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María Eva López, Leucemia Mieloide Aguda, Asturias, España.

Leucemia Mieloide Aguda

"Pegándonos a la vida"

María Eva López

(Persona que cuida)

María Eva López

Imagen de perfil de María Eva López, Leucemia Mieloide Aguda, Asturias, España

Me llamo Eva y el pasado mes de octubre le diagnosticaron a mi hijo Yago de 9 años una leucemia promielocítica aguda. Nunca olvidaré las sensaciones que me recorrieron el cuerpo en el momento de saber lo que le estaba sucediendo a mi hijo, el entorno físico lo llevo conmigo como una nebulosa, pero los sentimientos que te arañan por dentro se quedan contigo para siempre, y esa palabra LEUCEMIA, era como un gigante amenazante.

Me gusta comparar mi vida con un gran puzle que no tiene formas concretas pero que voy diseñando a medida que los años van pasando. Nuestras vivencias hacen que coloquemos las piezas poco a poco y a lo largo de nuestro caminar, y en ocasiones a todos nos han sucedido cosas más o menos agradables que hacen que nuestro puzle se deshaga y haya que volver a empezar desde un principio para elaborarlo de la mejor manera posible. Y así, de esta forma las horas, los días y los años van pasando.

Pero a pesar de todo aquello desagradable que nos haya podido suceder nada es comparable con el dolor de la enfermedad de un hijo y el temor a perderlo, y en todo esto es lo que convirtió ese 9 de octubre en un auténtico infierno para mí.

Esta terrible enfermedad se había encargado no solo de deshacer mi puzle totalmente, si no que había hecho trizas cada una de las piezas. Las había roto en pedacitos pequeños una fuerza cargada de pena, desesperanza, soledad, tristeza, culpa… en fin una conjunción de sensaciones y sentimientos que destruyen cuanto tocan.

Los caminos que tenía ante mí en el momento en el que me comunicaron que mi hijo tenía leucemia se tornaban oscuros y sin vías de paso. De repente todo se había convertido en una noche lluviosa y sin luna.

Esa primera noche estuvo cargada de pesadillas que lamentablemente vivía despierta, no había un sueño bonito en el que refugiarse, no sabía que decir y más cuando mi hijo me preguntaba con una hemorragia nasal constante “¿Por qué me está pasando esto a mí mami?”.

Y pasan los dos primeros días en la UCI, con un reloj en el que el tiempo no pasa y un tiempo que se torna una revolución en mi cabeza. Y llega el tercer día y empiezan a llegar buenas noticias, Yago responde a las transfusiones y sus plaquetas empiezan a estabilizarse y el riesgo inminente va mitigándose. Y mi hijo despierta, y me veo en sus ojos y me transmiten tanta fuerza…

Porque los niños son muy fuertes, tenemos tanto que aprender de ellos… Yago se enfrentó a su situación con esperanza, normalidad y siempre una sonrisa en el rostro, o casi siempre porque el primer mes y medio estuvo cargado de todas esas consecuencias del tratamiento: revolturas, una boca tan enferma que en ocasiones vi a mi charlatán preferido incapaz de decir una sola palabra, días sin comer, pero siempre siempre sonrisas, una fuerza constante y ningún quejido.

Y si él no se queja… ¿quién soy yo para hacerlo? Yo recargué mis pilas porque Yago era mi energía particular, la más preciada. Mis piezas empezaban a encajar de nuevo, seguí elaborando mi puzle y éste sería más lleno de vida que el anterior, porque sus piezas se unían con más fuerza si cabe. Y aquellas que estaban rotas… no hay problema, descubrimos nuestro pegamento especial, el que nos une a la vida, a las personas maravillosas que hemos conocido en este duro recorrido y a aquellas que ya conocíamos y nos acompañaron de la mano, a la fe que nos cimentaba, descubrimos que el amor, la esperanza, las ganas de vivir, la lucha diaria, el conocimiento… nos hace ser más sólidos y que nuestra vida también lo sea.  Porque sólo hay un camino, aquel que nos lleva hacia delante, un camino que puede ser duro pero el horizonte siempre reconforta.

Y por fin empiezo a ver de verdad la vida, la que viví, la que vivo y respecto a la que viviré…. Esa mejor la voy elaborando con todas mis piezas, y por si alguna de ellas se rompe la reconstruiremos pegándonos a la vida.

"Siempre hacia delante con fuerza, energía y alegría."

Foto de la historia de salud de María Eva López, Leucemia Mieloide Aguda, Asturias, España

Y como no puede ser de otra manera el protagonista de esta historia, el que me da fuerza, mi luz, también tiene algo que decir al respecto:

“Me llamo Yago y tengo 9 años. Un fin de semana de octubre me empecé a encontrar mal. Me sangraba mucho la nariz y me salieron unas manchitas rojas, que luego me enteré que se llamaban petequias. Por eso me ingresaron en Oviedo, pero yo no sabía la enfermedad que tenía.

Cuando me dijeron que tenía leucemia me sentí confuso porque no sabía lo que era, “como un catarro muy grande” pensé yo. Después mi médica Soledad me dijo que tenía una enfermedad en la sangre, y mi madre me dijo que era grave y que no era un catarro normal, y que nuestra vida iba a ser un poco diferente este año.

La primera noche que estuve ingresado me sentía muy raro y asustado porque vomitaba sangre y sangraba mucho por la nariz. Sólo me tranquilizaba que mis padres dormían conmigo y me daban la mano y muchos abrazos.

De los siguientes dos días no me acuerdo de nada porque estaba dormido, según me dice mi madre y pienso yo claro.

Cuando me transfundieron plaquetas por primera vez no sabía lo que era porque se parecía mucho a zumo de piña, pero estaba tranquilo porque mi madre me decía que eso me iba a ayudar a curarme.

En el primer ciclo estuve un mes y medio ingresado, y no podía salir a la sala de juegos, ni caminar por el pasillo porque las plaquetas y las defensas las tenía muy  bajas. Me puse muy triste cuando me dijeron que no podía salir. Estaba muy preocupado por mi abuela porque  tenía el menisco derecho roto, y cuando me preguntaban si estaba preocupado por algo, yo les decía que sí que estaba muy preocupado por mi abuela y me ponía a llorar.

Cuando me tenían que poner los tratamientos me sentía muy raro y algunas veces muy confuso. Me ponía muy tranquilo cuando mi abuela me iba a visitar y cuando mis padres me hacían bromas para que me riera y me abrazaban y dormían conmigo.

Cuando me raparon el pelo, porque se me caía mucho, no quería ni mirarme en el espejo. Pero después me daba igual que me vieran así porque el pelo se me caía por el tratamiento, y era para curarme. El pelo vuelve a crecer, y tampoco es para tanto.

El primer ciclo pasó y me pude ir a mi casa, yo tenía mucho miedo de no volver a mi casa después de tanto tiempo en el hospital. Pude salir, jugar y conocí más a Carmen, la psicóloga de la Asociación Galbán, que me ayudó a quitarme los miedos a muchas cosas, sobre todo a las agujas. Allí me explicaron que tenía un tipo de cáncer, pero eso no significaba nada, lo peor ya había pasado.

Los otros tres ciclos fueron más fáciles y sencillos de llevar para mí, además de más cortos. El hospital era como una casa para mí, las doctoras y las enfermeras eran muy buenas y muy simpáticas, si hasta me vinieron a cantar Feliz Cumpleaños el 29 de diciembre, porque era mi cumpleaños y me tocaba ciclo. Las tardes se hacían más cortas gracias a los voluntarios, a los juegos y a los payasos. Mis padres estaban siempre conmigo y se preocupaban mucho por mí. Y mi abuela venía a visitarme cuando podía aunque casi no podía caminar y eso me ponía muy contento.

Ya he terminado los ciclos, ahora nos esperan revisiones y más adelante el colegio y volver a mi vida normal. Y eso me pone super contento.

Escribir, contar esto y pensar que todo vuelve a ser como antes me ha hecho llorar de alegría.

http://www.asociaciongalban.org

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