Juan López
Juan López
Soy Juan, tengo 55 años y llevo en abstinencia y rehabilitación tres años. Gracias a la asociación y a Emilio, lo he conseguido. El estar en los grupos de ayuda mutua me ayudó muchísimo, no me esperaba haber llegado tan lejos.
Cuando empecé en la sociación, fue por darle gusto a la familia porque me decían que tenía un problema. Fui a unas conferencias y allí me di cuenta del problema y de que quería salir . Hasta que no sales, estás metido en un mundo que es un pozo sin fondo donde solo hay oscuridad y llega un momento en que cuando empiezas a salir, ves la vida de otra manera. Yo personalmente he ganado muchas cosas, he recuperado a mi familia, mi carnet de conducir, me compré otro coche y tengo mi independencia, no sé, soy otra persona. De ser lo que era, porque era un despojo humano, porque todo era alcohol y alcohol y era la adicción la que mandaba en mí, llegué a dar el paso e ir a la asociación y a partir de ahí cambió mi vida totalmente.
Me siento una persona totalmente nueva y me gustaría darle a la vida lo que la vida me ha dado a mí, dar mi testimonio para que sirva de ejemplo a otras personas que puedan estar en una situación parecida y que vean que se puede salir, si salí yo, que era más vicioso que el gato de un cabaret, porque no va a poder salir otro.
Al principio salíamos como todo el mundo, a tomar cervezas, para estar contentillos y ligar un poquillo. Era una persona más bien tímida y cuando tomábamos unas cuantas cervezas te desinhibías y era más divertido. Poco a poco, de las cervezas pasas a los cubatas y luego ya me fui a Gerona a Lloret de Mar y allí empecé a salir por la noches cuando terminaba de trabajar, había veces que juntaba la noche con el día bebiendo cubalibres. Luego conocí la cocaína y fue todavía peor, porque es un círculo vicioso en el que te vas metiendo sin darte cuenta y acabas viviendo nada más que para eso.
Después me vine a Jaén y cogí, junto con un cuñado, un pub nocturno y seguí con la misma marcha. El año que me casé y que nació mi hija intenté cambiar e ir a una asociación pero no me gustaban las formas y lo dejé. Me separé y seguí con mi marcha, intentaba llevarlo de tapadillo y, aunque todo el mundo sabía lo que hacía y me decían que tenía un problema, yo creía que lo controlaba; hasta me quitaron el carnet de conducir en dos ocasiones.
Dejé la cocaína y solo bebía whisky y más whisky. La madre de mi hija se murió de un cáncer y mi hija se fue a vivir conmigo. Al principio iba todo bien, pero luego empezaron las discusiones, ella llevaba razón, mi comportamiento no era el correcto. Cuando mi hija tenía 16 años pensé en dar un cambio a la situación, en aquel tiempo un cuñado me invitó a ir a unas conferencias de una asociación que se llama ALAC y oí testimonios de gente con adicciones y de sus familiares y me llegaron bastante hondo, me caló bastante.
Decidí entrar en la asociación y poco a poco empecé a sentirme persona y cuando pasó el tiempo fui recuperando la confianza en mí mismo, hice un curso de sensibilización, me saqué el carnet de conducir otra vez, me compré el coche, me puse pelo y fui recuperando mi vida con mi hija y con mis padres.
En la asociación me hablaron con mucha sencillez y con un trato muy agradable, me sentí muy bien, confiado e intenté no defraudarlos. En las primeras terapias me di cuenta de que tenía una enfermedad. Lo bueno de las terapias grupales es que todo el mundo cuenta cosas que son incluso peores que las tuyas y piensas que si ellos han salido y están bien porque no lo puedo hacer yo. De alguna forma comparas y te das cuenta que todos tenemos una trayectoria bastante parecida. Las terapias de ayuda mutua son muy importantes. También te das cuenta de que ayudando a los demás te ayudas a ti mismo. Estaba deseando que llegaran los jueves para ir a la terapia, a la cual me acompañaba mi cuñado y luego me acompañó mi hermana.
Me puse el lema de que –cada día es un día más que estoy en abstinencia- y me fue muy bien. No tuve delirium tremens, ni nada parecido, ni yo mismo me lo creía.
Luego, por circunstancias diversas, un grupo de nosotros decidimos montar una asociación que se creó un poco antes de que empezara esto del coronavirus, que se llama Asociación Proyecto Camino Ilusión https://www.facebook.com/proyectocaminoilusion/.
Mi padre tiene ya 91 años, vive con mi hija de 23 y conmigo. Mi madre se murió cuando yo ya estaba en rehabilitación y se alegró mucho de verme sin beber. Para mí fue una satisfacción.
Ahora con el coronavirus es como vivir una película de miedo, con el alcohol no tengo problemas, no siento necesidad. Estoy jubilado porque tengo un trastorno bipolar con un tratamiento de por vida, y al mezclarlo con el alcohol era una bomba. Desde que estoy en abstinencia no he tenido apenas episodios de bipolaridad, tuve alguno pequeño que pude resolver mucho más rápido que en otras ocasiones. Llevo una vida mucho más ordenada y, tomando mi tratamiento, soy una persona normal.
La relación con mi hija cambió totalmente, me ha a poyado también en la asociación y se siente muy orgullosa. Es una persona muy sensata y muy centrada que lo pasó mal cuando murió su madre y encima tuvo que convivir con mi problema. Cuando empecé a cambiar, me di cuenta de que también cambió la vida de las personas que están a tu alrededor, sobre todo a tu familia, los ves tranquilos y no como antes que era un sinvivir. Ahora mi familia es una piña, somos cinco hermanos y nos llevamos todos muy bien. El único que tenía el problema de ser un “viva la vida” era yo. La verdad es que ahora me siento muy bien.
Esto es una enfermedad y te das cuenta que tienes que seguir y que la medicina más efectiva que hay es la terapia de grupo. Lo más importante es que la persona, llegado el momento, se crea que tiene una enfermedad y eso le empiece a motivar. Cualquier cosa puede ser buena si el objetivo es dejar la adicción y ponerse en tratamiento.
A mí me dio la vida el haber ido a aquellas conferencias de la asociación, me abrió los ojos, a partir de ahí empecé a ir a los grupos de ayuda mutua y alguien me dijo que, cada día cuenta, lo importante es que cada día que te levantes, es decirte a ti mismo –llevo un día más en abstinencia y mañana será otro día y espero estar igual y cada día cuenta-.
Vivir con esperanza y pensando que me han ayudado y quiero ayudar a los demás el resto de mi vida, es lo que más me importa.
Se puede salir de ese pozo que parece que no tiene salida, con los grupos de ayuda mutua. Se puede llevar una vida sana y feliz.