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José Luis Gallego, Adicción y toxicomanía, Jaén, España.

Adicción y toxicomanía

"No perder nunca la esperanza, al final se puede encontrar una solución"

José Luis Gallego

(Persona que cuida)

José Luis Gallego

Imagen de perfil de José Luis Gallego, Adicción y toxicomanía, Jaén, España

Soy José Luis, padre de un enfermo adicto, policonsumidor que está en tratamiento y en abstinencia y rehabilitación desde hace más de tres años. Yo también estoy en rehabilitación debido a la codependencia que se produce en los familiares.

Ha sido un largo periplo de problemas familiares en casa. Actualmente mi hijo va a cumplir 24 años. Todo esto a surgió a raíz de mi divorcio, él tenía 14 años y empezó con el picoteo. No te das cuenta, son muy pequeños pero la situación derivó en algo más grave. Me di cuenta a los dos años, me empezaba a faltar el dinero, no lo veía en condiciones, faltaba mucho a clase, intenté tomar cartas en el asunto, pero tenía poco tiempo para estar con él por el asunto del divorcio. Intentaba controlarlo pero llegó a una deriva donde se perdió el control. Me trasladé de domicilio con mi actual pareja y el contacto era más complicado. Él estaba más enganchado y el contacto era cada vez más lejano hasta que empezó a tener problemas con su madre, influyó también que el divorcio no fue amistoso y tuvimos muchos problemas.

Su madre terminó por echarlo de casa y yo lo acogí en casa pensando que iba a cambiar, pero no cambiaba. Te ves sin herramientas, sin saber qué hacer y con muchos problemas. Igual se tiraba seis meses sin salir de casa sin consumir, pero lego salía y volvía a consumir. Mi pareja y yo empezamos a informarnos y a tomar medidas para reconducir la situación.

Te ves solo, no sabes por donde tirar. Un día se fue de casa, pero volvió pronto y siguió consumiendo. Esto duró mucho tiempo hasta que un día, con todo nuestro dolor, pena y rabia le planteamos que si quería vivir con nosotros tenía que dejarlo, en la casa había unas reglas y había que cumplirlas. Entre ellas estaba que si se llegaba tarde a casa se cerraba la puerta y no se abría. Él se lo saltó a la torera y no le dejamos entrar. Se fue a vivir a un centro de acogida, teníamos que hacerlo, tenía que darse cuenta que no podía hacer eso. Lo pasé muy mal esa noche, al día siguiente me llamaron del albergue. Estuvo allí varios días controlado, volvió con una carta pidiendo perdón, pero duró poco tiempo; decidí que ya no había más solución y se fue con su madre.

A los dos meses su madre ya no podía más y me llamó para acogerlo de nuevo porque si no lo iba a denunciar. Me dijo llorando que iba a cambiar y lo acogimos otra vez. Empezó a trabajar en el pueblo de mis padres pero yo intuía que algo pasaba. Un día llamó mi padre de madrugada, preocupado porque no llegaba a casa y decidí ir hasta allí y esperarlo en casa. Llegó a las ocho de la mañana inflado de cocaína con intención de ir a trabajar, entonces le cogí las maletas y nos volvimos en coche.

En el coche, de vuelta, tuve la conversación más dura que tuve en mi vida. Le dije que solo tenía dos salidas, hacer lo que yo le dijera, ponerse en tratamiento y respetar mis decisiones o abrir la puerta del coche y marcharse para no volver a verlo nunca más y perder a su familia. Yo estaba temblando, no las tenía todas conmigo, no había plan B, pero dijo que sí y resultó ser un punto de inflexión.

Enseguida fuimos a una asociación . Íbamos desesperados, estaba también en juego mi vida con mi pareja, que se implicó de manera muy activa en buscar solución a este problema . Nos acogieron muy bien, estaba Emilio, fueron muy cariñosos y yo me sentí desahogado, estábamos con alguien que nos comprendía. El trato humano fue increíble, te das cuenta de que estás con personas normales, con tus mismos problemas y que por desgracia dan con este problema y que hay que afrontarlo y no perder la esperanza porque solución hay.  Él se tiró tres meses sin hablar en las terapias, iba obligado, en cuanto se abrió, empezó a escuchar. Siempre fue tímido y reservado, pero el  día que empezó a hablar y a abrirse a los demás empezó a mejorar y a empatizar, porque una de las cosas buenas de las terapias es el poder abrirse al mundo, no quedarse en una burbuja.

Uno se siente culpable de no haber hecho más por él, por no haber visto antes el problema, por no haber hecho más por solucionar ese problema. Ese sentimiento de culpabilidad y de rabia hasta que se te quita es muy difícil. Me ayudó mucho la asociación y ver los problemas y la codependencia de los demás. 

"Un sitio donde hay personas que te entienden, te escuchan y donde te sientes arropado "

Foto de la historia de salud de José Luis Gallego, Adicción y toxicomanía, Jaén, España

La esperanza no se puede perder nunca, yo la podía haber perdido muchas veces, siempre estábamos con otra oportunidad y otra y otra y otra más. No estaba convencido de que iba a salir bien de la terapia pero le decía que había que seguir.

Poco a poco lo fue consiguiendo y a mí me daba mucha alegría ver cómo iba dando esos pasos, como se iba expresando y ya no nos mentía. En menos de un año se sacó la ESO, hizo Bachillerato con matrícula de honor y ahora está en Madrid estudiando. Para mí es un orgullo que haya podido reconducir su vida.

Siempre ha sido un chaval excelente y  noble y que me ha dado muchas alegrías. Uno de mis días más felices fue el día de su graduación.

Acudir a un sitio donde haya personas que te entienden, ir a una asociación como la nuestra, Proyecto Camino Ilusión, de Linares, va a haber empatía y se accede a herramientas para poner en práctica. Te sientes arropado, no un bicho raro. Igual que cuando tienes una enfermedad vas a un profesional, cuando tienes esto, también se puede acudir a un sitio donde hay profesionales y expertos que, por sus propias vivencias, te pueden dar herramientas para poder salir adelante, es más fácil. Allí siempre va a haber alguien que te escuche y te comprenda.

La asociación es una escuela de vida, porque después de la adicción te tienes que enfrentar a la vida, después de la abstinencia viene la rehabilitación y rehabilitarse significa incorporarse de nuevo a la sociedad, cambiar tu forma de vida, de pensar, tus valores. Para eso están las terapias, para acompañar y participar en ese proceso.

¿Quién mejor, que una persona que ha pasado por una situación parecida, puede ayudarte? Si esa persona ha podido superarlo, ¿por qué no va a poder otra persona?

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