Juan Pedro Baños
Juan Pedro Baños
En un pueblo minero de la Región de Murcia que sufría las consecuencias del deterioro medio ambiental por metales pesados de la actividad minera, nació un niño en el año 64, último hijo de una familia con 3 niñas con ansia de tener un varón. Dicha familia era un referente en este pueblo ya que poseía un comercio que a veces hacía de banco o abría de madrugada para atender a los mineros, por lo que cuando nació este varón fue un júbilo para todos. Pesó 4 kilos menos cuarto, rubito, con unos ojos que decían "quiero vivir" y una sonrisa permanente contagiada por la familia.
Pero a los 15 días todo se transformó en preocupación y tristeza porque el niño empezó a vomitar constantemente hasta el punto que llamaron al médico, quien lo derivó a otro pueblo. Los vómitos le limitaban el lenguaje y los primeros movimientos para andar, por lo que se le derivó a Murcia, debido a que no encontraban solución. Allí un buen doctor le dijo a la familia del niño de 2 años y con vómitos constantes, que le aconsejaba que fuesen a Madrid o Barcelona, así que 2 valientes mujeres, la madre y la madrina, se fueron a Madrid mientras que el padre trabajaba de sol a sol en el comercio y en otras iniciativas para pagar el gasto que supuso su único hijo varón.
Por fin lo intervinieron en un hospital madrileño, siendo el diagnóstico estenosis de píloro, que como hoy se sabe, obedece a leves malformaciones que pueden ser consecuencia de la contaminación de los metales pesados.
Hay que tener en cuenta que entre médico y médico pasó casi 2 años vomitando y todo el pueblo se alegró de la salvación, pero sólo duró unos días ya que el chiquillo siguió vomitando y se derivó el caso a Barcelona; tras 40 días se confirmó el diagnóstico consecuencia de la deshidratación y desnutrición.
Tras tanto tiempo vomitando, sus riñones dejaron de funcionar, no pudiendo hacer nada porque ni un trasplante ni la diálisis eran posibles para un niño, por lo que la familia tuvo que firmar para que el niño muriera en el pueblo.
A la vuelta tuvieron un accidente en coche, pero salieron ilesos, y cuando llegaron al pueblito todo el mundo estaba destrozado porque no había solución. La madre entonces fue a ver al médico más prestigioso de Cartagena, quien dijo que no podía hacer nada, ante la insitencia de la madre al médico se le ocurrió tratarlo con un suero bebible a base de agua, bicarbonato y limón. A partir de ahí el niño que no hablaba ni andaba, comenzó a vomitar menos y a alimentarse bien, por lo que creció y cuando volvió a Barcelona los médicos dijeron que había sido un milagro, los riñones trabajaron al mínimo pero cumplieron su función que permitió al niño comenzar una vida normal y que nunca nadie se metiera con él; sólo recibió cariño.
Cumplió los 18 años, y al estar más desarrollado, sus riñones dejaron de funcionar y vio como su boca se le caía a trozos, tenía moratones en las mejillas, calambres, volvieron los vómitos y lo mandaron a un hospital donde le dijeron que tenía que ser dializado por lo que temieron que muriera. Tras la primera sesión convulsionó, sangró y tuvieron que llevarlo inconsciente a la UCI, casi muerto durante 4 días hasta que mejoró, se vio en un espejo y dijo que había vuelto a nacer.
Tres meses pasó allí hasta que le dieron el alta.
Recuperó la normalidad y vivió durante 5 años dializándose, estudió, creó negocios de hostelería y ayudaba a su padre en la tienda.
En 1988 su madre le dijo el día de su cumpleaños que le iba a donar un riñón, le daría vida por segunda vez, produciéndose el trasplante en junio de ese año.
Este joven era activista en el pueblo y antes del trasplante y de saber de la donación, llamaron por teléfono diciendo que había un riñón para él, pero no pudo ser finalmente, por lo que se fueron a Madrid para que su madre donara el riñón.
Pudo hacerse el trasplante, habiendo algún problemilla que complicó el post operatorio pero todo se solucionó; le dieron el alta tras 2 meses y un grupo de músicos le dieron la bienvenida.
Así prosiguió su vida con su madre diciéndolo que compañeros de ALCER le ofrecían un trabajo como coordinador para dejar la hostelería, una decisión preciosa que tomó el chico, empezó a trabajar y durante años trasplantado estuvo en ALCER realizando proyectos muy importantes, hasta que una situación política les hizo pasarlo muy mal y le llevó a perder el riñón estando ya casado y coincidiendo con el nacimiento de su hijo, quien por una negligencia tuvo un problema de enterocolitis necrotizante y se llevó a Madrid para salvarlo, momento en que perdió el riñón.
Han pasado 16 años y ahí sigue esperando, ocupando el cargo de presidente de la Asociación Española de Trasplantados (A.E.T) y muy agradecido a los que hacen posible mediante una donación salvar vidas.
Ilusionado también, de que vuelva a ser trasplantado.
Ha sufrido 2 percances: el tren de Madrid a Murcia que se quemó, tenía billetes para ese día pero lo cambió al día antes y se salvó y cuando llamó a un buen amigo para celebrar su salvación, él ya había fallecido, lo que le hizo comprobar que su corazón tampoco estaba bien y le llevó a operarse a vida o muerte en Barcelona.
Da las gracias al señor porque su fe y su lucha hacen que hoy sea un hombre feliz lleno de esperanza con la ilusión de que sus hijos pueda verlos crecer, e incluso tener nietos y seguir ayudando a los que esperan trasplante.
Cada vez que se mira al espejo se siente orgulloso y satisfecho de su vida entregada a los demás y todo lo bueno que ha hecho ha sido propiciado por su amor y su fe en Jesús, aunque también ha cometido errores, por lo que ese niño hoy hombre pide públicamente perdón.
Ese hombre soy yo y hago extensa mi gratitud a Kurere por permitir este testimonio que espero sea de ayuda.
Un abrazo.