Patrícia Gonzàlez
Patrícia Gonzàlez
Me llamo Patricia González Alonso, soy una bilbaína, residente en Gorliz, con tan sólo 3 años me diagnosticaron diabetes tipo 1, diabetes infantil, diabetes mellitus insulinodependiente, hay tantas formas de llamarla, pero sólo una manera de vivirla para que no surjan complicaciones, con un buen control de la misma, una dieta variada, cálculo de raciones, insulina y fundamentalmente, y desde mi punto de vista imprescindible, el deporte o actividad física. Nunca he dejado que esta enfermedad me frene en mis retos o mis sueños, de hecho cuando me fue diagnosticada, dada mi corta edad tampoco era muy consciente qué suponía todo aquello.
La peor parte se la llevaron mis padres a quienes lo primero que les dijeron en el hospital, allá por el año 84 es que probablemente su hija no llegaría a los 20 años y si llegaba estaría medio ciega, con problemas en los riñones, algún miembro amputado. Eran otros tiempos, no había tantos avances médicos en lo que se refería al cuidado de esta enfermedad, y las esperanzas de vida no eran muy alentadoras. Pero aquél médico se equivocó, y hoy en día, tras 34 años de evolución de la enfermedad, no padezco ninguna de las consecuencias negativas de una diabetes mal controlada, precisamente por haber llevado un buen control desde pequeña, que el deporte haya estado siempre presente en mí día a día, de una forma o de otra y que mis padres me hayan enseñado, desde muy pequeña, a ser autosuficiente en mi cuidado.
Aun así, hoy en día, esta enfermedad es una gran desconocida para todo aquél que no está relacionado con la misma de alguna manera; cuando hablas de ella una gran cantidad de personas la relaciona con ancianos, personas con sobrepeso y muchas veces tienes que oír frases como “tan joven con diabetes, que poco se ha tenido que cuidar”, “tú diabetes cuál es la buena o la mala” (como si alguna fuera buena) o “ah si, mi abuela también tiene” (en esos momentos comienzo a ponerme verde y a arrancarme los pantalones como Hulka a la par que con una voz gutural manifiesto “no, no tengo lo mismo que tu abuela, corre, cooorre”); pues bien, digamos que la que yo padezco, es la que llaman “la mala”, no aparece por falta de cuidado, dejadez, una dieta desequilibrada, sobrepeso ni ninguna de esas cuestiones, sino que se trata de un problema que surge en nuestro sistema inmunológico que le obliga a atacar a las células beta de nuestro páncreas y las destruye, de forma que no nos permite producir insulina y todos los problemas que ello conlleva (así explicado un poco rápido sin demasiados tecnicismos).
Esta situación es una de las razones principales de que el deporte esté muy presente en mi vida; es cierto que aún hay muchos médicos (cada vez menos) que cuando diagnostican diabetes tipo 1 a algún paciente le recomiendan no realizar esfuerzos físicos, y les limitan a lo que llamamos el paseíto diario, para evitar hipoglucemias; pero la realidad es otra, pues precisamente el deporte, junto a la insulina y una dieta equilibrada y otra serie de cuidados, es lo que nos permite tener una buena calidad de vida, y evitar esas complicaciones tan temidas que aparecen con un mal control de la enfermedad.
En mi caso, puede decirse que tuve suerte, porque los médicos del equipo de endocrinología del Hospital Universitario de Cruces, donde me llevan tratando toda la vida, siempre han sido partidarios de incluir el deporte como parte fundamental del tratamiento; por ese motivo mis padres, desde muy pequeña me apuntaron a todo tipo de actividades extraescolares de carácter deportivo como gimnasia rítmica, ballet, natación, patinaje…, todo ello con el objeto de que mis glicosiladas se mantuvieran dentro de los rangos adecuados y evitar complicaciones futuras por un mal control.
Pero no fue hasta el año 2012 que me metí de lleno en el mundo del running; me encantaba salir del trabajo y sentir la libertad en la calle, incluso la lluvia caer sobre mí (cosa más que habitual por aquí, soy de Bilbao y vivo en un pueblo costero que está a unos 30 km llamado Gorliz) y sentir esa brisa que entra por la costa; todas esas endorfinas me hacían olvidar los problemas que hubieran podido concurrir a lo largo del día, me hacían sentir bien, correr me ayudaba a controlar mi enfermedad y me enganchó totalmente esta disciplina deportiva.
Como en mi familia ya había un corredor con solera, mi tío Javi, me planteé correr la distancia reina 42,195 km siguiendo sus consejos; para mí no sólo estaba el reto de correr un maratón, sino el de hacerlo con diabetes, quería debutar en una prueba que al traspasar el arco de meta supusiera cumplir un reto que otros consideraban inalcanzable para mí, eso me llevó a correr el Maratón Martín Fiz 2012 en Vitoria. Si digo que fue fácil, estaría mintiendo como Pinocho, el primero fue duro, aún era novata en las pruebas de larga distancia y no supe controlar bien mi glucosa, acabé con cifras de glucosa en sangre muy altas, lo que me supuso algunos problemas durante la prueba, pero, aun así, acabé, quería pasar ese arco de meta y lo conseguí en un tiempo de 3:35:50, siendo la séptima de las féminas.
Recuerdo que cuando acabé me sentía agotada, me dolía todo, pero ahí había una ambivalencia de sentimientos, alegría y euforia y ganas de llorar, no puedo negar que alguna lágrima se me escapó cuando vi a mi familia, mis padres (cuyo apoyo incondicional me acompaña en todas mis locuras), mi mejor amiga desde los 3 años de edad junto a su marido, quién también es un grandísimo amigo, y por supuesto mi instructor, mi tío, en la meta gritando y animándome, nunca se me olvidará ese día. Lo primero que me dijo mi tío fue “lo has hecho”, a lo que yo respondí “lo hice, lo hice” y eso lo tengo grabado a fuego en mi cabeza.
No me explicaba por qué, pero si había estado corriendo, por qué la glucosa era alta, más adelante estudiándome bien a mí misma, informándome sobre los efectos que las diferentes hormonas que producimos afectan a la glucosa, que tipo de suplementos me vienen mejor tomar en carrera para evitar unas subidas tan drásticas de la glucosa sanguínea, cómo calcular las dosis óptimas de insulina, otros factores que pueden afectarnos como el calor (que acelera la acción de la insulina) o el frio (que lo que hace es ralentizar su acción) y un larguísimo etc., supe dar respuesta a todas esas preguntas y ello ha supuesto una increíble mejora en el control de mi glucosa durante las pruebas de larga distancia. Algún día te puedes encontrar con algún imprevisto, pero lo que hay que aprender es a saber solucionarlo si se presenta y mantener la calma; a veces habrá que abandonar si no se consigue remontar una hipoglucemia o por cualquier motivo presentamos unos niveles tan altos de glucosa sanguínea que es necesario retirarse, pero serán decisiones inteligentes pues esto lo hacemos por salud, así que esa tiene que ser la meta principal.
A partir de ese momento mi pasión por el mundo del running fue en aumento, corriendo una media de dos maratones al año y varias medias maratones y otras carreras cortas como entrenamiento, hasta que en septiembre de 2015 conseguí ganar el Maratón de Logroño, ser la primera fémina de la general frente a grandes deportistas y superando una hipoglucemia con 40 mg de glucosa en sangre en el km 34 que me hizo tener que bajar muchísimo el ritmo y aguantar los últimos 8 km 195 m sin reservas de glucosa en el cuerpo, no daba crédito cuando llegué a arco de meta y vi la cinta desplegada, en ese instante lo único que pasaba por mi cabeza era una premisa que siempre me acompaña La diabetes sólo te limita hasta donde tú la dejes.
A principios del año 2016 me dieron la posibilidad de llevar una bomba de insulina, vinculada con un medidor de glucosa continuo; el avance que me ha supuesto es indescriptible cuando pienso en esas jeringuillas enormes que tenía que usar siendo una niña, la inexistencia de glucómetros en esos primeros años y como ha ido mejorando la tecnología en el campo del cuidado de la Diabetes Tipo 1. Este dispositivo me proporciona mucho más margen de maniobra, y me permite toar decisiones a más corto plazo, lo que de cara a pruebas deportivas de larga distancia me supone de gran ayuda.
El mismo mes en el que me colocaron la bomba de insulina, me adentré en el mundo de la ultradistancia, y me fui a La Rioja (mi segunda casa, donde siempre me tratan con mucho cariño) con la idea de realizar la II Rioja Wine Ultratrail, 90 km repartidos en 3 etapas de montaña, en tres días; conseguí ser subcampeona femenina en la general. Unos meses después conseguí también hacerme con el segundo puesto en la Kosta Trail, esta vez corriendo en casa, en septiembre quedé tercera en el Maratón de Logroño de ese año y en el año 2017, en octubre conseguí volver a ganar el maratón de Logroño.
A finales del año pasado me plantee llevar a cabo un reto con el objeto de recaudar fondos para investigación en la cura de la diabetes tipo 1, consistía en que 20 deportistas (todos con diabetes tipo 1) debíamos recorrer la distancia total de 1.184 km (la distancia que supone atravesar la Península Ibérica de punta a punta por su ruta más larga), en 24 horas, por relevos, en una pista de atletismo (en la de Gorliz concretamente). Fue duro, aunque me resultó más agotador organizar todo y conseguir ayuda, pero lo conseguimos, de hecho, acabamos en 21 horas, se ve que teníamos ganas terminar, y lo más importante conseguimos recaudar 3.000 euros.
Este año, ha sido el primero que no he acudido a la Maratón de Logroño, una decisión que me ha costado muchísimo tomar porque aun ando en proceso de recuperación después del año tan complicado que he tenido.
Lo cierto es que los errores que cometí en mi primer maratón en el año 2012, me han servido para aprender e ir mejorando los controles de glucemia en las carreras, es difícil y a pesar de llevarlo todo muy calculado, se puede truncar por factores externos, no es una ciencia exacta y tenemos que estar como alquimistas midiendo valores y cantidades de insulina, pero merece la pena.
No soy ninguna gran atleta, sólo una deportista amateur que carga con una mochila que a veces se hace un poco pesada, y que quiere demostrar a través de estos restos que el deporte debe estar presente en el tratamiento de la diabetes, que no debemos dejar que la enfermedad controle nuestra vida sino nosotros a ella (aunque a veces nos saque de quicio, todo sea dicho), que los límites debemos ser nosotros los que los pongamos y no la enfermedad, y mucho menos la sociedad. Ésta es una enfermedad en la que no siempre 2 y 2 son 4, sino que a veces es cinco como ocurría en la novela de George Orwell “1984”, a veces resulta agotadora, mucho más que correr un maratón.