Juan Antonio Fernández
Juan Antonio Fernández
Me llamo Juan Antonio Fernández Pérez, tengo 33 años. También tengo la titulación de entrenador personal y preparador físico desde hace más de 10 años tengo (o mejor dicho tenía) unas marcas de 4 minutos 36 segundos en 1 kilómetro, 200 kilos en peso muerto, 140 kilos en press banca y 150 kilos en sentadilla. ¿Sabes qué más tengo?, tengo una enfermedad crónica, enfermedad de crohn desde hace 15 años. Nunca fui popular, ni bueno en los deportes, de hecho siempre fui el clásico chico callado y débil, tanto en el colegio como en el instituto.
Con 16 años conocí a los que consideré amigos, estos supuestos amigos solían fumar y beber a diario, además de consumir cannabis. Para ganarme su aceptación y ser popular no se me ocurrió otra cosa que ser como ellos. Así fue como empezó mi declive. No voy a culpar a nadie, ni a la sociedad, ni a esas personas que consideré amigos, pues siempre fui consciente de lo que hacía y de que estaba mal. Pero tenía amigos, era popular y lo demás no importaba. Así pase 2 años de mi vida, entre drogas, alcohol, noches y problemas que la mayoría de veces me buscaba yo mismo. Incluso tuve novia con 18 años.
7 de Febrero del año 2002, de madrugada. Estando junto a mi novia, me despertó de madrugada un intenso dolor en el abdomen, algo brutal. Ya llevaba un año de pruebas médicas por perder peso, diarreas, pérdida de apetito, pero se achacaba al estilo de vida que llevaba. No sabía hacer más que retorcerme, vomitar y gritar de dolor. La ambulancia no tardó demasiado. Esa noche y el día siguiente me hicieron varias pruebas (radiografía abdominal, ecografía, análisis de sangre, conoloscopia...). -Juan- pronunció mi nombre el doctor- ¿Has sufrido diarreas o vómitos últimamente?- Sus ojos se clavaban en mi como si ya supiera la verdad y me estuviera acusando. La verdad era que sí, pero dado mi estilo de vida pensé que era por eso. -Si-. Agachó su vista a la libreta que sostenía con su mano derecha, mientras con su mano izquierda rascaba su mejilla con un gesto de preocupación. -Has estado consumiendo grandes cantidades de alcohol y drogas-. -Así es-. -No era una pregunta- afirmó con rotundidad y voz grave que me imponía respeto. Se sentó a mi lado y me explicó que sufría una patología crónica conocida como enfermedad de crohn, me explicó que esta no es ninguna tontería, que puede ocasionar dolores más fuertes del que había sufrido, intervenciones quirúrgicas e incluso amputación de algunos trozos de intestino y eso no es en los casos más graves. Me administraron un cóctel de fármacos mientras estuve ingresado durante una semana. Si os lo estáis preguntando, ni mi novia, ni mis amigos fueron a verme, mi familia tan solo llamaba una vez al día.
Este me daba a diario ejercicios de rehabilitación. Nunca me dijo nada, nunca hablamos nada, hasta que el último día, que le pregunté: ¿Qué he hecho yo para merecer tanto mal en tan poco tiempo?, nunca hice daño a nadie, no pude evitar romper a llorar desesperado, impotente. Nunca había sido un modelo a seguir, pero tampoco hice daño a nadie. "No es cuestión de no merecerlo, es cuestión de si hiciste algo para evitarlo", me dijo al oído mientras me abrazaba.
El 14 de Febrero del año 2002, día de San Valentín, ya salido del hospital, lo primero que hice fue a ir a ver a mi novia. No me había llamado, no había ido a verme, quería saber la razón. La conversación la recuerdo palabra por palabra, algo así no se olvida con facilidad (el nombre usado para la mujer y el amigo no corresponden a nombres reales).
Toc, toc -¿Triana?-. Abrió la puerta solo un poco, para mi sorpresa. -¿No me dices que pase?- pregunté con preocupación. -¿Ocurre algo?-. Miraba a mi alrededor buscando alguna señal que me indicará que ocurría. No había nada fuera de lugar, los geranios en su ventana, la manguera enrollada en la pared, el suelo de la entrada limpio y con alguna hoja caída, lo normal. Todo bien salvo un detalle que no había visto. El coche de un amigo estaba en la puerta, no sé por qué lo había pasado por alto, rojo metalizado con los cristales tintados, es fácil de ver. -¿Qué hace aquí el coche de Javier?- me empezaba a poner nervioso. -¿Y qué esperabas?- dijo con voz fría y mirada acusadora- ¿Qué estuviera sola mientras tú estabas allí metido?, ahora estoy con Javier, adiós-. Cerró la puerta con un fuerte golpe en mis narices. No me lo podía creer, con mi amigo, con quien había pasado tanto y a quien había ayudado tanto. No recuerdo si en ese momento lloré o no, solo me monté en mi coche y conduje, solo recuerdo eso. Llamé al resto de mis amigos y nadie respondía, ni uno solo de ellos o ellas, me habían dado de lado si haber hecho nada para merecerlo. En un ataque de ira di una fuerte patada al paragolpes de mi coche, rompiéndome tibia y peroné por varios sitios.
Nuevamente al hospital, tras una radiografía una amable doctora con una voz dulce me dio la noticia, hay que operar. Por si no había pasado ya suficiente, sufrí un segundo brote debido a que no me tomé los medicamentos recetados y a tanto estrés repentino. Una nueva semana de ingreso, orinando y defecando en un orinal de metal. Solo, con la única compañía de las enfermeras y doctores. Mi pierna con 27 grapas y tal cantidad de hematomas que parecía ser un único hematoma rodeado por un vendaje. Allí conocí a alguien conocido como “chino” el cual no era de origen asiático ni tenia rasgos de estos. Poseía un físico de culturista (lo fue y lo es).
Nunca había sentido tanto miedo, soledad y desprecio como sentía. Pero en aquel momento solo quería llorar y dejar todo atrás.
Estuve 2 semanas en cama pensando que hacer con mi vida, a donde orientar mi vida. Pasaba noches en vela pensando en mi ex novia y mis ex amigos. Para poder mantener la mente ocupada me aficioné a la escritura, dibujo y la lectura de poesía y filosofía. Pasadas esas dos semanas y pese a no estar recuperado del todo yo quería hacer cosas nuevas, necesitaba despejar mi cuerpo y mi mente, necesitaba empezar de cero. Con muletas, la pierna, aún con hematomas y grapas, con el vendaje y con rabia acudí al gimnasio, a mi primer gimnasio. El Diva Sport. Allí para mi sorpresa estaba “el chino” siendo abrazado por todos y todas, admirado, querido, respetado. Yo quería ser como él. Quería ese respeto, esa admiración.
Comencé a entrenar a diario. Siempre me ponía cerca de los más veteranos y fuertes, hacía lo que ellos hacían. Incluso si se reían yo me reía, aunque nunca sabía de qué se reían. Un día me dijeron que si tenía la pierna recuperada, entrenara con ellos y desde entonces nos hicimos amigos hasta el día de hoy que son mis mentores.
Pasaron años sin recaídas (un ingreso en 2017 pero nada grave, solo para hacerme pruebas). El 2 de julio ingresé en el hospital sevillano Virgen del Rocío pues llevaba un mes con vómitos y dolor abdominal que se iban agravando. Mi especialista tenía conocimiento, pero al no ser graves solo me recetó corticoides, hasta que la cosa empeoró. Comencé a tener fiebre cada noche, la comida no me entraba debido a una fuerte estrechez fibrosa en el colón que causó una fistula al estómago. Las heces al no poder pasar, se abrieron paso hasta el estómago donde me causaron una infección bastante importante. El dolor se hacía cada vez más intenso. Afortunadamente una compi, Miss crazy, iba cada día a verme y mimarme así como mi hermano. Eso hacía más llevadero todo.
Dos semanas después de ingresar, me dijo el especialista que era necesario una operación. Entonces me derrumbé. En principio me iban a hacer unas pruebas y ahora debían de operarme. Debo reconocer que ese día lo pase entre llantos y dolor abdominal. La operación se programó para el día 20 de Julio, pero debido a una fuerte hemorragia interna, a la infección y a la fiebre que ya era de 40'5-41, la operación se adelantó al 17 de Julio.
La operación fue algo más complicada de lo esperado. La gravedad de la infección hizo necesario sacar todo el intestino (grueso y delgado) para desinfectar. Cortar 25 cm de colon y un trozo de estómago. Dos horas y media de quirófano donde entré en parada y fue necesario administrar epinefrina. Todo esto implicó que saliera del despertar a las 19:15 tras haber entrado a quirófano a las 10:00.
Después de la operación tuve dolores bastante fuertes. Estuve 2 semanas más ingresado. Del mes que estuve ingresado, 3 semanas fueron con dieta líquida. Perdí una gran cantidad de peso (de 84 kilos a 55 en un mes). La comida me la administraban por vía intravenosa, al igual que el hierro (creo recordar unas 9 bolsas en el mes) y 2 unidades de sangre. Los calmantes apenas me mareaban. Tardé en levantarme de la cama, lo hice con dolor, con llantos por la emoción y el dolor del esfuerzo e impotencia por la debilidad y los temblores. Me dio un ataque de ansiedad al verme al espejo. De pesar 84 kilos de músculo a pesar 55 de hueso me impactó mucho, así como verme la bolsa de la ostomía e ileostomía extendida junto al drenaje nasal y lateral (una “pelota” que introducía un tubo hasta mi intestino). Verme fue muy duro, lloré y no volví a mirarme al espejo en dos semanas. No aceptaba la bolsa.
De todo el ingreso y operación, hace poco más de un mes. A día de hoy he puesto 15 kilos. Vuelvo a entrenar 1 hora y media 6 días por semana. 112 kilos de peso muerto. 80 de press banca. 40 de sentadillas. 80 de remo. Me miro al espejo con orgullo y subo fotografías a mi página de Facebook, Mr. Crazy (por eso lo de miss crazy), donde muestro que la enfermedad que me debilitó, es mi razón para ser más fuerte que nunca.
El deporte me dio fuerza de voluntad y física, control, disciplina, coordinación, ánimos. Me hizo cicatrizar antes y mejor, me hizo ver más de lo que podía ver antes, me hizo creer en mí y me hizo quererme, valorarme y superarme. Entrenar me ayuda formarme y me da una razón para vivir y para ayudar a los demás. ¿se necesita una razón para ayudar a alguien?, a veces las cosas ocurren no por merecerlas, si no por no hacer nada para evitarlas.
Hoy puede ser el final de todo o el principio de algo. Mr. Crazy.
Puedes seguir su evolución mediante su página de Facebook: https://www.facebook.com/entrenamientonutricionysalud/
#historiasdesuperacion