M. Isabel Alastuey Martinez
M. Isabel Alastuey Martinez
Esta historia personal, comenzó hace más de 33 años: el 20 de Septiembre de 1986, un fatídico accidente de tráfico, me dejó tetrapléjica (una lesión medular nivel C-6). A tan solo 20 días de cumplir 18 años y a 10 de comenzar lo que iba a ser mi futuro, mi carrera de Derecho, me vi en una UVI totalmente paralizada de cuello para abajo, sin sensibilidad alguna y con un pronóstico de muerte.
“Alguien” quiso que sobreviviese a los 6 días a una operación en un intento por salvarme la vida, aunque para los médicos, no para mí, iba a ser una vida sin sentido, indignante y muchas otras atrocidades “ es mejor que se muera”..., pensaban. Fue una operación durísima que superé, eso sí, con unos gritos de dolor que se escuchaban en toda la UVI. Pero eso eran dolores físicos, el alma era lo que más dolía, pero tampoco por lo que me decían, era porque quería vivir para demostrar a todos ellos que no tenían razón.
Estuve más de 30 días con unos médicos y enfermeras que no creían lo que veían, pero que tampoco sabían qué hacer conmigo. Su pronóstico no se cumplía, por lo que tomaron la decisión de trasladarme en una UVI móvil al Centro Nacional de Parapléjicos de Toledo. Allí de nuevo 2 meses en una UVI. Contra pronóstico médico y para Navidad me bajaron a planta, bajo cuidados extremos, hubo muchísimas noches que creyeron que no sobrevivíría, pero de nuevo, alguien quiso que así fuera. Mis ganas de vivir y mi fe, fueron mis dos aliadas, poco a poco y día tras día fui superando pequeñas batallas, minutos en una silla de ruedas, cerrar mi traqueotomía, retirar sondas, curar las 5 escaras, así durante un año… Había logrado gracias a alguien sobrevivir, pero médicamente ya no quedaba nada más por hacer.
De vuelta a Zaragoza, totalmente inmóvil, sin sensibilidad y con muchos problemas por venir, me aferré a la vida, a mis seres queridos y a ese alguien a quien me he referido antes, mi Virgen. A partir de ese momento, dos señoras fueron mi punto de apoyo, mi madre biológica, Pilar, y mi madre espiritual, mi Virgen de Guadalupe.
Comencé mi carrera de Derecho, la estudié con mi madre pasando folio a folio mis libros y mis códigos. Me aferré y disfruté mi código civil, mi código penal, mi ley de enjuiciamiento civil y mi ley de enjuiciamiento penal. No asistí a una sola clase. Los 5 años los acabé en 4, los exámenes eran orales porque no puedo escribir. Hubo meses de Junio que llegué a realizar 3 exámenes orales en una misma mañana.
En definitiva, un expediente brillante que me vi obligada a compatibilizar con 8 horas diarias de rehabilitación para evitar aquellas complicaciones que vaticinaban los pronósticos médicos y que lejos de no cumplirse, se alejaron y dejaron paso a ciertos movimientos y avances físicos, neurológicamente inexplicables. Lo logré, físicamente gracias a los cuidados de mi madre (cambios posturales cada 3 horas, rehabilitación, etc.) apoyo económico de mi padre, muchísima fuerza de voluntad y muchísimas ganas de vivir…. Quería demostrar que la vida no es solo movimiento y sensibilidad, es muchísimo más, disfrutar de tu familia, de tus amigos, de una poesía, de la música, de mis códigos…. Pero todo ello, evidentemente, tampoco hubiera servido de nada, sin ese alguien a quien, desde un principio, le estoy mencionando, MI VIRGEN...LA VIRGEN DE GUADALUPE.
Lo relatado, lo vivido, evidentemente es durísimo y la batalla muy cruel. La tetraplejia es una lucha sin tregua física, emocional, económica, pero merece la pena.
Después de día tras día durísimos, algunos de hasta 8 horas de rehabilitación, mi madre y yo encontrábamos un refugio y un descanso en TELEVISA.
Nuestro físico agotado, nuestra alma con ganas de continuar y ¿Dónde encontrábamos apoyo? En los informativos de su cadena...dentro de los informativos brillaba una gran estrella: “don Alberto Peláez”. Hace 32 años comencé admirándolo, esa admiración fue creciendo al mismo tiempo que sembraba en mi madre y en mí Valores Humanos, aquellos que nos impulsaban a vivir. Mi admiración me llevó a contactar con él, su respuesta fue inmediata y en la actualidad somos como hermanos, una de tantas cosas que me hace considerarme una privilegiada.
Y aprendimos de todo un pueblo muy grande: MÉXICO. Comenzó atrayéndome e impactándome, luego, lo llegué a querer, ahora es un sentimiento mayúsculo, no hay nadie que me conozca que no sepa de mi amor por ese gran país. Sus gentes, su color, su tierra, sus paisajes, sus tradiciones……. Se me clavó en el alma México.
Los años pasan, mi lucha continua, voy creciendo personalmente conforme va creciendo Televisa, ella también me llevó a poder vivir cada 12 de Diciembre, a sentir, como es mi gran sueño, que me hinco de rodillas a los pies de mi morenita, y le rezo cantándole sus mañanitas. No hay año que me lo pierda, y sueño con que algún día estaré allí…
A través de Televisa conocí una gran labor humanitaria, Fundación Teletón, cuyo presidente es un ser humano excepcional, don Fernando Landeros, y aprendí algo importantísimo, que el alma se puede acariciar con las palabras, que las palabras curan.
Para cuidar el físico, las personas contamos con médicos y facultativos, pero hay algo mucho más importante que curar y cuidar: es el alma. El alma, para mí, es como un jarrón chino, nadie tiene el derecho a romperla y yo tengo la obligación de alimentar el jarrón chino de cada uno de los que me rodean.
Es muy sencillo y además hermosamente gratificante el curar y cuidar un alma. Simplemente es dejarse llevar por valores como respeto, cariño, empatía… y todo fluye. Al conectar alma con alma, los sentimientos se fortalecen y una persona emocionalmente fuerte es físicamente fuerte. Es muy sencillo acariciar el alma ajena, ¿cómo? Con las palabras. Esto lo aprendí de una gran persona a la que mi morenita me envió a mi camino, en este largo camino de la vida, en una de mis conversaciones con él, surgió esta conversación: el valor de las palabras. Recuerdo cómo le comenté “las palabras son fundamentales, pueden acariciar un alma o destruirla".
Una palabra puede salvarte o destruirte, con una palabra puedes ser protegido y proteger, puedes cuidar o ser cuidado, te puedes levantar o te pueden tumbar, con una palabra puedes reír o puedes llorar”. Por eso en mi vida he ido acuñando palabras fundamentales, que envío en cada Whatsapp, mensaje, correo, conversación telefónica… Palabras como “Feliz despertar”, “Feliz día”, “Beso fuerte”, “Apapacho”, un emoticono con un corazoncito (propio de mi actuar diario)… Con esos me comunico cada día, y quienes me conocen saben que me tienen ahí, incondicional, que quiero hacerles sentir que al despertar me he acordado de ellos, y a mi modo los cuido y los protejo. En definitiva, como me gusta a mi decir, invierto en felicidad.
Acabada mi carrera de Derecho comencé a opositar a notarías pero circunstancias personales adversas, hicieron girar un poco la vida, dejar transitoriamente de hacerlo, y sin yo quererlo en un principio descubrí un mundo que ha llegado a apasionarme: los mercados financieros.
Tras 20 años, di un paso al frente y materialicé todo aquello que en mi mente me ilusionaba. Comencé apostando fuerte por un proyecto de investigación que supone mejorar la calidad de vida del lesionado medular. En él volqué esfuerzos y días titánicos, pero hoy tengo la alegría de poder decir que colaboré en lo que en la actualidad está autorizado como un medicamento y que supone una esperanza en la calidad de vida del lesionado medular.
Continúo en dos frentes, por un lado y siempre altruistamente, colaboro en Aesleme (Asociación para el estudio de la lesión medular), para prevención, prevención y prevención, para que esto no ocurra, que no haya un fallecimiento, una lesión cerebral ni una lesión medular como la mía, aportando para ello mi propio testimonio. Y por otro lado, con el objetivo de que esta lesión algún día se cure, colaboro altruistamente en “Fundación Volver a Caminar”. A través de estas dos causas, unida a Fundación Teletón, me alimento cada día mi alma, alimentando a las de otros lesionados medulares.
Cada día me despierto con tres palabras fundamentales, el valor de las palabras, estas palabras son: fe, ilusión y esperanza. Cada día lo paso, por un lado como todas las personas, trabajando en los mercados financieros, y estudiando, pues reanudé mi oposición a Notarías, e incluso gané una demanda a la Dirección General de los Registradores y el Notariado, derribando así una barrera que existía para todas aquellas personas que se encontraban en una situación similar a la mía.
La vida pasa, pero debe pasar por tu alma. La vida es una rosa, una rosa con espinas. Cada amanecer es un cheque en blanco que Dios te regala. Un cheque que tú debes llenar. Tú misma lo haces, tú misma decides, solo depende de ti. Mi trabajo en los mercados financieros, el estudio de la oposición, colaborar altruistamente en Fundación Aaesleme, Fundación Volver a Caminar y Fundación Teletón, lo hago guiada por tres palabras fundamentales que ya he repetido: fe, ilusión y esperanza. Palabras con las que acariciar a todo aquel que mi morenita va poniendo en mi camino. Invierto en felicidad, y ella me premia enviándome personas excepcionales. La amistad es un tesoro, la vida es maravillosa, y ella me llevó a conocer a Kurere, cuyo lema es: el valor de las palabras. Esto demuestra mi teoría, teoría que acuñé hace décadas: mi morenita mueve sus dados.
En la medida de mis posibilidades comencé a recabar apoyos para esta investigación, desde amigos, familiares, administraciones que me ha llevado a conocer gente excepcional.
Mi vida no es indigna, así me lo enseñaron desde el primer curso en mi facultad, no deseo ese MAR ADENTRO que, con Óscar incluido, muchos quieren ofrecerme, no deseo la muerte bajo ese disfraz legal de eutanasia, QUIERO VIVIR!!!!!
Me despido haciendo mía la frase de Stephen Hawking “No puedes permitirte estar discapacitado en espíritu a la vez que físicamente”.
Twitter: @isabelalas2