toda España de luto y yo de borrachera, me marcó mucho, a partir de ahí me di cuenta de que tenía un problema y que necesitaba ayuda. En el libro de las fiestas de Illescas venía un anuncio de una asociación que ponía: “¿Crees que bebes demasiado? El alcoholismo es una enfermedad y te podemos ayudar”.
Al mes, entré en la asociación AARIF. Fui solo. La acogida fue muy curiosa, me la hizo Adrián, yo estaba muy avergonzado, me hacía preguntas y yo no podía acabar las frases, me acababa las frases él, yo me decía – este me conoce-. Te das cuenta con el tiempo de que estamos todos cortados por el mismo patrón.
Los primeros meses los llevé muy bien aunque los cambios de hábitos que recomiendan no los entendía. Tenía 28 años. No me identificaba con ellos, no me di cuenta que era alcohólico hasta después de 7 meses, me costó muchísimo, pero me influyó que un compañero que entró cuando yo, tuvo una recaída.
La vida me ha cambiado un 300%. No es lo mismo el tener el apoyo de unos compañeros que te van a ayudar, que te entienden y que han pasado por lo mismo que yo. A cada paso que hay que dar en la rehabilitación siempre tienes una palabra de apoyo. Por donde estoy yo ya han pasado ellos. Es la riqueza de la terapia de autoayuda.
El cambio con mi familia fue brutal, todos se volcaron conmigo, mis tíos, mis primos, mis hermanas, mis padres. Mi madre, con 65 años, que vive en un pueblo a 100km de Illescas, se venía en tren a las terapias y se quedaba casi toda la semana conmigo, así ha estado durante 4 años por lo menos. Cuando mi padre cayó enfermo dejó de venir. A día de hoy todavía sigue viniendo de vez en cuando y acude a algún congreso.
Se pude vivir sin alcohol y sin drogas, llevar una vida plena y divertirse y te vas a encontrar con gente que te entiende y te apoya.
La satisfacción de, al final, haberme llevado bien con mi padre, el levantarte con la conciencia tranquila, sin resaca, salir con mis sobrinos y hermanas en las fiestas del pueblo, divertirme. Me siento orgulloso.