Cuando me dieron el primer diagnóstico de Eric experimenté muchos sentimientos encontrados, ya estaba embarazada de mi segundo hijo, sentí mucho miedo por Eric, no sabía lo que era el autismo ni como se manejaba, no sabía que había que hacer con él. Yo soy mejicana pero en aquella época acababa de llegar a vivir a Estados Unidos, no sabía inglés, en aquellos momentos no tenía acceso a mucha información del autismo en español. Por todo, sufrí un shock emocional muy grande acompañado de una gran preocupación, al mismo tiempo estaba mi otro hijo, el que iba en el vientre, también podría tener el mismo diagnóstico.

Finalmente con el apoyo de Carlos, el padre de mis hijos, fui aprendiendo sobre el autismo y a pesar de que mi inglés era pésimo decidí hacerme parte de un grupo de apoyo a padres de familia de chicos con diferentes discapacidades. Todas las reuniones eran en inglés, pero la realidad, es que me sentí acogida, me sentí en mi tierra, en mi lugar, en mi planeta. En aquel grupo había mamás que compartían las mismas emociones que yo y que a pesar de que yo todavía no comprendía del todo de que estaban hablando, el sentimiento que había de empatía de acogimiento, de bienvenida, de decir… “te comprendo”, me llenaba de fuerza y además se convirtió prácticamente en mis mejores clases de inglés.

Pasé el embarazo de Iván con mucho, mucho miedo, observando además a Eric, con mucha dificultad para comunicarme con él, entender sus comportamientos, aquellas crisis que tenía que parecían berrinches y que no sabía cómo contener. A pesar de que había estado cuidando niños pequeños de adolescente, estas crisis eran muy diferentes y me hacían sentir miedo.

Afortunadamente nunca me sentí sola y sabía que mi actitud era lo que iba a determinar el tipo de profesionales que se iban a acercar a mí, del tipo de maestras que me iba a rodear y así fue.  Muy pronto me di cuenta que estaba en mí, en mi comportamiento, en mis palabras, en mí actitud, el que se acercaran a mí personas que vinieran a apoyarme, a aconsejarme,  a construir, a aportarme, a educarme con amor para ayudar a mi hijo.